Por José Ocampos

Abogado

Catedrático Universitario UNA

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Analista político

A tres años de haber recuperado el Poder el Partido Colorado, se encuentra en una etapa crucial donde juega sus cartas para constituirse en una opción válida de cara al 2018.

La derrota durísima en las últimas elecciones municipales donde no solo ha perdido la capital del país, sino también bastiones emblemáticos del coloradismo como Encarnación constituyen la prueba más dolorosa pero que faltaba para demostrar que con la pañoleta, con los apellidos tradicionales, o con las hurras ya no se ganan elecciones.

El electorado ha madurado, y pese a que su corazón se inclina hacia un partido determinado, observa mas fríamente y mejor al candidato, sus antecedentes y su proyección.

Este resultado dispara un nuevo escenario donde de una vez por todas los partidos tradicionales deben entender que deben poner a consideración de la ciudadanía lo mejor que tienen, sus mejores juradores, personas intachables, de vida personal y privada impecable, y sobre todo más que sus palabras deben hablar de él su gestión.

Esa es la única vía que tienen los partidos tradicionales de recobrar la confianza del electorado y desplazar a esas castas eternas que con el mote de ser de tercera o cuarta generación han secuestrado a esas instituciones para enriquecerse y enriquecer a su séquito estando presentes en cuanto escándalo sale a la luz. La Toma de la Bastilla también debe llegar para ellos, este es momento de ahora o nunca. Creen que con dos o tres hurras desapareciendo durante todo su periodo pueden despertar algún interés con una campaña mediática burda y vulgar.

Hay una luz de esperanza con la aparición de nuevos actores del partido, personas jóvenes, transparentes, sin pasado, o sin tradición de antaño podría decirse pero mostrando gestión y resultado, acorde con el dicho más acción y menos palabras. Vaticinábamos una lucha dialéctica entre la vieja guardia que cimentó su protagonismo en la estructura prebendaría, cuyos principales actores están relacionados con hechos de corrupción, rompiendo la regla de predicar con el ejemplo Vs el nuevo liderazgo joven sin pasado y transparente que muestra como carta de presentación su gestión y sus ganas.

En ese marco, el partido más importante y protagonista de la política paraguaya se debate internamente en una jugada crucial. O se adapta a las nuevas corrientes de la historia, de la transparencia, de la gestión, de una vida ejemplar hasta en el aspecto privado de sus líderes o persiste en las claques históricas que con el cuento de la tradición se han enriquecido y protagonizado hechos de corrupción indefendibles.

El Partido Colorado ha demostrado que siempre se ha adelantado a los tiempos, así de sostener al régimen de Stroessner ha sido al momento del golpe del '89 el primero en respetar las reglas de la democracia. Reflejo de ello es que hasta ahora es el único partido que realiza elecciones internas reales y en serio. El resto predica la democracia pero luego entre cuatro paredes decide las candidaturas a dedo.

En ese marco, el regreso del Dr. Nicanor Duarte Frutos ex presidente de la República genera también muchas expectativas en el partido y en sus estructuras a nivel nacional, especialmente de cara a las esperanzas de las clases rurales y obreras.

De todas maneras, el sector oficialista del partido no debe olvidar que fuera de esos líderes eternos y perimidos se encuentra un ejército de luchadores incansables del partido, especialmente de mujeres que con su trabajo incansable asisten a sus comunidades, a sus vecinos o como se vio nuevamente en este periodo de inundaciones fueron las tan criticadas seccionales una de las pocas entidades civiles que se mostraron para asistir a las familias existiendo tantas ONG de ayuda a los carenciados que brillaron por su ausencia salvo esporádicas imágenes que parecen más para aparecer en redes sociales.

Esa dirigencia de base, honesta y trabajadora incansable también ha sido abandonada por la llamada dirigencia tradicional y espera en forma estoica su reivindicación histórica.

En ese marco este hecho nos recuerda al famoso atraco a la Junta de Gobierno en 1987 donde el sector militante muy criticado representó una opción de participación real de los segmentos campesinos y obreros frente a un tradicionalismo arcaico y eterno cuyos exponentes estaban más relacionados con las clases altas de Asunción y lejos de la mano dura y ajada del campesino trabajador.

Por tanto, para seguir marcando las pautas y la dirección de la política paraguaya el Gobierno y el Partido Colorado deben tener el coraje, la mesura, pero la firmeza de asumir una dirección sin desvío de gestión de sus representantes, sin querer caer bien a todos, sino pensando en el país pero estrechando directamente una nueva alianza con el liderazgo tradicional del partido abandonado.

El Partido Colorado debe volver a ser el foro de debate de los temas de Estado, de las direcciones de la República y de las políticas económicas y rurales de sectores abandonados y marginados. Esa es su esencia y hay que redescubrirla quitando las hojas secas.

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