En el tiempo en el que se empezó a construir lo que hoy se presenta como la Concertación la idea era proyectar algunos simbolismos y ejes discursivos que, en el amplio y muy variopinto arco que componen las diversas fuerzas opositoras, eran conscientes de que tenían como principales debilidades. Las que fueron lecciones aprendidas de las últimas elecciones, al menos en la teoría. A continuación, pasamos a describir apenas algunas de ellas.

Uno de ellos y, sin duda, casi el principal desafío era mostrar por todas las formas posibles que la Concertación era la casa grande donde podían estar e iban a caber todos los no colorados e incluso algunos colorados que podrían estar desencantados. Eso tenía un doble efecto; por un lado, concentrar en una sola candidatura todo el segmento del voto opositor y del voto independiente sin afiliación alguna (alrededor del 45% del electorado), evitar fugas o quiebres, y por el otro, intentar mordisquear algún porcentaje de ese electorado colorado que eventualmente o de manera más voluble viene votando por otras opciones que no son precisamente las que presenta la Asociación Nacional Republicana. Este objetivo primario que era trascendental no se logró en ninguna medida y en gran parte porque Efraín Alegre elaboró un plan que solo sirve a sus intereses y no a los de las demás fuerzas políticas: cooptar la Concertación, hacerla suya, usarla para ser su candidato y tratar con eso de conseguir ese voto independiente que le es tan esquivo al candidato liberal. Alegre nunca dialogó con los demás, ni siquiera logró cerrar heridas y tender puentes con sus propios correligionarios. Por eso se tiene el crecimiento de candidaturas por fuera de la Concertación como la de “Payo”, Euclides e incluso la de Chilavert.

El otro elemento que Efraín precisaba era transmitir en esta campaña lo que en comunicación política, en su vertiente electoral, es lo que se conoce como construcción de sensación de victoria. Dicho en sencillo, que esta vez sí puede ganar. Tampoco eso logró en esta campaña y ya es difícil que a estas alturas lo logre, todas las encuestas le dan ganadora a la dupla Santi Peña-Pedro Alliana, la ANR ha logrado a pesar de todas las brechas instaladas tanto por propios como extraños unificar sus fuerzas. Si a eso le sumamos que, en esta ocasión, el candidato presidencial es mencionado con porcentajes interesantes en los segmentos del electorado independiente, liberal y el de la juventud (porciones usualmente reticentes a candidatos colorados). Otro hecho que marcó la campaña es la cada vez más demostrada pésima elección que hizo Efraín de su compañera de chapa. Algunas fuentes mencionan que los motivos que lo llevaron a elegir a quien eligió no fueron precisamente electorales, sino los de una promesa de financiación que fluya sin cesar. A eso hay que sumarle las imprevistas consecuencias que implicaron la salida del 90% de la fuerza operativa, logística y electoral del Frente Guasu de la Concertación de Efraín.

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Las mismas fuentes que son parte de las entrañas de la Concertación afirman que la incomodidad y la desesperación es tal que algunos ya no dudan en afirmar que el verdadero objetivo de Alegre no está en ganar, sino apenas en recaudar lo suficiente como para volver a candidatarse en las próximas elecciones. No hay que descartar que en las próximas semanas tengamos mas novedades en ese sentido en lo que cada vez más se ve como la Concertación de Efraín. Y de nadie más.

“El principal desafío era mostrar por todas las formas posibles que la Concertación era la casa grande donde podían estar e iba a caber todos los no colorados e incluso algunos colorados que podrían estar desencantados”.

“Alegre nunca dialogó con los demás, ni siquiera logró cerrar heridas y tender puentes con sus propios correligionarios. Por eso se tiene el crecimiento de candidaturas por fuera de la Concertación como la de ‘Payo’, Euclides e incluso la de Chilavert”.

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