Por Natalio Rubinsztein

Socio de BDO Auditores Consultores

El tema tiene plena vigencia, a raíz de todas las noticias que se difunden y de los hechos de los cuales tomamos conocimiento a diario. Y que nos atañen cercanamente, ya que la actividad profesional (como otras) es propicia para las conductas y ejercicios antiéticos. O quizás desprovistos de toda ética.

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El primer punto que deseamos enfocar es que a menudo se suele hablar del Código de Ética profesional, sea en la profesión que fuere, pero entendemos que la sola necesidad que exista un Código de Ética relativo al ejercicio profesional es un reconocimiento implícito que no tenemos una conducta formada en esos términos y que naturalmente no nos manejamos del modo esperado. A decir verdad, desde un punto de vista filosófico, si todos tuviéramos un comportamiento y actitud ética, no serían necesarios los códigos que nos indicasen los patrones y modelos a seguir.

No cabe duda que es factible prepararnos para mantener una conducta ética en el ejercicio profesional. Pero para que esto tenga credibilidad y arraigo; es decir, para que tenga aplicación efectiva, debe pensarse en un proceso continuo, de ejecución sucesiva, que debe iniciarse en varios frentes.

Se puede hablar de una ética espontánea o natural y también de una ética científica o bien sistemática (I). Algunos dirían que lo ético se podría traducir como un "modo o forma" de vida, en el sentido profundo de la palabra; no meramente una "manera" de vida (II).

Otros, como A. Sánchez Vázquez dicen que es la "teoría o ciencia del comportamiento moral de los hombres en sociedad". Hay diversos autores que distinguen entre ética y moral; aunque existen quienes sostienen que lo moral se relaciona con lo humano, y en un sentido estricto, el término moral se aplica al acto humano en relación con la norma del bien. En esta acepción, lo moral se identifica con lo ético.

Resumiendo: lo que los griegos llamaron ethos (luego ética), los latinos llamaron mores (luego moral) (I). Frecuentemente también se habla de normas éticas; es decir, aquellas que dirigen la actividad humana en orden al bien; y que comprometen a la persona porque se dirigen al núcleo mismo de su ser y de su interioridad personal. Pero lo interesante de ellas es que son una invitación al valor y una exigencia de realización perfectiva. Su violación lleva consigo la sanción interna: el remordimiento, el reproche de la conciencia (I).

Menuda tarea nos queda para vincular todo lo que antecede con nuestra realidad cotidiana y –como suele decirse frecuentemente– "en este mundo que nos toca vivir", como si en realidad esto fuera una cuestión de juego de azar donde nos han impuesto algo sin que tengamos la posibilidad de intentar torcerlo o revertirlo; algo así como un fatalismo estructural.

Encontramos sí, Códigos de Ética en distintas profesiones liberales, que particularmente consideramos contribuciones importantes a la concienciación y difusión del tema.

No obstante estimamos que la mera existencia de los mismos, aunque reconociendo que constituyen hitos fundamentales para enfrentar el problema, es solo una parte del principio de solución.

La formación ética tiene que comenzar mucho antes, en el hogar, las escuelas, los grupos juveniles de la confesión que fuere, etc. Y por supuesto en el transcurrir de los individuos por la vida escolar inferior, media y universitaria, que debería de constituirse en un baluarte de excepción en ese sentido. En verdad, la formación ética antes que enseñarla hay que ejercitarla y ese es el modo de fijarla de modo indeleble en los individuos.

Lo que ocurre a menudo, al menos en la formación universitaria es que se insiste demasiado en lo técnico, y el énfasis en estos aspectos desvía la atención de la raíz ético-moral de aquello que se difunde en las aulas. Como si la ciencia, la técnica, el arte, etc. hicieran olvidar y relegar lo ético. Y entonces, entre la difusión y el ejercicio de lo ético-moral, lo esencial, lo genuino, aquello que constituye la razón de ser del comportamiento ético (orientado hacia la norma del bien) debería surgir espontáneamente, como un fruto maduro.

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En consecuencia, reiteramos que es factible hablar y referirse a una formación ética para la vida profesional, etc. así como también es factible hablar respecto de "una ética" en todos los órdenes de nuestro relacionamiento como seres humanos. Sin olvidarnos de la importancia de la sanción de fondo que reviste la norma ética, y que es la que cada uno siente en el interior de sí mismo.

Naturalmente, estamos en desacuerdo con quienes manifiestan corrientemente las excusas que no es factible tener una actitud honrada en los negocios, en la vida profesional, etc. y quien quisiera hacerlo se iría a la bancarrota, o que ..." yo estoy dispuesto a hacerlo, pero mi vecino, competidor o colega no... por eso no lo hago".

En tratar de ganar esta batalla el ejercicio es individual. Y el ejemplo de nuestra conducta para con los terceros y nuestros sucesores, un irreemplazable instrumento educativo.

Como decíamos al comienzo, parte de un proceso continuo de ejecución sucesiva.

(I) Etica, Dr. José R. Sanabria, México 1980.

(II) Naturaleza, Historia, Dios, Poblet, Buenos Aires, 1948.

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