POR ÓSCAR GÓMEZ
No había muchas expectativas en la previa al superclásico, el espectáculo futbolístico del mismo se puso a la "altura" de esto y tampoco deslumbró.
El que hizo medianamente mejor las cosas terminó festejando de manera justa. Cerro Porteño supo golpear en un momento en el que parecía Olimpia estaba mejor asentado, porque llegaba al arco de Antony Silva, sin hacer mucho peligro, pero por lo menos molestando en las inmediaciones del área grande azulgrana.
Cerro encontró el gol luego de una salida rápida tras una de esas aproximaciones del rival. Ante esto, se esperaba alguna rebelión de Olimpia, especialmente en la búsqueda de recuperación de balón.
Pero nada cambió. Los de Farías hacían circular la pelota en las narices de los jugadores franjeados, casi hasta sin intenciones de profundizar y los locales no ejercían presión alguna para el robo de balones en la zona media de la cancha. Cristian Riveros se metía mucho al medio y el costado izquierdo no pesó en Olimpia, Alejandro Silva intentaba encarar pero casi nunca desequilibró, en las pocas veces que pudo tocar la pelota, Gianlucca Fatecha demostró de su calidad pero no recibió la confianza necesaria de sus compañeros. En Cerro Porteño la línea defensiva estuvo casi impecable, facilitado esto por el flojo trabajo en ataque de Olimpia. El mediocampo azulgrana jugó un partido muy tranquilo, pero sin ambiciones. En la complementaria, Olimpia se hizo cargo de la pelota, pero ante la falta de ideas y de movimiento en ataque, cayó en un embudo del cual no pudo salir. Indefectiblemente, todos los ataques terminaban con Salustiano Candia intentando, sin éxito, colocar la pelota en el área buscando alguna cabeza aliada. Así terminó un clásico chato, que lo termina festejando Cerro porque hizo un poquito mejor las cosas, especialmente en defensa, para tomar respiro y hundir cada vez más al rival de siempre.