Por Yechiel Leiter, Director general de 3H Global

Cuando uno busca Paraguay en una enciclopedia, invariablemente se encuentra con una descripción inicial que enfatiza su "desventaja": que es un país rodeado de tierra, sin salida al mar. El espíritu de estos dichos generalmente apunta a que países mediterráneos como Paraguay están ipso facto en desventaja.

Ciertamente, la evidencia histórica nos revela que, con anterioridad al advenimiento de la tecnología moderna, eran las ciudades con puertos y salidas al mar los principales motores del desarrollo humano. Estas ciudades eran las receptoras de bienes extranjeros y nuevas ideas. Pero el tiempo ha llegado para que los paraguayos, y el resto del mundo, entiendan que su geografía no debe ser (ni es) una desventaja.

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Los tiempos han cambiado, y las fronteras no son lo que solían ser. Las ideas ahora emprenden travesía por internet, en lugar de hacerlo en barcos. La infraestructura transfronteriza ha llevado la centralidad de las ciudades con puertos marítimos a la obsolescencia.

Lo que Paraguay necesita no es un océano, sino rutas. Megavías que lo conecten con sus vecinos, así como ayudar a conectar a sus propios vecinos entre sí, y que conviertan a Paraguay en el país vial conector de los océanos Atlántico y Pacífico.

Un crecimiento económico sostenible sin un megasistema de rutas y conexiones transfronterizas sería difícil para cualquier país, pero para un país como Paraguay, sería imposible. Sin embargo, una vez alcanzada esta meta, su "desventaja" geográfica se convierte en una ventaja decisiva.

Paraguay yace en el corazón de América del Sur, en medio de Argentina y Brasil, Chile, Bolivia y Uruguay. Esto da una importancia crucial a la posición geo-estratégica de Paraguay, pero sólo si está conectado. Si no está conectado, será evitado. Será como un corazón sin venas ni arterias. Una vez conectado, será indispensable.

Rutas paraguayas que diezmen el tiempo de viaje entre Argentina y Brasil, y entre Brasil y el Pacífico, significan una apertura a más mercados para bienes de producción nacional. Permitirá una mayor diversificación de productos paraguayos: nuevos commodities se volverán relevantes y competitivos. Significará un crecimiento para el mercado laboral a medida que el flujo de nuevo tráfico internacional demande más servicios, más supermercados, restaurantes, hoteles, traductores, mecánicos, etc.

Diversos estudios demuestran que no se puede librar una guerra exitosa contra la pobreza sin un desarrollo vial. Grandes empresas y personas de un alto nivel económico siempre encontrarán una vía de transporte. Pero el pequeño productor, o aquel en busca de su primer empleo, necesitan vías de acceso y rutas que acomoden transporte público de calidad. Es por ello que a la par que se avanza con la construcción de rutas, es imperativo realizar un esfuerzo nacional a gran escala para incrementar la cantidad y calidad del sistema de caminos rurales.

El gobierno de Horacio Cartes entiende estos desafíos, y ha tomado pasos importantes para avanzar al país en esta dirección. Las condiciones de las licitaciones para la construcción de rutas han sido renovadas para permitir la participación de empresas internacionales, lo que acelerará el proceso de ejecución de las obras y reducirá los costos por kilómetro. El monto de la inversión pública en proyectos viales ha crecido dramáticamente, teniendo un aumento del 100% de la inversión en el 2014 y apuntando a un aumento similar para el 2015.

Habiendo dicho esto, debemos decir que ese aumento dista de ser suficiente. Países en vías de desarrollo necesitan invertir, en promedio, el 5% de su Producto Interno Bruto en infraestructura vial. En el caso de Paraguay, esto significa una inversión de un monto nominal equivalente a 1,5 billones de dólares. Sin embargo, incluso luego de importantes aumentos en el presupuesto, las inversiones en proyectos viales estarían cerca de los 0,5 billones de dólares. Se requerirá mucho más para impulsar el crecimiento al ritmo que el Paraguay lo necesita, y merece.

Existe, sin embargo, un proyecto en vías de elaboración que eliminará para siempre (y de forma casi inmediata) el estatus de "mediterráneo" del Paraguay: el dragado del río Paraguay.

Podríamos decir que de cierta forma Paraguay no es mediterráneo, ya que el río Paraguay se encuentra conectado al océano Atlántico. De todas formas, un bajo nivel del río que persiste por 6 a 7 meses del año hace que el río no sea navegable y, por ende, utilizable de forma permanente durante el año para el transporte de cargas a grandes puertos internacionales en Buenos Aires y Montevideo.

Con el dragado del río en puertas, todo eso cambiará. Una vez que el río se encuentre navegable los 365 días del año, los exportadores podrán contratar operadores de transporte marítimo por el año entero. Considerando que los costos del transporte fluvial son sólo ¼ de los costos del transporte terrestre, el costo de los commodities paraguayos se reducirá, haciéndolos más atractivos para compradores y consumidores.

El dragado del río será también una bendición para los productores de Matto Grosso. En lugar de enviar sus granos de soja para exportación vía terrestre, transitando longitudinalmente por todo el Brasil hasta el sobrecargado puerto de Santos (donde los camiones esperan en filas de 40 kilómetros para descargar), ahora podrán hacer el corto viaje a Concepción, y enviar sus bienes por el río Paraguay hasta los puertos.

Uno no necesita tener una gran imaginación o un grado académico en economía para entender lo que 10 millones de toneladas de soja exportadas desde los puertos del río Paraguay harán por el crecimiento económico del país.

Que se considere esto un exhorto a las enciclopedias a cambiar el párrafo inicial en su artículo sobre el Paraguay.

Pronto, Paraguay será mediterráneo sólo en la medida que Panamá no tiene canal.

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