Josías Enciso Romero

Si guionáramos un centón cinematográfico al estilo de las parodias de películas exitosas o epopeyas clásicas, nuestra fauna política podría quedar retratada en cuerpo y alma en una mixtura mágica de “Historia sin fin”, “Carrera de la muerte”, “Parque Jurásico” y “Los sospechosos de siempre”.

Sería, como mínimo, un éxito de taquilla. Por supuesto, sin aspirar al premio Óscar que, al igual que los Nobel, nunca ganan aquellos por los que el público había apostado. Y también pasa al revés: aquellos filmes que fueron arrumbados a la esquina de los peores, de repente, son consagrados por quienes aman los buenos argumentos y las buenas actuaciones por encima de la crítica lapidaria de los que creen saber todo y de todo. Desde su bastión de sabelotodo de cartón, deambulan por la luna de Valencia sin posibilidad de imputación alguna. Pasa en las películas, pasa en Paraguay.

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Esta mezcla de diferentes géneros, que sería la nuestra, podría titularse “Los presupuestívoros” o “Los zánganos de la colmena”. Sería una realidad tan cruda que a duras penas podrían digerir los delicados estómagos, los que todavía creen en la “esperanza”, que aún tienen “fe” de quienes en sus sueños luchan porque “un mundo mejor es posible”. Estamos haciendo una paráfrasis de la “fantasía”; para nosotros, el mundo de las utopías que busca desesperadamente un antídoto para combatir “la nada” que va devorando todo a su paso. Nos referimos a “La historia sin fin”. Todavía quedamos algunos que estamos dispuestos a presentar batalla a todos los que arrojan sobre nuestro horizonte un negro panorama guiado por sus propias y mezquinas ambiciones. Los que nunca hicieron nada por nadie, mas que por ellos mismos. En ese choque de relatos tenemos un pueblo convencido de la fuerza de sus convicciones y de que podemos recuperar los días de grandes glorias que fueron destruidos por quienes hoy se presentan como el lado opuesto de la oscuridad. Son los que ni siquiera esperaron que asuma el presidente electo, Santiago Peña, para empezar a trazar su camino para dentro de cinco años. Naturalmente, sembrando de obstáculos el trayecto del gobierno que tomará las riendas del poder el próximo 15 de agosto.

Y en esa “Carrera de la muerte” tenemos una clase política que no puede sobrevivir desde la filosofía de la construcción compartida. Necesariamente tiene que destruir al adversario, al que ha situado en el nivel de enemigo, como en los juegos de video. Así que solo escupen agravios, injurias y vituperios, porque no son capaces de articular un discurso coherente entre sus conductas y sus palabras. Sin embargo, como todo hablador, caen más rápidamente que los cojos, porque sus incoherencias son tan contrastantes que provocan náuseas en el auditorio. Apenas terminadas las elecciones del 30 de abril pasado ya se están apuntando para cualquier cargo que se presente dentro de los próximos cinco años. No les satisface lo que ya han engullido, como boas constrictoras del Tesoro Público, siempre van por más. El presente no les importa, sino lo que puedan facturar más adelante. Solamente la codicia los conmueve, aunque traten de demostrar preocupación gua’u por el pueblo. Como diría el propietario del burro: “Quien no le conozca, que le compre a cada uno”.

Estos engendros del mal que se disfrazan como abanderados de los intereses populares son como los dinosaurios de “Parque Jurásico”. Tardan en extinguirse a razón de los sectores indigentes que son explotados en sus necesidades. El gobierno de Mario Abdo Benítez puso en marcha políticas de asistencia para controlar a los pobres, no para sacarlos de la pobreza. Solo hay que examinar con ojo crítico las cifras de las “ayudas institucionales” en formato de víveres de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY). Los grandes tiranosaurios del Estado que se enriquecieron de manera espuria quieren seguir prendidos a la generosa mamadera del dinero que es de todos. O debería ser de todos, para combatir los grandes flagelos que afligen desde hace décadas a los sectores más carenciados de la sociedad.

¿Quiénes son los que están en la faena de cubrir de empedrados el camino del presidente electo, Santiago Peña? Ni hace falta mencionarlos. Basta con hojear los diarios, mirar la televisión o escuchar la radio. Son los mismos de siempre, cuyos rostros hartaron a la ciudadanía decente y honesta. No obstante, con la plata acumulada durante tantos años de saqueo al Estado siguen teniendo un electorado que les permite peregrinar por la periferia del poder, con el solo ánimo de extorsionar a los gobernantes de turno. Pero de la periferia ahora quieren pasar al centro. Ese es el plan cada vez que asume un nuevo presidente de la República. Están ahí como garrapatas con escamas. De nuevo ya están mirando las próximas elecciones generales de 2028, previo paso por las internas de 2027. ¿El bienestar del pueblo? Bien, gracias. ¿Quiénes son? Es muy fácil. Son “Los sospechosos de siempre”. Y con sobrados motivos. Lean la “cartelera de espectáculos” y ahí podrán encontrar los repudiados nombres de los mismos personajes oportunistas que reviven desde su propio ADN de corrupción y cinismo. Fin.

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