Por Milia Gayoso Manzur - miliagm@yahoo.com

¿Tomó la teta Felippo? Durante cuantos meses su madre lo amamantó para que se convierta en un bebé robusto y sano, y luego en un exitoso hombre de negocios? Era ella de buen pasar económico y tenía todo el tiempo del mundo para cuidar de su retoño, o por el contrario, con el útero acomodándose a medias en su sitio ya volvió a su trabajo? En estos momentos me asaltan estos interrogantes.

"No querrán contratar mujeres por culpa de la ley", reza el titular de una información publicada en la edición del miércoles de este mismo diario. La misma hace referencia a las virulentas reacciones de Eduardo Felippo, presidente de la Unión Industrial Paraguaya a la recientemente sancionada Ley de la Lactancia Materna por parte de la Cámara de Diputados, que traerá varios beneficios para las madres, a fin de fomentar la lactancia materna por lo menos durante los primeros seis meses de vida. La nueva ley amplía el permiso por maternidad de 12 a 18 semanas, pero aún falta su promulgación por parte del Ejecutivo.

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Para completar el oscuro panorama mamá-bebé, Felippo y la creme de la creme de la UIP afirman que las mujeres que están en edad de concebir no serán tenidas en cuenta laboralmente, y que van a solucionar su problema de mano de obra, contratando a mujeres mayores a 40 años. Viéndolo por ese lado, es fantástico; por lo general los empresarios no quieren saber nada de maduritas cuarentonas ni si tienen un currículum de 100 páginas. Ni qué decir de las que pasamos la edad de oro de los cincuenta. En este país, muy pocas mujeres adultas mayores desempleadas consiguen trabajo, porque ya perdieron sus curvas, su fuerza joven o su agilidad física y mental.

De aprobarse la ley, en adelante solo conseguirían trabajo las niñas menores de 10 años y las damas en plena menopausia. Las del medio (edad fértil), las futuras madres de los futuros ciudadanos paraguayos tienen varias opciones para sobrevivir económicamente: irse del país y volver con el inicio del climaterio, conseguirse maridos millonarios para no tener que trabajar, mantenerse vírgenes hasta los 45 y mostrar certificado probatorio, ligarse las trompas de Falopio o arrancarse los ovarios para no concebir, dedicarse al trabajo de prostitución, convertirse en cafichas, cortarse el pelo y disfrazarse de hombre (como aquella telenovela "Me llaman gorrión", protagonizada por Beatriz Taibo), no estudiar, comer ni vestirse para ahorrar gastos a su familia o a sí mismas, hasta que tengan bandera blanca para presentar su postulación a un empleo. Como solución, los que componen la UIP van a prescindir de quienes están en la flor de su vida, con la energía y creatividad en su apogeo, en vez de aplaudir la medida (porque ellos también nacieron de mujeres y tienen esposas, hijas, nietas y nueras). ¿O son de una raza que se procrean por ósmosis, cuyas mujeres no precisan trabajar?

Otros altos directivos de la UIP también se han pronunciado sobre la necesidad de que los congresistas dialoguen con el sector empresarial "el obligado a cumplir las leyes". Si me permiten los respetables señores, les quiero decir que están equivocados al no apoyar que sus "empleadas" (aunque no todas las mujeres jóvenes de este país están bajo su servicio y mandato) puedan tener más días de licencia para ese acto sublime y único en el universo, como es la maternidad. Al contrario, deberían ser más inteligentes y utilizar a su favor y a favor de futuros ciudadanos más sanos y felices, la nueva ley. ¿No ven el ejemplo que dan otros países del primer mundo donde se prioriza la salud física y mental de madres e hijos?

Se los digo con conocimiento de causa porque soy madre de cuatro hijos y sé lo que significa dejar a los bebés chiquititos con personas extrañas para volver al trabajo y tratar de utilizar adecuadamente los famosos 45 días antes y 45 días después del parto, trabajando hasta horas antes de romper bolsa o de ingresar a la sala de parto. Porque eso hace la mayoría de las mamás: trabajan hasta lo último, cuando la panza está por "reventar", a fin de tener más días para estar con el bebé.

Aunque el permiso se alargue y los empresarios se quieran cortar las venas con una galletita porque sus esclavas no vuelven, se pueden buscar soluciones alternativas, llegando a acuerdos entre patrones y empleadas. Algunas mamás regresan antes del tiempo que la ley les otorga, y van usando los días a favor para cuando el bebé está enfermo o lo debe llevar a los controles. Hablando la gente se entiende y todo se hace más beneficioso para ambas partes.

La que sale por permiso de maternidad siempre tiene el temor de que otra compañera se quede en su lugar o de volver y ya no tener empleo, entonces va al hospital y luego a su casa con una enorme preocupación que el patrón le puede evitar con una comunicación sincera y la seguridad de que la empresa la apoya en en ese momento de su vida. Me duele que este país levantado de sus cenizas por mujeres que parieron numerosos hijos para volverlo a poblar castigue ahora a las dadoras de vida.

La mujer que disfruta de su maternidad con mayor sosiego y alegría será una empleada más eficiente y feliz, y rendirá el doble. Si tiene que volver muy pronto al trabajo y su mente está en el cuarto de su niño, nada de lo que haga fuera de él brillará como debiera.

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