Por Milia Gayoso Manzur

miliagm@yahoo.com

La foto del nombre de mi familia en un pequeño coco verde me alegró la tarde. Un amigo impulsó la inscripción en uno de los miles de frutos que adornarán el altar que el genial artista plástico Koki Ruiz está preparando, a la espera del papa Francisco. Personalmente, vía Facebook o por intermediarios, toda la gente quiere estampar su pedido en cada uno de ellos.

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Es apenas un nombre escrito con pincel sobre la cáscara de un redondo coco, pero encierra anhelos y esperanzas. El Papa no alcanzará a leer los miles de mensajes, o a descifrar apellidos, apodos o nombres entrelazados en corazones que la gente va sumando al trabajo que se realiza en Misiones y traerán a Asunción para cuando llegue a Paraguay.

Sin embargo, esos escritos se convierten en plegarias silenciosas que todos aspiramos lleguen hasta arriba, y como Francisco es el mejor enlace en estos días, apelamos a su intercesión para que se cumplan nuestros pedidos de amor, paz, salud, trabajo, etcétera. Él los llevará metafóricamente hasta el destinatario. ¿Quién no sueña con que su esquela a Dios llegue a puerto seguro?

El ejemplo del coco mensajero es apenas uno de los símbolos que se han forjado en el país, a la espera del mensajero mayor. Para los católicos esta es una visita maravillosa que traerá mucha energía buena al país. Los incrédulos dicen que no deberíamos estar tan felices porque esta visita no va a solucionar los miles de problemas que tenemos, es cierto, pero va a aumentar nuestra espiritualidad, a la va a apuntalar y alimentar.

Su venida no trae soluciones mágicas a problemas graves que aquejan al país, pero su palabra va a aquietar los espíritus quebrantados y ayudará a afianzar la fe.

Es solo un ser humano, dicen otros. Es un ser humano, pero con capacidad de brindar mensajes conciliadores, de unir pueblos, de aceptar en su corazón a los seres discriminados y despreciados, de brindar la palabra justa en el momento necesario, de derrochar su sonrisa bondadosa y la ternura de sus gestos y su mirada. Es un ser bueno, y los seres buenos no provocan tempestades en los otros, sino remanso.

De la venida de Juan Pablo II tengo dos recuerdos imborrables. Uno, la emoción indescriptible bajo la lluvia en Ñu Guasu; y otra, sobre la avenida República Argentina, sintiendo el pirí y las lágrimas cuando pasó a nuestro lado, dejando tras de sí ese halo de bondad y luz que lo acompañaba a todas partes. Era también un ser humano, pero de tal magnetismo que compartía su energía pura alrededor, y sentirse tocada por ella ya era mucha bendición. Juan Pablo II supo construir un mundo de amor a su alrededor, igual que lo está haciendo el actual Pontífice.

Para la venida de Francisco, la gente se prepara de muchas maneras: aprendiendo el Padrenuestro en guaraní, alistándose como servidores, escribiendo sus nombres o mensajes en los cocos, ajustando sus horarios para algunos de los encuentros, ofreciendo albergue en sus casas, anotándose como ayudante para preparar alimentos o simplemente esperando ansiosa el momento.

Hasta se llegó a criticar los gastos que generará la visita. Los entendidos dicen que económicamente, el país ganará mucho más con los ingresos que genere el turismo durante esos días. Se gastará mucho, pero hay que detenerse a pensar en lo que se ganará en eso esencial (invisible a los ojos, como dice "El Principito"). El país y la gente ganará mucho con la energía positiva que va a generar la presencia del Papa. Él vendrá a sembrar su mensaje de amor y paz, y eso no tiene precio.

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