Por Marcelo Alejandro Pedroza

mpedroza20@hotmail.com

La vitalidad de las relaciones sociales puede ampararse en la esencia del aprendizaje que conllevan. ¿Qué puede ser vital? Todo aquello que permite el crecimiento de las personas. Siempre hay lecciones que se viven, que se aprenden, que se sienten como propias. El carácter permanente, esbozado a través del término siempre, es intencional. Hay un flujo de lecciones constantes que fluye naturalmente al vivir intensamente. La conciencia testimonial facilita la transmisión de los hechos y, por ende, su efecto ejemplar repercute con resonancia.

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El aprendizaje de la cultura se produce en un proceso evolutivo que cada ser humano va incorporando en su vida. La enculturación se desarrolla en todas las etapas de la existencia. Es sistemática a través de la educación formal, dándole a la escuela un papel protagónico y constituyéndose ésta en un agente social relevante junto a la familia. Toda experiencia puede interpretarse como una lección que enseña a vivir. El valor inherente de lo vivenciado encuentra su refugio en aquellos que lo descubren.

La vivencia social enseña. El ambiente puede inspirar superaciones. Hay que incentivar todo lo que tenga esa finalidad. La superación de los seres que construyen sociedad debe pregonarse constantemente. Ahí yace la fuerza que empuja hacia adelante. La visión amplia e inclusiva, la que permite involucrar a la humanidad. El protagonismo tiene rostros que ilusionan, que motivan a seguir intentando la realización de lo querido, que expresan las ganas de colaborar, que hablan sin expresar una palabra. Que hacen porque sienten el compromiso de actuar responsablemente. Sus respuestas representan sus valores.

Lo contextual está presente. Hay que penetrar en los escenarios que existen, hay que saber lo que pasa; detenerse en todas las apreciaciones posibles puede abrir un horizonte crítico constructivo. Se aprenderá conforme al grado de apertura que se haya decidido cultivar. Tarea individual que repercute en todo tipo de relaciones durante la vida, por lo tanto la magnitud del aprendizaje es proporcional a la amplitud de la visión con que se lo interpreta.

La socialización permite la interacción entre cada persona y la sociedad. El sello único que puede expresar un niño se manifiesta constantemente en sus tareas cotidianas, en sus juegos compartidos, en lo que cuenta e imagina. Su desenvolvimiento habitual es importante para la construcción de la sociedad. Su presente influye en el crecimiento gradual hacia la plena toma de conciencia de la estructura social que lo tiene como protagonista. La preparación permite asimilar los estímulos externos que suceden asiduamente.

Es así en todos los escenarios de la vida. Cuando se está preparado se puede interiorizar e integrar a la estructura de la personalidad aquello que se vive. La asimilación cognitiva necesita de pautas que estén sostenidas por normas. La internalización de lo aprendido da solvencia a las acciones que se visualizan. La aceptación de los valores culturales permite sentirlos enraizados en la práctica de los quehaceres diarios. El proceso de identificación con la sociedad donde se habita debe estimularse. El compromiso y la admiración ocupan un lugar central para poder vivenciarlo.

Lo vital vive en el seno de la sociedad. Es el ser humano su más bello sostén. Su capacidad constructiva no tiene límites, tampoco su esencia impregnada de superación. Cuando las propuestas motivan, las voluntades se unen; cuando las acciones hablan, los esfuerzos se duplican. Se manifiesta el aporte desde lo que cada uno puede dar. Tantas pueden ser las formas, que es maravilloso creer en las vocaciones que día a día hacen lo suyo y están dispuestas a seguir construyendo.

La ciudadanía, en su calidad de actora principal para el progreso de la sociedad, puede fomentar la convivencia con todo lo que represente bienestar social. ¿Qué valores hemos internalizados y cómo los expresamos en la vida diaria?, ¿sentimos que aportamos desde nuestros espacios sociales? El lector puede generar más preguntas e invitar a otros a desarrollarlas, para luego comenzar a responderlas. Es valioso realizar encuentros que permitan reflexionar e inspiren para actuar.

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