Por Marcelo Alejandro Pedroza

mpedroza20@hotmail.com

El Sol ilumina la humanidad. Comparte su grandeza con toda la extensión de la Tierra. Integra lo que se conoce como sistema solar, que es el sistema planetario que se formó hace aproximadamente 4.600 millones de años, donde cohabitan la Tierra y otros objetos astronómicos que giran directa o indirectamente en una órbita alrededor del mismo. La gravedad del sol atrae a los planetas.

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El Sol es el único cuerpo celeste que emite luz propia, la cual es producida por la combustión de hidrógeno y su transformación en helio por la fusión nuclear. Es una estrella que emana energía y calor, con un diámetro de 1.400.000 Km. Se compone de un 75% de hidrógeno, gas incoloro, inodoro y más ligero que el aire, un 20% de helio y 5% de oxígeno, carbono, hierro y otros elementos. El Sol es 300.000 veces más pesado que la Tierra.

Es un protagonista natural en la vida de las personas. Siempre está, reposa y contempla lo inconmensurable. Históricamente sale y se pone. Según la estación hace su aparición; así para el hemisferio sur, en el verano y la primavera sale entre Este y Sur y en el invierno y el otoño sale entre Este y Norte.

Sus rayos alientan la circulación de la sangre. La vasodilatación producida por la liberación de histamina incrementa el caudal sanguíneo. La exposición ante el mismo debe ser moderada, hay que respetar su presencia. Admirar su estadía forma parte de la vida. Cuando se lo puede ver existe la posibilidad de vivir una sensación de bienestar.

Hay un sol en cada ser humano. Es que la inmensidad también vive en las personas. Hay una conexión poderosa entre la luz del Sol y cada vida. Se conectan a través de lo que irradian y eso sucede constantemente. El artista italiano Leonardo Da Vinci (1452-1519) dijo: "Jamás el Sol ve una sombra". Una visión positiva ante la magnitud existencial. Lo oportuno se encuentra cuando la iluminación es amplia. Hay luces que permiten descubrir lo que estaba oculto. Quizás siempre estuvo visible, sólo que había que iluminar el espacio que lo cobija. Esa acción requiere una disposición hacia lo luminoso, lo palpable, lo transparente, lo transcendente.

La particularidad de las virtudes personales se transforma en fuente de luz para la sociedad que las recibe. Se suele decir que una persona brilla cuando tiene luz propia, así también lo hace el Sol. Si ese ser, que ha logrado brillar, decide colaborar para que otros vivan brillando, está creando las condiciones para que el sistema social evolucione.

Hay que compartir el Sol y la Tierra. Hay que convivir con la belleza que generan los demás. No habrá oscuridad si las luces están encendidas. Si se atraen para producir energía que genere bienestar. Para eso la visibilidad existencial debe ser prioridad. El otro existe y su potencialidad está destinada a aportar su luz en el entorno en que vive. La órbita social gira alrededor de todos, no es exclusiva de unos ni excluyente de otros.

Ante lo que trae penumbras o ante lo que quiere opacar surgen las muestras superadoras que se sintonizan intencionalmente para posibilitar el surgimiento de la luz social. Todas las pruebas imponen un desafío y solicitan el mayor alcance lumínico. Como el sistema solar gira alrededor del Sol, el sistema social gira alrededor de cada ciudadano. Cada vida ilumina la humanidad.

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