• Por Josías Enciso Romero

Al “mariscal de la derrota” ya se le rayó hasta el disco. La cerbatana de mi vecino, don Cecilio, siempre envenenada, nunca yerra el blanco. Sus sardónicas manifestaciones verbales monosilábicas –las facciones de su rostro son siempre sus mejores mensajes– estaban atenuadas por sus gestos menos adustos, quizás porque ayer era viernes y los fines de semana le visitan sus nietos. Pero conmigo siempre habla, aunque nunca se animó a trasponer los límites del tejido de alambre. Un acercamiento que no deja de sorprender a sus hijos, pues aseguran que su padre nació huraño. Dicen que desde la cuna ya tenía la frente arrugada. Y de joven, sus amigos, los verdaderos, no pasaban de dos. “Alguna vez te voy a dictar mis memorias”, me gruñó no hace mucho. Pero en lo que guarda relación con la frase inicial de su autoría, sin que le pregunte el porqué de su afirmación, como es su costumbre, él mismo se respondió: “Su crítica a Horacio Cartes empezó exactamente el lunes 4 de enero del 2016, cuando se fue a Mburuvicha Róga a entregar personalmente su renuncia a la embajada paraguaya en la República Argentina, con sede en Buenos Aires. Pensó que el entonces presidente de la República le iba a ofrecer el cargo de representante de la Cancillería ante el Consejo de Administración de Itaipú, que estaba vacante por la muerte del doctor Carlos Ocampos Arbo (5 de abril del 2015). Pero, como salió con las manos vacías de la casa presidencial, en la oficina destinada a los medios de comunicación ya aclaró que no era ‘cartista’. Desde ese día, por la famosa pérdida del zoquete, se volvió colorado principista”. Antes de despedirse abruptamente, fiel a su estilo, me aconsejó que hurgue en los archivos.

Efectivamente, así lo hice. Ese lunes 4 de enero del 2016 se opuso al cartismo y al marioabdismo porque, según él, “los personalismos no son saludables”, he’imi ko tipo. Pero igual nomás se ahogó. Se ahogó en el servilismo, la obsecuencia y la abyección más repugnante. Y todo por una tajada de la prebenda que le lanzó el actual presidente Mario Abdo Benítez. Se atragantó con una de las turbinas de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY). Hoy por hoy, no existe mayor idólatra que Óscar “Nicadrón” Duarte “Bruto”. Se prosterna ante la “egregia” figura del heredero de la dictadura de Alfredo Stroessner: Mario Abdo Benítez Jr. Y es su brazo lanzallamas, procurando demostrar que, con su lengua inflamada de resentimiento, puede incinerar a sus enemigos. Desde el 5 de julio de este año, y ahí le doy la razón a don Cecilio, viene repitiendo que “el cartismo vive sus horas más oscuras de desprestigio y desesperación, y lo digo con mucha sinceridad”.

Ese mismo discurso repitió a fines del mes de setiembre, en el cumpleaños de una dirigente de Central, cuyo hijo tuvo un contrato millonario en la EBY. Casi me olvido, también su hermano y su cuñada. Como últimamente los aplausos menguan, para un encuentro realizado en Luque ya le ordenó a su mano derecha en el negocio de los víveres y coordinadora general del Área Social de Yacyretá, Noelia Núñez de Figueredo, que contrate una batucada para recibirlo. Ahí se rayó a mil por hora: “Creen que, con el dinero, con las encuestas, van a debilitarnos. Se equivocan muy grande”, explotó en guaraní, ronco de alucinante euforia. Y ya, luego, a velocidad de Fórmula 1, arrasando el deliródromo, continuó que “el compañero Arnoldo Wiens, en menos de un mes, subió nueve puntos, y ahora están desesperados (los cartistas), se llamaron a silencio, ni siquiera ya realizan actos políticos. Es un proyecto que vive sus peores horas de desprestigio. El cartismo vive las horas más oscuras de su existencia política”. Lo que tendría que hacer es grabar uno de sus discursos y luego pasarlo por parlante. Digo yo. Resultaría menos aburrido y cansador a su torturado auditorio. Porque exactamente tres meses después, el cartismo sigue viviendo sus horas más oscuras.

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Y concluye como si estuviera mirándose en el espejo. Él y toda la cúpula del Gobierno: “El 18 de diciembre, el pueblo colorado dará una gran lección a los arrogantes, a los prepotentes, a los que creen que con el dinero van a hacernos arrodillar”. En el Paraguay y sus alrededores no existen personas más soberbias, arrogantes y autoritarias que el “mariscal de los víveres” y su carnal Marito. Hasta Mauricio “Pinky” Espínola saca chapa de prepotente de los medios obsecuentes del poder. Un personaje que, en un país culturalmente desarrollado, no tendría cabida ni media línea en los diarios, ni un segundo en las radios ni una imagen borrosa en la televisión. Pero, como para atacar a los candidatos del movimiento Honor Colorado todo vale, hacen revivir a Esopo, Iriarte y Samaniego para que puedan hablar los animales. Tenemos personajes de sobra para representar a “La cigarra y la hormiga” (se ofrecen actores a tutiplén), “El pastorcito mentiroso” (adivinen quién) y “El burro y la flauta” (sí, acertaron).

El público al que se dirige Óscar “Nicadrón” Duarte “Bruto” (“Frito”, según don Cecilio) no vive en un cascarón ni debajo de un cajón de manzanas. Sabe que el orador está mintiendo porque lee, ve y escucha lo que ocurre en el país. Pero, como el “mariscal” vive en un mundo y la gente en otro, es obvio que su discurso, aparte de rayado, anda sobrevolando la luna de Valencia.

Ese lunes 4 de enero del 2016 se opuso al cartismo y al marioabdismo porque, según él, “los personalismos no son saludables”, he’imi ko tipo.

“Desde ese día, por la famosa pérdida del zoquete, se volvió colorado principista”. Antes de despedirse abruptamente, fiel a su estilo, me aconsejó que hurgue en los archivos.

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