Marcelo A. Pedroza
Coach
La inteligencia habilita la creación de oportunidades que generan vínculos constructivos. La posibilidad latente de vivirlos depende del ser humano. Las ideas son usinas trascendentes para la constitución de los hechos. Ellas pregonan lo que se quiere, aquello que se idealiza para encausar una trayectoria. La mente abre significados que descubren la existencia de la relevancia del proceder cotidiano. La actividad cognoscitiva trabaja constantemente el objetivo perseguido. El conocimiento apela a la conjunción de las características valiosas de la estructura natural que reside en las personas.
Lo que sucede está avalado por la inteligencia y su respaldo produce compromisos. Lo que aparece se percibe y las sensaciones que se manifiestan nacen conforme a la concepción adquirida hacia la misma. La relatividad y la subjetividad pueden fomentar tantos efectos como portadores las expresen. La idea del sujeto que construye el objeto que se propone ayuda a comprender la diversidad hacedora de quienes deciden elaborar sus menesteres. La creación y el consiguiente respeto a las constituciones normativas deben sentirse como base del amparo hacia la convivencia colectiva y como garantías de la libertad individual.
La idea tiene un sentido. Idealizar es motivante, intentar desarrollar lo pensado es desafiante y actuar en consecuencia es revitalizante para sostener la esperanza de poder realizar completamente lo propuesto. Las experiencias nutren al conocimiento, de ahí la influencia del hacer. El principio requiere de una causa movilizadora y el final también, dado que siempre surge una nueva razón para culminar victoriosamente lo vivido. Está en la humanidad poder determinar el criterio con el que se observa el desenlace concreto. La cultura en valores hace lo suyo y se muestra en todo momento, conocerla permite comprender los hechos que acaecen como forjadores de ideales.
La conciencia ciudadana siempre debe apelar a la inteligencia que posee y utilizarla para conquistar lo que permita avanzar hacia el bienestar general. La reflexión es una práctica inteligente que encuentra su regazo en cada habitante y que puede ser el disparador natural para encontrar motivos que estimulen la participación edificante en el seno social.
Las transformaciones requieren de ideas inteligentes. La educación que enseña e invita a vivir necesita la colaboración de todos, para que cada uno pueda tener las herramientas necesarias y la contención social afectiva básica para que el desarrolla del ciudadano represente el crecimiento de la sociedad. El ideal colectivo se aprende si se ve reflejado en la práctica de la vida diaria. Las enseñanzas hablan por sí solas cuando se viven como tal.
El pensamiento propone ideas. Lo que nace de la más absoluta subjetividad puede transformarse en una fuente vigorosa para la comunidad. ¿Qué pensamientos idealistas han sido propulsores de aportes realizados en los entornos en donde habitamos? La respuesta nos pide reflexión. También nos vincula con la sinceridad y con la capacidad para reconocernos una vez más. Pueden surgir varias connotaciones y todas deben ser bienvenidas. Quizás sea necesario escribirlas u oportuno comunicarnos con quienes todavía no hemos podido involucrar para que sean parte de lo que tenemos pensado hacer. Si se unen varios pensamientos es probable que nazcan ideas que entusiasmen a otros. La inteligencia alimenta ideas que fomentan la pluralidad de percepciones y que son valoradas para transformar positivamente la vida.