• Por Josías Enciso Romero

Un aluvión de impre­sentables, algu­nos desconocidos y otros ilustres clientes del ramo, llovió sobre el firma­mento nacional para ilustrar­nos que la mayor diferencia de votos de toda la transición democrática entre el man­datario electo y su seguidor inmediato fue producto de una maquinación diabólica como la que convirtió a Robin Willians (en el papel de Tom Dobbs) en presidente de los Estados Unidos (El hombre del año). Esta vez no fueron las computadoras, sino las urnas electrónicas. Se podía hackear había sido. No, no fueron los hackers. Simple­mente se vendieron toditas las autoridades de mesa de la Concertación Nacional. Y la runfla (palabra que me prestó mi vecino, don Cecilio) de los veedores de todos los partidos y movimientos políticos. Por eso no impidieron que miles y miles de electores entraran al cuarto oscuro (es un decir) acompañados de operado­res, con celulares y hasta con esquelitas. Además, es impo­sible que en las 12.259 mesas habilitadas algunos guaris­mos se repitan. Y aparecen las fotocopias de presuntas actas y planillas de votación. Todo estaba fríamente calcu­lado: las encuestas, las bocas de urnas y los resultados finales coincidieron. ¡Cosa de Mandinga! Cómo puede ser que estos pelechos loca­les acertaran con tanta pre­cisión, cuando dos muestreos de empresas internacionales le daban ganador a Efraín Alegre. Aparte de los meti­culosos análisis periodísti­cos de medios de la región y hasta de los Estados Unidos. Todos pedaleando lejos de la pista. Sobre una bicicleta inexistente (ya me parezco al turista de Harvard). Ninguno se detuvo a estudiar el com­portamiento de los colorados y la pasión por su partido. No son, pues, estos bucheríos insumos para científicos. Así que “¡fraude!” es la consigna. Y el que salió tercero, Para­guayo Cubas, dice que ganó. Él sabe que perdió, pero hay que hacer ruido para seguir en las noticias y tener vigen­cia mediática.

Charlatanes, chantapufis y vendehúmos, en un sor­prendente giro copernicano, transmigraron a los cuerpos de especialistas summa cum laude en informática, maes­tros de la cibernética y genios de matemática. La Teoría del Todo, de la unidad subya­cente de las diversidades apa­rentes, fue magistralmente suplantada por la muy para­guaya Teoría del Todólogo. De manera que el “fraude” (mejor las comillas para per­feccionar la ironía) fue expli­cado desde la física cuántica, la metafísica, la ontología, la podología y la ortodoncia. Bajaron de internet todas las curvas habidas y por haber, incluyendo la Curva Romero. Se especularon sobre proba­bilidades y números repe­tidos, números romanos, números arábigos, números primos, números compues­tos y números primos herma­nos. Hasta aquel que nunca es número fue incluido. Con esta certeza de supositorio que nunca yerra el blanco pidieron ayuda a presiden­tes extranjeros, entre ellos, a Vladimir Putin, para que se anulen las elecciones y se convoque a nuevos comicios. Alguien, en medio de la pla­tea, solicitó que se invoque a los espíritus de Mao Tse Tung, Ho Chi Minh y, ya que estamos, de Alfredo, Atila, Adolfo y Benito. La cuestión es hacer barullo. ¿La demo­cracia? Jamás importó.

Tampoco importa que dos integrantes del Tribunal Superior de Justicia Electo­ral, ambos representantes de la oposición, aclaren, ase­guren y demuestren que el fraude es imposible. Que los resultados reflejan la volun­tad del pueblo soberano. No. Los fanáticos solo ven lo que quieren ver. Se olvidan de con­siderar que cada mesa electo­ral tenía tres miembros: un presidente y dos vocales, ya lo explicamos varias veces: dos de la Concertación Nacio­nal (un liberal radical autén­tico y otro del Frente Guasu) y uno del Partido Colorado. Por ahí salió un conocedor de sobornos, según su propia incriminación, para venir a decirnos, al final del día, que con 3.000.000 de dólares él podría hacer presidente a cualquiera, partiendo sus premisas de la base de 3.000 mesas, cuyos integrantes, mediante la módica suma de 1.000 dólares, hacen la vista gorda y adulteran actas. Y bueno, qué pasa con el resto de las 12.259 mesas. No soy economista ni matemático, pero presumo que quedan más de 9.000 mesas sin con­siderar. Pero qué le vamos a hacer. El papel no se incinera, el micrófono no se vuelve esquirlas y la pantalla no explota. Lo importante es figuretear, aunque sea abo­nando la ridiculez, la estul­ticia y la chapucería suplan­tando a la ciencia.

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Les advirtió demasiado bien el reelecto senador Silvio “Beto” Ovelar, de la Asocia­ción Nacional Republicana: “La opción del voto prefe­rencial va a fagocitar a los partidos pequeños y favo­recer a las dos organizacio­nes políticas tradicionales”. ¡Nangána, luego! Ahí estaba la segunda clave para derrotar al Partido Colorado. La primera era la urna electró­nica. El partido fundado por el general Bernardino Caba­llero no solo ganó la Presiden­cia de la República. También tiene mayoría en la Cámara de Senadores y en la Cámara de Diputados. ¿La reacción de los opositores? Hay que volver a las listas sábana y a las pape­letas. Ahí me acordé de Que­mil Yambay, quien suele repe­tir una frase del dúo cómico “Cariñito y Floripón”: “La progreso ogueru atraso”. Y por lo visto así lo entienden estos distinguidos señores de la fauna criolla. La propuesta solo sirvió para la diversión del terrorífico mundo de las redes sociales. Ya que esta­mos, dijeron algunos, volva­mos a la libreta de almacén, a las bombachitas “para niños de hule”, al teléfono con fichas, al carrito aguatero, el “sebode­vela” y al cinturón de castidad. En el atraso está el progreso.

Según un agudo comenta­rista, la prueba más palpable del fraude electoral se puede comprobar en que el electo presidente, Santiago Peña, preparó anticipadamente la boda de su hijo para días des­pués de las elecciones. “Y eso porque ya estaba seguro de que iba a ganar”, afirmó jubi­loso el que cree haber hallado la quinta pata del gallo. Nunca falta la leche en el pelo. Nunca. Todavía no llegamos a Marte porque no queremos nomás. Por culpa del pire vai de los “lune”, seguramente.

Cómo puede ser que estos pelechos locales acertaran con tanta precisión, cuando dos muestreos de empresas internacionales le daban ganador a Efraín Alegre.

El partido fundado por el general Bernardino Caballero no solo ganó la Presidencia de la República. También tiene mayoría en la Cámara de Senadores y en la Cámara de Diputados. ¿La reacción de los opositores? Hay que volver a las listas sábana y a las papeletas.

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