Por Alex Noguera

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El sentido del humor de los paraguayos es tan singular, que no es raro ver que en pleno velorio una ronda de amigos (o desconocidos) cuenten chistes. Ya el gran Helio Vera plasmó un tratado de paraguayología en honor a las características propias del homo sapiens de esta parte del mundo y hoy navegaremos tanto en humor como en velorios, pero con una profundidad trascendental, aunque parezca contrasentido.

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El tema arranca con el rimbombante anuncio de la Fiscalía, que ordenó se hagan las "pericias accidentológicas" en el caso del triple choque, ocurrido en la zona de Benjamín Aceval. Supongo que esas pericias son muy importantes por dos motivos. Uno, para revelar cómo ocurrió el accidente y por tanto servirá para alimentar la usina de morbo social, y dos, para encontrar al culpable de las muertes. Las causas pueden ser muchas, desde el sol que dio de frente a los conductores, la alta velocidad, hasta el folclórico "malavisión" y hasta el famoso bache que había –según dicen los testigos– y al cual hasta ahora no se lo encuentra. Supongo que a estas alturas este bache villano ya se habrá escapado y cruzado la frontera, pero si lo llegan a capturar espero que le den varios años de cárcel por criminal.

Pero hablando en serio, la reflexión de hoy es una deuda póstuma que tengo con un amigo, Beto, un ser generoso que también perdió la vida en un accidente de tránsito en la misma ruta.

Como Beto trabajaba en el Chaco, eran frecuentes sus viajes. Cada vez que sus hijos le reclamaban su ausencia, él les decía en tono bajo que debían comprenderle, que él era el Comandante de la más secreta base de submarinos en el corazón del Chaco paraguayo. Cuando los chicos lo miraban atónitos, él se ponía un dedo en lo labios en señal de que le guardasen el secreto. Los niños se preguntaban cómo era posible que hubiera submarinos debajo de tanta tierra. Suponían, tal vez, que navegaban por intrincados túneles de agua subterránea o quizá que debajo del Chaco había un océano. El caso es que un día el Comandante sufrió el accidente y en pleno velatorio alguien en broma comentó que un torpedo había alcanzado a su submarino. Los niños lloraban desconsolados la pérdida de su padre, quien jamás les contó que él apenas era un peón y que ese día no dirigía ninguna máquina de guerra, sino que iba en la parte posterior de una camioneta sujetando un pesado motor. Al volcar el vehículo, esa tonelada de peso lo aplastó.

Esa vez no hubo fotos ni filmaciones ni "pericias accidentológicas". No se difundió la información ni impactó en la sociedad. Tampoco hubo orden de captura para ningún bache. Pero sí hubo culpables. Y estos son tan negligentes, que ni siquiera son conscientes de su responsabilidad.

Me refiero a esa falta de visión, a ese acomodo en las bancas, a esa costumbre de atiborrarse los bolsillos con dinero sin siquiera producir ideas. Por ejemplo, un tren de Asunción a Mariscal Estigarribia en el que se pueda viajar plácida y rápidamente, sin riesgo y a precio módico. Miles de paraguayos deben comprar camionetas 4x4 para gastar cientos de millones de guaraníes en combustible porque no hay un medio como ese. Cuánto desarrollo podría significar el tren. Incluso que llegue a Bolivia. Los bolivianos estarían encantados de poder sacar en vagones su producción minera hacia el Atlántico, o los ganaderos paraguayos sus vaquitas, o los turistas llegar hasta allá en 3 o 4 horas, en bólidos eléctricos, ya que no falta energía eléctrica.

Si la Policía logra capturar al bache asesino y más, si logra que confiese, tal vez sabríamos cuántos paraguayos mueren cada año en esa ruta. Ojalá que revele el nombre de sus cómplices.

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