Por Augusto Dos Santos
Muy temprano reunió sus cosas. La sábana y unas bolsas grandes de basura oficiaron de maletas y caminó
María con sus pequeños atrás, rumbo a las alturas, donde las vías del tren dan refugio sempiterno a los ribereños acosados por las crecientes históricas. Este año "El niño" vino con mucho berrinche y hectólitros de
llanto que subieron el cauce de los ríos y multiplicaron las penas y los desarraigos.
El hecho dejó al descubierto una pornográfica realidad: el Estado debe una solución a los ribereños hace décadas, desde que el centro se convirtió en un imán de sobrevivencia tan fuerte que valía la pena vivir con el agua en la puerta de los bañados.
La idea se instaló hace un año, tras asumir Soledad Núñez en Senavitat: un megaproyecto de soluciones habitacionales capaz de alojar a 4.000 familias a 5 minutos del centro, en un terreno del RC 4, en Zeballos Cue. Es un proyecto que plantea soluciones habitacionales integrales para pobladores de Zeballos Cue y de la Chacarita Baja, en donde se dará una integración social que los beneficiará.
Una solución integral, pues la primera fase prevé, además de unas 1.000 viviendas, servicios sociales, públicos
y equipamiento urbano, centro comunitario, escuela, colegio técnico, mercado, puesto de salud, un local para
el SNNP, espacios públicos.
El sistema de agua potable tendrá un tanque elevado de agua y red de distribución con capacidad para la cantidad de habitantes. La planta de tratamiento de efluentes cloacales realizará la tarea de depuración.
Teniendo en cuenta el futuro diseño vial se buscará encauzar lo más rápidamente posible las aguas pluviales.
Las calles, aparte de estar enmarcadas en las normativas técnicas internacionales, canalizará el flujo vehicular
hacia zonas en desarrollo, como la Costanera Norte y no será un contribuyente nocivo desde el punto de vista de los posibles atascamientos.
Todo parece perfecto. Si te detuvieras a mirar las condiciones en las que se debaten hoy los damnificados, bajo
puentes, en terribles hacinamientos en las avenidas, con agobiantes molestias para ellos mismos y los vecinos,
dirías "¡qué gran idea!".
Pero no todos opinan lo mismo. Y como siempre, la cuestión medioambiental es el pretexto. Ni la especulación
inmobiliaria, ni los intereses comerciales y la mezquindad política muestran la cara; lo adjudican todo a un supuesto resguardo ambiental, lo que es serenamente rebatida en el proyecto. Tales cuestiones mantienen atorado al plan que permitirá viviendas dignas para los moradores de los bañados. Lo paradójico es que
muchos de los que se oponen "por razones medioambientales" son políticos que por décadas pidieron priorizar la suerte de los ribereños.
La cosa parece mucho más fácil de explicar: por décadas, los bañados fueron ese lugar donde la clase política
fue a buscar ese voto indigno, a pagar por las voluntades que a su vez viven presionadas por una realidad que les impide rechazar un cien mil-í.
Una vivienda digna, condiciones de vida saludable y quizás nuevas oportunidades laborales es mucha mala noticia para esa forma de lucrar con la desgracia de la gente. Peor aún -y asquea el solo decirlo-, a unos no les conviene que otros sean los que hagan esta obra. Pero – claro- a la hora de los discursos nos juntamos todos a llorar por la realidad