Augusto dos Santos, enviado especial.
Apenas amanece, doña Felipa, costurera, mira el río desde el muro a 10 metros de su casita en el barrio Obrero. Hace semanas que el nivel está por sobre la altura del techo de su vivienda. El panorama le recuerda el año 1983, cuando el río ganó la guerra. La misma que hoy vuelven a librar los pobladores de Pilar contra el indomable Río Paraguay.
Ubicada a 358 kilómetros de Asunción, esta ciudad histórica fue fundada por Pedro Mello de Portugal el 12 de octubre de 1779, con el nombre de Villa del Ñeembucú. Por allí, desde entonces pasó la historia grande del Paraguay en la defensa de sus fronteras. Allí se enamoró el Mcal. López, tuvo amante e hijos y fue en su Cabildo Historico donde juró defender la patria hasta la muerte. Por sus márgenes con el Arroyo Ñeembucú pasó la Guerra Guasu y a pocos kilómetros se encuentran Humaitá, Paso de Patria, Curupayty, cuya sola mención recuerda los capítulos centrales de la lucha desigual contra Brasil, Argentina y Uruguay.
Muchos encuentran coincidencias entre aquella lucha y la de hoy. Es imprescindible que sea así, porque sin mística es imposible que miles de personas –como sucede– acudan a los muros, llevando arena de las calles de los barrios, cargando bolsas y lanzándose al agua para emparchar los sitios donde los muros empiezan a resentirse y quebrarse. Hasta hoy, las batallas de una nueva creciente están ganadas. Todos saben que la naturaleza es indomable en Pilar, pero la misión que tienen es resistir hasta que las aguas bajen. Esa es la batalla principal que en este momento están dando.
"Nosotros no tenemos tiempo para pensar en nuestra ciudad inundada, solo tenemos tiempo para pelear en los muros", decía en 1983 uno de los héroes de la defensa, don Nicolás Mellone, ya fallecido. Hoy pilarenses como él viven caminando sobre los muros, vigilando los movimientos del río y respondiéndole con bolsas de arena cada vez que se producen filtraciones.
Pilar lucha contra la lluvia y contra el río
Para proteger a la ciudad luego de la inundación de 1983 se construyó un muro de contención que rodea a la ciudad, el que –se diría– está artillado con 17 motobombas. Como las aguas no se escurren naturalmente después de las lluvias, se recurre a las motobombas para que desagoten la ciudad cuando se registran precipitaciones. "Estamos en una Palangana", dice Narciso Vázquez, un funcionario de la Gobernación. "El río nos amenaza desde afuera y las lluvias nos inundan desde adentro", pero a renglón seguido explica que estas precipitaciones son desagotadas hacia el río apenas empiezan a acumularse.
Como en Fuenteovejuna, todos a la una
La tarea en los muros está repartida por los propios líderes de los barrios. Nadie los eligió en asamblea ni importa de qué partido son, los más "guapos" para defender son los que dirigen. Las señoras trabajan la logística, alimentos, agua, tereré; pero nada impide que también se entreguen a reunir arena, a embolsarlas, a zurcir sus bordes y a poner a disposición de los encargados de la tarea más delicada: tapar las filtraciones.
Estos hombres se arrojan al agua, reconocen con las artes del buceo los sitios donde se filtran las aguas e instalan allí las bolsas con arena, hasta que –como si fuera una herida– el muro deja de sangrar.
Desde el momento en que se registra el filtrado hasta que un centenar de voluntarios se reúne en un sector, se demora solo unos pocos minutos. Todos en Pilar duermen con un solo ojo.
Lo peor llega entre mayo y julio
Benjamín Grassi es catedrático de Meteorología de la Universidad Nacional de Asunción y manifestó su inquietud por una serie de factores convergentes en el 2016 entre los cuales citó: un Niño extraordinariamente intenso, una temporada de elevación inusual de temperatura y la coincidencia con la etapa histórica de creciente natural del Río Paraguay entre los meses de mayo y julio.
Si el río baja lo suficiente en las próximas semanas, el fenómeno puede ser menos grave, pero si ello no ocurre y el "piso" sigue siendo alto, tenemos que prepararnos para una dura creciente para tales meses coincidentes con el otoño. Lo peor puede estar llegando –sentenció–, agregando su preocupación porque no observa suficiente previsión con respecto a tal momento.