Por Marcelo A. Pedroza

COACH – mpedroza20@hotmail.com

Lo que hacemos ¿para qué sirve? La lectura de la pregunta puede repercutir de diferentes maneras, tantas como cuantos lectores la lean. Y su respuesta también acarreará incontables interpretaciones. ¿Para qué sirve lo que hacemos?, ¿qué criterios pueden enmarcar alguna posible argumentación?, ¿hacia dónde podemos llevar el planteamiento?, ¿puede transformarse en una pregunta existencial o puede ser emitida como ejemplo del pragmatismo puro?

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Donde hay comprensión hay descubrimiento. La diversidad es una de las resonantes características del ser humano, todas y todos tienen su impronta personal que los hace únicos. Comprender esta natural distinción puede ser vital para aceptar que lo que cada uno hace tiene un valor importante. Y desde ahí se cimienta el sentido del hacer. ¿Quién sino uno mismo puede darle la primera relevancia a lo que se realiza?, vivida esa valoración se puede transmitir hacia los demás, quienes también podrán admirar el obrar. Si uno valora lo que hace, los demás también lo harán. Es como el principio que indica que si uno se quiere puede querer a los demás. No se le puede pedir a una persona que valore a los demás sino se valora a sí misma.

El psicólogo Edward. B. Titchener (1867-1927) fue uno de los propulsores de la teoría estructuralista. En su estudio enfatizó la relevancia de tres factores determinantes para poder conocer a la mente. Uno de ellos estaba compuesto por los elementos individuales de la conciencia, así las imágenes, emociones y sensaciones puras daban un soporte al proceso del pensamiento. En segundo lugar analizaba cómo se organizaban las experiencias complejas, y explicaba que podían ser atomizadas conociendo cada elemento y en función de las sensaciones elementales. Y el tercer asunto era contemplar cómo los fenómenos mentales estaban estrechamente unidos a los fenómenos físicos.

Las lecciones de Titchener pueden ser un marco de referencia para pensar lo social. Estamos inmersos en un mundo en donde cada uno de nosotros puede aportar sus elementos vitales, es una constante oportunidad de ser protagonistas de la estructura colectiva en donde estamos presentes. Las virtudes y los valores individuales al servicio y a favor del conjunto.

Cuando uno siente que lo que hace es útil para otros, encuentra la fuerza necesaria para continuar aportando. Hay una estrecha relación entre el sentido que se le otorga a la tarea y la utilidad que la misma puede tener. Cuando el sentido moviliza, la utilidad se siente. Hay que sentirla para valorarla, y si es posible hay que tratar de vivir constantemente esa sensación. Incluso hay que animarse a transmitirla, a verbalizarla emotivamente para que quienes reciben dichas expresiones se emocionen también.

En el desarrollo de los vínculos las experiencias complejas, en el caso de que existieran, tienen una razón de ser; y hay que detenerse en la comprensión de los factores que las han originado para unir todas las causas y así poder conocer los caminos a seguir. Las enseñanzas surgen en cada situación, son sus aprendices quienes tienen la facultad de poder verlas como tal.

El hacer fortalece los propósitos que lo estimulan. Hay que creer en la utilidad de las acciones positivas, ellas siempre quieren dar algo. Hay que aceptar la creencia de las misiones personales dispuestas a construir sueños colectivos. Despertarse emotivamente es una decisión personal, aunque sus efectos son útiles para aquellos que rodean esa manifestación de servicio. Servir implica asumir elecciones.

Todo está relacionado. Lo que se vivencia tiene sus consecuencias. Habitantes educados, sociedades educadas. Las exteriorizaciones sociales son expresiones del sentir ciudadano. Los fenómenos sociales nacen de las personas, no hay otros responsables. Las respuestas dependen de las mentes que las brindan. El proceso consciente de valorizar los aportes subjetivos permite sostener el cotidiano relacionamiento social. Cuando lo plural respeta lo elemental se produce un permanente fluir entre los actores implicados. El objetivo estructural radica en fomentar la colaboración de todos y de esa forma crear las propias fuerzas movilizadoras para llevar adelante los proyectos comunes.

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