• POR RICARDO RIVAS
  • Corresponsal en Argentina
  • X: @RtrivasRivas

¿Qué dirán las encues­tas, primero, y las urnas después del debate pre­sidencial del pasado domingo en la Argentina? No es sencillo saberlo. Las tapas de los diarios de ayer (lunes) coincidieron en adjudicar un triunfo al candi­dato del oficialismo y minis­tro de la economía en quiebra de este país, Sergio Massa, por sobre el desafiante Javier Milei del partido La Libertad Avanza (LLA).

“Massa sacó ventaja ante un Milei que no aprovechó la enorme crisis que deja el Gobierno”, dijo Clarín; en tanto que La Nación sostuvo que “Massa impuso su agenda y Milei no lo incomodó con la crisis económica”.

Los periodistas Joaquín Mora­les Solá, Carlos Pagni, José del Río, Gail Scriven, Jorge Liotti, Inés Capdevilla, Diego Cabot, Luis Cortina, Paz Rodríguez Niell, Martín Rodríguez Yebra, Fernando Laborda y Luciana Vázquez lo percibieron gana­dor del debate a Massa. Este corresponsal también lo perci­bió más sólido, más aplomado, con más dominio de la escena que Milei. No digo ganador ni perdedor para referirme a nin­guno de los dos. La “deporti­vización” de la política no es lo mío. Los que debemos sen­tirnos ganadores o perdedo­res con quienes gerencian la política somos los ciudadanos y ciudadanas. Hasta ahora, perdemos por goleada. Incluso cuando Massa, en pleno ejer­cicio de sus funciones, instru­menta políticas de muy dudosa efectividad y se presenta como ajeno a ellas. ¿No es quien gobierna?

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El sociólogo Eduardo Fidanza, un académico rele­vante muy respetado en este país y en el exterior, por su parte, opinó que se trató de “un debate pobre con can­didatos mediocres”. Dentro de cinco días, poco antes de la medianoche del domingo próximo, finalmente, se sabrá quién será el presidente que se instalará desde el 10 de diciembre en el despacho principal de la Casa Rosada –sede del gobierno nacio­nal argentino– y allí deberá permanecer hasta la misma fecha en 2027.

Las encuestas, por su parte y hasta hoy, no arrojan muchas pistas. Algunas le otorgan hasta 10 puntos arriba a Massa, en tanto que otras dicen que el que lleva la delantera es Milei, aunque la ventaja que reve­lan esas compulsas lo sitúan dentro de lo que se conoce como “margen de error” lo que impide suponer nada. Ni a favor ni en contra de ninguno de los dos que llegan hasta el segundo turno electoral.

Así y todo, esos trabajos de investigación sociopolítica lo que coinciden en revelar es hartazgo social, cansancio ciu­dadano, desconcierto, angus­tia y una profunda necesidad de cambios que pongan fin a varias décadas de decaden­cia que alcanzan a todos los ámbitos.

Vale exhibir, como ejemplo contundente que, desde el 1 de enero de 1970 se destruye­ron cuatro signos monetarios (el peso moneda nacional; el peso Ley 18188; el austral; y, el peso convertible equivalente en paridad al dólar estadou­nidense) que empujó al debi­litado número 1 trece luga­res hacia la derecha. “¿Cómo sobrevivieron, profesor?”, me consultó en 2017 un estu­diante chino en la Universi­dad de Nanjing cuando expli­qué esto mismo.

En ese contexto, la pobreza supera el 40 por ciento; el 60 por ciento de niños y niñas están en esa condición; el empleo infor­mal, en negro, no registrado, se ubica en torno del 42 por ciento; el dólar se transa en el mercado ilegal alrededor de los $ 1.000 por unidad; el Índice de Pre­cios al Consumidor (IPC) –la inflación– anualizada alcanza al 140 por ciento; las góndo­las de los súper e hipermerca­dos están desprovistas; en las semanas recientes es notable el desabastecimiento de com­bustibles que, además, crecen en su valor, y las demandas sociales aumentan exponen­cialmente.

El clima social que emerge desde esos condicionantes concretos es complejo, además, porque desde el último mes de marzo, en todo el país, se llevan a cabo elecciones –nacionales, provinciales y/o municipales– que obligan una y otra vez a la ciudadanía a concurrir hasta las urnas para expresarse sin que ningún resultado alcan­zado hasta el momento ase­gure que todo tiempo futuro será mejor.

De allí que el desenlace que el proceso descripto tendrá el domingo que viene no des­pierta más que la curiosidad social propia de saber si el ciclo de los que están y man­dan desde casi dos décadas finalizará o si, por el contra­rio, se prolongará por más tiempo. Para que quede claro: ¿Es el fin del peronismo kir­chnerista? ¿Concluirá el macrismo? ¿La debacle eco­nómica y social se detendrá? ¿La emigración de miles de argentinos y argentinas de toda edad en busca de mejo­res condiciones laborales y mejor calidad de vida lle­gará a su fin? ¿Habrá regresos desde la diáspora? La incer­tidumbre continúa. Aun­que queda claro que el pre­sidente que viene percibe las eventuales políticas públicas que impulsaría para este país desde las recomendaciones de las derechas y que, para llevarlas a cabo, tendrá que apelar al diálogo con todos y todas. Habrá que esperar. La política, también, es el dere­cho a la esperanza.

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