Enrique Vargas Peña

Me fue difícil entender por qué los periodistas dedicados al tema ambiental en los diarios, principalmente de ABC Color y Última Hora, ponen el acento en que no hay que usar el lago Ypacaraí en vez de ponerlo donde corresponde: Sobre los que arrojan contaminantes al lago.

Ramón Zubizarreta, ex intendente de San Bernardino, me explicó alguna vez en la 9.70 AM la situación del periodista Walberto Caballero, que se ocupa de los temas ambientales en ABC que, según él, tenía interés particular en vender un proyecto español para limpiar el lago.

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Si alguien se toma la molestia de revisar los años de titulares y artículos sobre el tema en esos diarios encontrará que no hay mucho sobre los que arrojan contaminantes a los afluentes del lago y sí, muchísimo sobre la inconveniencia de usar el lago.

Es como si estuvieran más interesados en evitar que se use el lago que en evitar que se contamine.

Ayer, sábado 2 de enero del 2016, dieron una muestra más de que la campaña continuará en esos mismos términos (http://bit.ly/1R6ari4), para tranquilidad de quienes impunemente arrojan contaminantes a los afluentes del Ypacaraí, que de ese modo pueden, cubiertos por el silencio de periodistas que miran a otro lado, seguir sus acciones destructivas.

Los administradores de las municipalidades de San Lorenzo y de Capiatá tienen responsabilidad penal, desde hace muchos años, en arrojar contaminantes a los afluentes del lago Ypacaraí, pero como son bastiones del Partido Colorado, no están en la cárcel, que es el lugar que les corresponde.

Una hija del intendente sanlorenzano Albino Ferrer, por ejemplo, tuvo algún tipo de relación con uno de los frigoríficos que destruyen los arroyos que desembocan en el lago. Por supuesto, nadie en la Fiscalía Ambiental ni en la Secretaría del Ambiente ha indagado las relaciones entre las industrias que destruyen la cuenca del lago y los políticos que les permiten funcionar violando las leyes.

Cada año, desde hace muchos años, la Secretaría del Ambiente y la Fiscalía Ambiental, en efecto, muestran durante la temporada veraniega, toda su inutilidad y toda su complicidad con los políticos sanlorenzanos y capiateños, pues en cada temporada queda en evidencia que nada hicieron el año anterior.

Desde agosto del 2012, en que ocurrió la primera floración catastrófica de cianobacterias en el lago Ypacaraí, la Fiscalía Ambiental y la Secretaría del Ambiente no han hecho más que grandilocuentes discursos, actos de propaganda mentirosa y ninguno de los responsables de esa y las subsiguientes tragedias ha sido obligado a reparar los daños con dinero o, en caso de no tenerlo, obligado a ir a la cárcel.

Los frigoríficos y demás establecimientos industriales de Capiatá y San Lorenzo derraman sus maléficos efluentes en los arroyos que desembocan en el Ypacaraí con la perversa tranquilidad de que nadie les molestará, sobre todo si en la destrucción del lago coinciden con los intereses comerciales de Aldo Zuccolillo y Antonio J. Vierci que pretenden obligar a los habitantes del área metropolitana a comprarles en la lejana Encarnación.

La diferencia en la inversión publicitaria que hay entre Encarnación y San Bernardino explica dónde está la apuesta, a pesar de que entre ayer y anteayer literalmente decenas de miles de personas mostraron que prefieren San Bernardino.

Esa afluencia de gente a pesar de la propaganda negativa no es para menos, pues los paisajes de San Bernardino y Areguá pueden competir a nivel mundial si fueran potenciados, y lo digo con un cierto conocimiento del mundo, cosa que no ocurre con Encarnación aunque Itapúa tiene lugares de atracción regional muy buenos, como las dunas de San Cosme o las ruinas jesuíticas.

La emprendedora capital del Sur no tiene la culpa, además, de estar a seis largas horas de distancia del área metropolitana, lo que la hace muy difícil como destino de fin de semana para quienes viviendo en esa zona solo pueden darse esparcimiento durante las breves cuarenta y ocho horas de cada sábado y domingo.

Pero eso no les interesa demasiado a los que quieren vender en Encarnación. Que conste que apoyo absolutamente la inversión inmobiliaria y hotelera en la capital del Sur, pero no comprendo por qué debe hacerse desalentando las que pueden hacerse en San Bernardino, Areguá e Ypacaraí.

También hay que decir que los intendentes y las juntas municipales de San Bernardino, Areguá e Ypacaraí, que pueden hacer de la masiva afluencia de habitantes del área metropolitana a sus costas sobre el lago su principal fuente de ingresos y progreso, no han mostrado demasiado interés en impulsar las investigaciones penales que corresponden sobre las intendencias municipales de Capiatá y San Lorenzo o sobre los propietarios, directores y gerentes de las empresas que destruyen el ecosistema del lago Ypacaraí.

San Bernardino, Areguá e Ypacaraí deberían tener un equipo de investigaciones y un equipo jurídico encargado solamente de perseguir penalmente a los delincuentes que afectan el ecosistema del lago, pero no lo hacen porque están también en la componenda política.

La destrucción del centro histórico de Asunción es el modelo que deben estudiar los intendentes de San Bernardino, Areguá e Ypacaraí para entender lo que está ocurriendo con la cuenca del lago.

Un grupo de empresarios, entre los que también estaba Zuccolillo, había hecho en los años 80 fuertes inversiones en la zona comprendida entre las calles Senador Long y Santa Teresa de Asunción, lo cual era su más legítimo derecho.

También era su más lógica acción tratar de impulsar esa zona manteniendo bajos los niveles impositivos, como hicieron con el apoyo del entonces presidente de la República, Andrés Rodríguez.

Pero alentaron otras acciones: Contando con la ceguera estratégica del entonces intendente de Asunción, Carlos Filizzola, elevaron artificialmente los costos del centro, alentando en él el estacionamiento tarifado que hasta ahora impiden en las zonas donde están; y un nivel impositivo cuatro veces más elevado que en sus zonas.

El resultado, buscado y logrado, fue el rápido deterioro del centro histórico, una pronunciada desinversión y la situación de abandono que sufrió hasta que Evanhy de Gallegos empezó tímidamente a revertir. Aquella ceguera de Filizzola fue el instrumento fundamental del proyecto, igual que la actual ceguera de los intendentes de San Bernardino, Areguá e Ypacaraí lo es con respecto al lago.

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