La etapa más curiosa de la vida es la infancia y allí se descubre el “porqué” y “cómo” funcionan las cosas. Como casi todo está basado en el conocimiento científico, cada descubrimiento brinda habilidades útiles a los niños que sientan las bases para su vida adulta.

Cuando un niño se aventura en los mares del conocimiento y empieza a explorar el entorno, arma conceptos que se adaptan a su nivel de compresión y esto no solo le genera más curiosidad para seguir aprendiendo, también lo motiva a seguir haciendo preguntas y buscar respuestas.

La ciencia les aporta sabiduría que pueden aplicar en el día a día, no necesariamente hay que motivarlos a que agarren un libro de química, física o matemática, es prestarles atención cuando tienen curiosidad por aprender.

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Por ejemplo: los niños pequeños inventan explicaciones interesantes para entender su entorno y que todo tenga sentido, mientras que los mayores plantean argumentos científicos más elaborados, así lo explica el Departamento de Educación de los EE.UU.

El proceso científico depende de la observación y experimentos, mediante esto, luego se dan los errores y aciertos, el uso de la información, los cuestionamientos y el análisis de los resultados. Parece difícil que un niño o niña entienda todo esto, pero se les puede ayudar a construir el pensamiento crítico mediante juegos, deportes y la naturaleza misma.

Saber un poco de todo les fortalece la capacidad de comunicarse, de fundamentar opiniones, de enfocarse, de reflexionar y de desarrollar los sentidos interactuando con el entorno. Cuando empiezan a hacer preguntas y quieren investigar, es el momento donde más hay que estimularlos.

Se los puede inducir sutilmente, por ejemplo, cuando están aburridos haciéndoles alguna pregunta que les genere intriga como: ¿querés saber por qué cae hielo del cielo cuando hay tormentas?

Se estima que desde los 7 años se manifiestan actitudes positivas o negativas sobre la educación científica, por lo que es conveniente aprovechar y cultivar el interés durante estas etapas. Cuando logren fascinarse por la ciencia, empezarán a tener ideas productivas, a proponerse retos, serán más participativos en la escuela, incluso su imaginación será enriquecida.

Todo lo nombrado antes lo convertirá en un adulto proactivo, resolutivo, colaborador, con una perspectiva mayor de las cosas. Cuando más estudie, más vocabulario tendrá, será más perseverante en sus metas y objetivos, además, probablemente tenga más facilidad con la lectoescritura, las matemáticas y otras ramas complejas por familiaridad.

La ciencia desarrolla el intelecto del pequeño a través de la observación y el uso de sus sentidos para conseguir y organizar la información, luego establecen similitudes y diferencias, clasifican los objetos o conceptos, realizan mediciones de tamaño o cantidad, aprenden a comunicarse mejor para poder dar sus fundamentos, aprenden a sacar deducciones de la info recopilada e incluso a elaborar hipótesis.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) apunta que es más importante acompañar a los niños en el aprendizaje que tener todas las respuestas. Para ellos tiene mucho valor y mayor interés si sus padres lo ayudan en el proceso: por eso es importante prestarles atención cuando se acercan a hacer preguntas, sugerirles ideas y mostrar entusiasmo por todas sus intrigas.

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