Por Darío Colmán, socio ADEC

Claramente las medidas o acciones tendientes al mejoramiento administrativo del Estado, que se consideran recetas positivas por lo general, dependen finalmente del contexto y del desarrollo de los distintos estamentos de la sociedad

Me quiero referir puntualmente al caso de la descentralización que, si lo analizamos como método de administración de la cosa pública, concluiremos que en principio es recomendable apelar a tal sistema, confiando en que las instituciones públicas regionales y locales serán capaces de generar sus propias soluciones.

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Pero lamentablemente hemos aprendido a nuestras costillas que una descentralización, que significa transferir recursos derechos, autoridad y responsabilidad a los gobiernos locales y departamentales, sin que éstas estén debidamente preparadas, nos llevará al fracaso, donde finalmente "el remedio resultará peor que la enfermedad".

El caso del Fonacide es un claro ejemplo de buena intención, donde se han delegado recursos y responsabilidades a los gobiernos locales para llevar adelante mejoras en la infraestructura de la educación y los resultados están a la vista. Lo único que hemos descentralizado es la corrupción en manos de administradores ineptos y de dudosa honestidad que han dilapidado los recursos confiados a su administración.

Tenemos que aprender algunas cosas básicas de administración y especialmente aquello de que "para delegar, hay que formar primeramente a la gente que recibirá esa mayor responsabilidad". Este requisito administrativo básico no ocurrió en el caso de los municipios. Pero la idea de la descentralización se basa en argumentos como: "que estas instituciones están más cerca de la gente"; que "conocen acabadamente las necesidades de las mismas; que "tienen fácilmente las respuestas y las soluciones a esas necesidades de la comunidad".

El mal uso de estos fondos no es más que una consecuencia de un sistema de descentralización implementado de forma irresponsable, con cierto grado de populismo y sin medir los riesgos del manejo discrecional de recursos, por parte de organismos que no están preparados para administrar con eficiencia, semejante responsabilidad.

Otro factor clave que falla en el sistema es la falta de participación ciudadana, que no reacciona y no interviene ante la dejadez de los gobiernos locales que son sus autoridades y no actúan como contralores y como grupos de presión para que efectivamente se atiendan los verdaderos intereses de la ciudadanía, se administren transparentemente los recursos y se asegure el desarrollo y el bienestar de la gente.

Estas no son más que las consecuencias de una descentralización que no funciona. No funciona porque no hemos preparado convenientemente el terreno para delegar. En sociología he aprendido que la conducta humana actúa conforme a lo que se le deja hacer. Día a día nos lamentamos (desde lejos) del manejo corrupto de los recursos del estado y nos causa mayor indignación si esos fondos dilapidados eran destinados a la educación, pero la nobleza obliga a reconocer que nosotros "hemos permitido esto", con nuestra falta de participación ciudadana de forma organizada.

Los organismos de control también han fallado, porque es indudablemente cierto aquel principio administrativo que nos dice: "cuando más delego, más controlo". Esperemos que las autoridades encuentren pronto la solución a estas verdaderas causas de la corrupción.

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