PABLO NOE

pnoe@lanacion.com.py

No creo que exista un esfuerzo más en vano para conquistar a una mujer que los piropos que se escuchan en las calles cuando una dama está caminando y tiene la desgracia de tropezarse con un grupo de varones, que descargan toda su "verba creativa". Una serie de epítetos que generalmente tienen como objetivo describir las bondades de la figura femenina y los "beneficios" que traerá aparejado el hecho de caer ante los "encantos" del pseudo poeta de turno.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Es más, me parece que si se hace un recuento estadístico, el porcentaje de "éxito" del "viril" exponente del sexo masculino tendrá un porcentaje mínimo de acierto, por no aventurarme a suponer que, más que una manera de captar la atención de la señorita, es una simple bravuconada de las que son celebradas, pero a las que no le ponemos un poco de racionalidad en el análisis del contenido de las mismas y sus consecuencias.

Es interesante aprovechar para poner énfasis en este punto cuando recordamos el Día de la Mujer Paraguaya, y destacar como tema de debate, el altísimo grado de cosificación con el que abordamos a las mujeres en la sociedad paraguaya. Aunque somos enamorados eternos de nuestras madres y defensores irrestrictos de nuestras parejas, hermanas e hijas, estamos acostumbrados a despreciar el valor real de las mujeres.

Desde una mirada laboral, existen mayores chances para un varón de sobresalir en un emprendimiento. En promedio el salario es más elevado y las ventajas para los mismos siguen superando las posibilidades que tienen las chicas ante un desafío profesional del mismo nivel. Esta ponderación es independiente a la capacidad formación, currículum, experiencia y todas las virtudes que son analizadas cuando alguien postula para un puesto en cualquier empresa. Las mujeres siempre llevan las de perder.

Además de la cultura machista que valora más al hombre, entre los factores que condicionan las chances femeninas en cualquier trabajo, está siempre latente la posibilidad que la misma pueda convertirse en madre, lo que implica que la misma deba acogerse a los beneficios de la maternidad, establecidos en la legislación. Una de esas incoherencias inentendibles, cuando hablamos de una sociedad en donde los hijos valoran a sus madres.

Otro punto laboral tiene que ver con el alto grado de acoso sexual que sigue latente como un factor que condiciona fuertemente la conducta de la mujer. Si bien cada vez existe mayor conciencia sobre la necesidad de abordar este problema desde otro enfoque, en donde la mujer es sujeto de derechos, culturalmente consideramos como una realidad hasta entendible el acoso sexual dentro del ámbito profesional.

Si vamos al origen de todo el esquema social, la familia, entramos en un universo gigante, en donde la mujer vuelve a sufrir un montón de situaciones ajenas a su dignidad. Desde los abusos por parte de parejas, que son rutinarios, hasta los que de tan violentos y sistemáticos y que pasan a engrosar la preocupantemente larga lista de feminicidios en nuestro país. Este drama social sigue marcando su presencia en miles de familias en donde la cultura del silencio y la dominación masculina se cobra vidas.

El recuento sería incompleto si olvidamos otro de los gravísimos abusos tan comunes en nuestro país: las niñas víctimas de abuso sexual y que en algunos casos se transforman en niñas madre. Es impactante ver como frágiles inocentes siguen siendo lastimadas su autoestima, despojadas de su infancia para convertirse en objeto de abuso por parte de personas de su entorno cercano. Con la pesada carga de asumir compromisos ajenos a su desarrollo, transformarse en progenitoras de otros niños, que como ella, debieran estar jugando, como parte de su proceso de desarrollo humano.

Cuando esbozamos soluciones a estos graves dramas sociales, la receta que se ofrece generalmente apunta a endurecer penas, a que la mano de la justicia comience a dictaminar medidas que puedan ser ejemplificadoras. Olvidamos la raíz del problema y ponemos en el eje de estudio las consecuencias de las conductas lascivas y violentas. Ignoramos a la educación integral como la solución real y definitiva a estas grandes tragedias que cada tanto enlutan a nuestro país.

Si tan solo tuviéramos la capacidad de pensar en todas las mujeres y les diéramos el mismo tratamiento que le damos a las que se encuentran en nuestro entorno, todo sería diferente. Si comenzáramos a diseñar estrategias que cambien nuestra percepción y en la sociedad valorásemos a las mujeres con sus capacidades, potenciales y virtudes, seríamos incapaces de cometer abusos de cualquier calaña. El ejercicio a veces puede ser mucho más simple de lo que parece. Solo debiéramos recordar el beso de una madre, la caricia de una compañera, la sonrisa de una hija. Así, todo sería mucho más simple.

En algo le estamos pifiando, y muy mal, cuando vemos la situación de la mujer paraguaya en su contexto general y no incluimos en el día de su recordación y menos aún en la agenda país, la cantidad de déficits que debemos superar como sociedad, cuando tratamos el tema de género en nuestro país.

Porque en una radiografía general podemos notar que existen todavía, en pleno siglo XXI, en la sociedad del conocimiento y del mundo globalizado, un montón de hechos que son inentendibles desde todo punto de vista. Comenzando por la cantidad de hechos de abusos de todo tipo que sufren las mujeres.

Dejanos tu comentario