Por Matías Ordeix

Socio del Club de Ejecutivos del Paraguay

Ante una pregunta obvia, seguro una respuesta igual. ¿Optarías por un agua sucia, o la misma pero de cristal? Sin dudar, la segunda respuesta será la habitual e inmediata. Preferimos nadar en un mar transparente, caribeño quizás, antes que un río negro, probablemente contaminado. Entonces el ser humano tiene una idea clara, prefiere la transparencia antes que la oscuridad. Esto mismo sucede en la sociedad, en la vida de la mayoría de los ciudadanos, amantes de la cristalinidad.

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Sin dudarlo, preferimos la transparencia. El pueblo se cansó de la oscuridad, la suciedad generada por la corrupción.

Afortunadamente hemos avanzado algunos pasos este último tiempo, pasos importantes y demostrativos del hartazgo. La sumatoria de sociedad, organizaciones, prensa y parte del gobierno decente, ha colaborado en gran medida para desenmascarar todo tipo de tramoyas.

La sociedad en amplísima mayoría está peleando contra el gran flagelo de la impunidad y el oscurantismo. Este esfuerzo no es en vano, y ya estamos cosechando parte de sus frutos. Políticos procesados, planilleros forzados a renunciar, destituciones, entre otros.

También se suma una nota inédita y feliz (aunque falte mucho por remar todavía) que nos ha dado Transparencia Internacional. Hemos mejorado 20 lugares en el Ranking Global de Percepción de Corrupción. Obvio no es para conformarnos por la nota actual, que sigue siendo muy mala. Sin embargo, el avance fue meteórico.

Pero más allá de la calificación, lo que se vive en la calle, observa en la gente, las redes sociales, es una gran voluntad de cambio. El paraguayo quiere demostrarle al mundo, a nosotros mismos, que es una persona en su gran mayoría decente, honesta y trabajadora. No obstante, por un pequeño grupo, pero que mueve grandes caudales de agua contaminada, el río sigue siendo turbio. A estos, los días los tienen contados, van cayendo despacio, uno a uno.

La corrupción, el agua sucia, es un flagelo malvado, que beneficia a unos pocos y castiga a la gran mayoría. La lucha de parte de cada uno de nosotros debe ser en el día a día, hasta en el mínimo detalle. Desde el zorro que quiere coimearnos, los funcionarios de aduana con sus trabas para "juntar" más para los muchachos, las entidades públicas con funcionarios fantasma y cobrando el diezmo, irán cayendo sin duda.

Porque somos muchos más quienes queremos ver un país floreciente, creíble para el inversionista, con mayor y sano crecimiento, todos unidos y enfocados en hacer lo correcto. Somos más sin duda, y ganaremos la batalla. El camino es largo, difícil, pero será asertivo.

Los niños de hoy, jóvenes promesas de nuestra tierra, deben ver nuestro esfuerzo. La educación en valores es clave para nuestro objetivo. La ética y honestidad casi como materia debe estar incluida en toda cátedra. Enseñemos con el ejemplo, erradiquemos de raíz prácticas no éticas. Por más simples o inocentes que parezcan, las limpias conductas nos pueden mostrar el camino recto a seguir.

Apostemos a nadar en un mar claro, o en el río con fondo de piedra o en aquella laguna de arena blanca. Contagiemos buenas prácticas, premiemos a los impolutos. Mostrémosle al mundo que un nuevo Paraguay se asoma. Colaborando entre todos, el amanecer será distinto. Hagámoslo más transparente, más claro y visible, construyamos juntos el Paraguay soñado.

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