Por Roberto Izurieta, Catedrático de la George Washington University, EEUU

No es noticia la buena bienvenida que se le da a un Papa en cualquier país en las últimas décadas. Quizás porque el Papa para muchos es simplemente una "celebridad" o porque la gente busca alivio en sus vidas cotidianas, buscan una esperanza, fe o simple novelería. Benedicto XVI llenó el Estadio de los Yanquis, Juan Pablo II atraía grandes multitudes, pero la visita del papa Francisco a los Estados Unidos de Norteamérica fue sumamente especial y distinta por algunas razones.

La primera, es por el nivel de atención política que concitó en Washington. Francisco es el primer Papa Hispano, al cual algunos lo acusan de ser tan "progresista" que parece "peronista". Los conservadores lo esperaban con mucho recelo sobre todo luego de su parada en Cuba, la visita innecesaria a Fidel (quien ya no es formalmente el jefe de Estado) y no haberse reunido con miembros de la disidencia.

A pesar de ello, el papa Francisco tuvo siempre "casa llena" en todos sus eventos y recorridos en su viaje a Estados Unidos. Mi mayor sorpresa fue que casi todos los diputados, senadores, ministros, miembros de la Corte Suprema, autoridades militares, estuvieron presentes para escuchar al Papa en lo que sería su discurso más político y de mayores consecuencias: el primer Papa en dar un discurso a las dos Cámaras del Congreso en la historia de los Estados Unidos de América.

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En otras palabras, todo el poder político de los Estados Unidos de América estaba allí para escucharlo, y los que no estaban (porque no fueron invitados) si no lo escucharon en vivo, estoy seguro que leyeron sus palabras con mucho cuidado.

Cuando ingresé esa mañana a mi Universidad, en el lobby de The George Washington University tenemos unos 15 televisores que sintonizan todos los programas políticos más importantes de la nación: todos estaban conectados en vivo con la visita del Papa a Washington.

Tuve el honor de ser el comentador principal para ese discurso del Papa en vivo en CNN en Español, y antes de su discurso dije que esperaba que el Papa sea muy firme en la lucha a favor de una reforma migratoria justa y urgente. Como yo, muchos esperábamos planteamientos políticos: los conservadores esperaban un claro mensaje en contra del aborto, matrimonio del mismo sexo, etc. Los progresistas esperaban sus palabras denunciando el cambio climático, su lucha contra la pobreza e injusticia, apertura de la Iglesia frente a los homosexuales, divorciados y la migración.

El reto del Papa era enorme y antes que comience su discurso nadie sabía cómo lo iba a afrontar; sin embargo, nos sorprendió a todos. Excepto por la explícita condena a la pena de muerte, todo su discurso tuvo un tono conciliador y no político sin dejar de ser político. Pero más que conciliador, evitó llegar al Congreso para dar lecciones de moral o peor aún recomendaciones de políticas de estado. El Papa habló con un tono de voz que invitaba a la reflexión, más no confrontaba. Esa fue su más sabia lección.

Pero sobre todo, el Papa habló de principios y valores más que de política o políticas. Para hablar sobre el reto de la inmigración habló de justicia, de los sueños, de la integración, de la apertura, recordándonos que como el mismo, casi todos somos hijos de inmigrantes, no sólo en Estados Unidos de América sino en toda América.

Para hablar del aborto o la pena de muerte: habló de la importancia de la vida en toda su magnitud. Para hablar de las complejidades de la familia moderna, habló de la necesidad de asumir compromisos, de comprometerse a crear y cultivar una familia más allá de todas las opciones que la modernidad ofrece o sus distracciones sin entrar en juzgamientos que nos dividan.

Yo estaba muy impresionado del nivel de atención que los líderes políticos estaban prestándole al Papa. He escuchado casi todo discurso importante en el Congreso y nunca había visto la atenta y honesta atención que le prestaban al Papa y sus palabras.

Cuando terminó su discurso cambié mi opinión de lo que debía haber esperado y de lo que el Papa logró con esta enorme oportunidad (https://www.facebook.com/GSPMLatam). El Papa Francisco hizo un extraordinario trabajo hablándonos a todos sin decirnos que debemos hacer sino por el contrario, nos permitió reflexionar para que hagamos lo mejor que creemos que debemos hacer.

Considero que fue tal el nivel de reflexión que causó un enorme terremoto político en Washington, con la renuncia anticipada del líder del Congreso (equivalente en nuestros países al presidente del Congreso), John Boehner, quien profundamente conmocionado con la visita y las palabras del Papa deja al Partido Republicano al descubierto de esta pugna que ya lleva años (desde que Sarah Palin y los "Partidarios del Te" secuestraran el 2010 al Partido Republicano, dejando a los moderados sin capacidad de acción, como es el caso de John Boehner).

A pesar que los Papas son bienvenidos prácticamente donde van, la magnitud de la visita del Papa Francisco en Washington fue casi nunca vista antes. Quizás sólo en el año 2008 cuando más de un millón de personas se reunieron en ese frío día de invierno para ser testigos del juramento del primer presidente afro-americano, Washington no ha vivido conmociones de tal magnitud en más de 50 años. Bien por el papa Francisco.

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