Mike Silvero

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"Yo no estoy acá para hacer amigos", fue una de las primeras frases que me impactó de una editora. Al margen de compartir o no su postura, se podía decir que tenía un norte bien definido.

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La separación entre las categorías; amigos, y compañeros de trabajo; es una constante, en casi cualquier empresa que conozca. Habiendo pasado por al menos 6 empresas, siempre encontré un estigma acerca de la amistad en el lugar de trabajo.

Quizás tenga que ver con que los amigos hacen favores y generalmente no piden nada a cambio, lo cual puede considerarse luego contraproducente si es que uno se encuentra con un compañero de esos a los que –cómo dice el dicho– se le da la mano y te toman del brazo. Pero hoy vengo en defensa de la amistad en el laburo.

Claro que hay distintos grados de amistad, los fieles de toda la vida, los allegados a la familia, los que alguna institución o afición puso en frente, y los que trabajan con uno día a día.

Pero para ahondar en el análisis –que quizás estaría mejor puesto a finales de julio, pero vale igual-, ¿cuánto tiempo pasa una persona trabajando? En el mejor de los casos, son 48 horas a la semana, es decir, 8 horas al día. No obstante, si le sumamos la cantidad de tiempo con temas relacionados al trabajo, desde el almuerzo hasta el grupo de WhatsApp o el viaje desde y hasta casa, estaríamos rondando las 10 por día.

Piensen en la cifra por un momento, comparada con la cantidad de horas de sueño o las horas compartidas con la familia. Esas 10 horas diarias relacionadas al trabajo tienen que explotarse de otro modo, la proximidad nos genera ciertos puntos en común, salvo que estemos trabajando alrededor de ogros o nosotros seamos una de estas criaturas abominables.

Lo que genera percatarse de que además de compañeros de trabajo uno puede crear lazos de amistad en el empleo que tenga, es la posibilidad de que una cultura de trabajo se expanda. Es decir, si compartimos los mismos valores, relacionados a la amistad, estamos en condiciones de al menos apostar de que será un mejor lugar para todos.

¿Quién no quiere trabajar con alguien sincero a pesar de que algunas veces puedan ser verdades secas? ¿Quién no quiere colaborar con alguien que respete su palabra? ¿Quién rechazaría un agradecimiento sincero sobre alguna tarea realizada como parte de un trabajo?

Decía Borges que la amistad a diferencia del amor no requiere de frecuencia, que existen amigos que pueden verse una vez al año y aún seguirán siendo amigos. Ahora bien, con tanto tiempo compartido en una oficina, ¿por qué no empezamos a buscar también características positivas de nuestros aliados diarios como para convertirlos y convertirnos luego en amigos?

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