Como un cazador de recompensas del polvoriento far west o algún legendario sheriff del salvaje oeste que se fotografiaba al lado de sus famosos prisioneros –buscados vivos o muertos–, así, también, Emilio Fúster se paraba con poses actorales abrazado a las pocas bolsas de escuálidos pollos que eran decomisados dentro de su responsabilidad gubernamental de “prevención, combate y represión del contrabando”. Con la manga de su saco le daba lustre a su placa de cowboy con autoridad para que la prensa amiga y servil captara sus imágenes destinadas a ser colgadas en una tarima política que tenía los peldaños dirigidos hacia el Congreso de la Nación. Había asistido a la misma academia de formación histriónica que sus ex colegas fiscales Arnaldo Giuzzio y Carlos Arregui.
Arnaldo Giuzzio, desde su cargo de ministro del Interior, –previo tránsito por la Secretaría Nacional Antidrogas (Senac)–, fue pasado a retiro por sus ligazones con un narcotraficante que pretendía vender a esa Secretaría de Estado equipos de seguridad. Como había tanta buena miga entre ambos, hasta le alquiló o prestó una camioneta (a Giuzzio) para vacacionar con su familia en Brasil. Arregui, desde su sillón de ministro de la Secretaría de Prevención de Lavado de Dinero o Bienes (Seprelad), en connivencia con Giuzzio, pretendió utilizar la institución que maneja a su antojo para perjudicar a los adversarios directos del vicepresidente de la República, Hugo Velázquez, quien mira cómo se aleja irremediablemente, y a velocidad de fórmula uno, el horizonte de las elecciones internas del Partido Colorado fijadas para el próximo 18 de diciembre de este año.
Las fraguadas –sin ningún sustento fehaciente– denuncias contra el líder del movimiento Honor Colorado, Horacio Cartes, fueron ventiladas por un desencajado Giuzzio, primero, en la Comisión Permanente del Congreso –con la complaciente sonrisa de la senadora Lilian Samaniego– y luego, entregadas a la Seprelad, y no a la Fiscalía como corresponde, que mereció una devolución irónica, hasta sarcástica, de sus colegas abogados mostrándole con artículos e incisos que sus maniobras fueron “elucubradas fuera del recipiente”. La vocinglería frenética de la prensa y periodistas amigos de Giuzzio alcanzó decibeles que merecen figurar en el Guinness. Hoy, en retrospectiva, el humo que quiso vender el ex ministro del Interior era para cubrir sus nexos con Marcus Vinicius Espíndola, porque alguien le sopló que el dato ya estaba flotando en el aire y que no había espada que pudiera deshacer ese nudo gordiano.
El tercer integrante de este trío de comediantes, Emilio Fúster, injertado en el Gobierno de Abdo Benítez como ministro coordinador de la Unidad Interinstitucional para la Prevención, Combate y Represión del Contrabando, también quiso dar su salto al primer plano de los medios progubernistas. Y para conseguir tal objetivo solo había que apretar el botón rojo de la trilogía anticartista. Adulado y alentado por oficialistas, oposición y prensa adicta al consumo de la desinformación, Fúster declaró orondo, el pasado 16 de febrero, que “pidió a la Fiscalía allanar tabacaleras por contrabando en el año 2018″, pero, agregó sacando pecho, “nunca recibí respuestas”. Seis días después, el 22 de febrero, por las causales ya comentadas, Giuzzio deja al trío en categoría dúo: Fúster-Arregui. La fiscala Estefanía González retruca las acusaciones del ministro anticontrabando con un rapapolvo que lo sacó fuera de órbita. “Fúster –añadió con tono de presagio– es un mentiroso y cómplice del contrabando, porque no ha bajado ni un porcentaje el contrabando en nuestro país”. El llamado “zar del pollo” quedó más desplumado que el “Gallito Loló”.
La fiscala Estefanía González no es, obviamente, una pitonisa. Solo una aguda observadora de los sucesos. En menos que cante un pollo, Emilio Fúster y el comandante de la Armada, Carlos Velázquez –oh, casualidad, hermano del Vicepresidente–, estaban involucrados en la denuncia de un descomunal ingreso ilegal de mercaderías, con videos como pruebas, montado sobre el trípode contrabandistas, militares y policías. Por supuesto que el diario del espinazo de caucho minimizó los hechos. Sus periodistas insinuaron o acusaron directamente que el denunciante responde instrucciones del movimiento Honor Colorado. En su edición de ayer, 8 de marzo, informó que, según los supermercadistas, se impone una “reforma radical para combatir el contrabando”, subrayando que no es “suficiente con cortar cabezas”. Rara actitud del periódico del “éramos felices y no lo sabíamos” que todos los días pide la cabeza de la fiscala general Sandra Quiñóñez.
A la Unión Industrial Paraguaya (UIP) ya tuvo que darle el destaque que el caso amerita. Son anunciantes de peso. El gremio reclama la destitución de los responsables y no solo la incautación de los productos. Ni Emilio Fúster ni el almirante Carlos Dionisio Velázquez Moreno pueden seguir un minuto más en sus cargos.
“Fúster –añadió con tono de presagio– es un mentiroso y cómplice del contrabando, porque no ha bajado ni un porcentaje el contrabando en nuestro país”.
Ni Emilio Fúster ni el almirante Carlos Dionisio Velázquez Moreno pueden seguir un minuto más en sus cargos.