DESDE LA FE

Por José V. Altamirano

Es probable que pocos tomen conciencia de los alcances y efectos que pueden originar sus conductas, sus acciones u omisiones, y más cuando traducen comportamientos ilegales, inmorales o carentes de valores éticos. La verdad es que estos comportamientos cuando pasan de ser meramente aislados o circunstanciales para darse en forma generalizada actúan como “kupi’ís” (isópteros), como termitas, como comejenes, como polillas que callada, lenta pero tenazmente carcomen las estructuras organizativas de las sociedades, de las instituciones, de los sistemas.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Y carcomen, minan sus fundamentos, sus pilares, esto es: los valores y principios que sostienen y orientan esas organizaciones, esas instituciones, esos sistemas. Así, cuando la Justicia no da garantías ni es fiable por los comportamientos ilícitos, inmorales y carentes de valores éticos de sus jueces (en todos sus grados e instancias), cuando los órganos de la seguridad ciudadana no actúan con diligencia y no inspiran en los ciudadanos un ápice de confianza; cuando la misma ciudadanía no reacciona con condenas y reacciones enérgicas respecto de estos hechos y actos y por el contrario le da opacidad, es que la sociedad toda, la ciudadanía está desestructurada, está líquida, sin funcionalidad.

Y sí, estamos en esta situación... lamentable y peligrosa, sentimos cotidianamente los efectos nefastos del deterioro cívico y moral, a tal extremo que toda la ciudadanía y cada ciudadano parece cosificado en un tosco pedernal provisto de eslabón y de yescas resecas, circunstancia en la que bastan sutiles roces para generar chispas suficientes para prenderlas, para avivar tizones, para que ardan, se propague el fuego que destruye y consume. Para mayor infortunio, no teniendo a disposición suficientes bomberos y elementos para combatir las amenazantes fogaratas.

Esta sociedad y esta ciudadanía desquiciada, que hoy tenemos, es obviamente nuestra obra, es nuestra hechura; a este resultado condujeron nuestros actos, hechos y omisiones irresponsables, ilícitos e inmorales. Por la irresponsabilidad en el uso de estos medios tenemos cuánto tenemos; por tanto por igual camino, pero inverso; es decir, por el ejercicio correcto, debido, de nuestra responsabilidad ciudadana, debemos empeñarnos en reestructurar la sociedad, en reconstruir nuestras organizaciones y nuestros sistemas.

En esta situación, y ante ella, para construir un ámbito propiciador de valores supremos y excelsos que asegure una convivencia más armoniosa, precisamos del saneamiento general cívico y moral, necesitamos de actos heroicos, necesitamos de hechos de grandeza, de renunciamientos individuales traducidos en hechos concretos respecto de las apetencias desmedidas, de los voraces e incontenibles intereses propios para buscar estos mismos, pero en armonía con los generales.

Luchar día tras día individual y colectivamente para moderar, para pulir esa bruta expresión de indolencia, de insolencia, de soberbia, de intolerancia, de violencia, de avasallamiento, de desconocimiento del otro, de las urgencias absurdas, de la rebeldía sin causa, del desprecio del esfuerzo, del reclamo del derecho y el desconocimiento del deber, de la indisciplina, el no ajuste a las órdenes, y otros antivalores que vuelven “pedernal” al ciudadano; y una lucha día tras día también individual y colectiva para reivindicar en nuestras vidas la vigencia plena de aquellos valores y principios que cotidianamente desconocemos frente al otro (exigencias de coimas, tráfico de influencia, aprietes, robos, crímenes, complicidad, encubrimiento, impunidad, la injusticia) para no activar el eslabón, para no generar tantas chispas que hagan arder tantas yescas resecas esparcidas.

¡Qué tiempos difíciles los actuales! Así como hoy por estar en tiempo de sequía constatamos sus efectos, y advertimos la necesidad del agua, la urgencia de las lluvias; la sociedad paraguaya y toda su estructura organizativa de gobierno, de producción, de convivencia está pasando por momentos difíciles, constatamos sus efectos, y advertimos de la buena falta que nos hacen... la justicia, el respeto a las leyes, y la paz; la falta que nos hacen las ideas, los líderes, y una opción determinante por la que valga la pena emprender la vida por venir!, salvo que la insensata tozudez nos convenza que se vive mejor (como hoy vivimos) en la anarquía, bajo los efectos de la violencia, de la imprevisión, de la inseguridad; es decir, sobreviviendo bajo los cánones de la guerra de todos contra todos.

Pese a todo, es posible aguardar un basta y abrigar la esperanza por tiempos mejores, creer que es posible controlar nuestros naturales impulsos, que es posible acomodarse a los andariveles, poniendo bridas a nuestras conductas, aunque tengamos que sentir el hierro de los frenos.

Deviene urgente volvernos actores históricos y protagonistas de nuestro devenir!

Dejanos tu comentario