Los combates seguían causando estragos en la capital de Sudán, Jartum, este martes, pese a la tregua de una semana iniciada en la víspera entre el ejército y los paramilitares para permitir el paso de civiles y de ayuda humanitaria. “Tiros esporádicos de artillería” se oyen en Jartum, explicó este martes temprano un vecino de la capital a la AFP.

Justo después de que empezara la tregua, el lunes a las 19:45 GMT, varios habitantes de Jartum ya habían indicado que los combates y los bombardeos aéreos no habían cesado. Los mediadores de la tregua, Riad y Washington, aseguraron que se establecería “un mecanismo de vigilancia del alto el fuego” con representantes de los dos bandos y de Estados Unidos y Arabia Saudita. De momento, no comentaron nada sobre la puesta en marcha del alto el fuego ni sobre las posibles violaciones.

Desde el 15 de abril, la guerra entre el ejército, dirigido por el general Abdel Fatah al Burhan, y los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), lideradas por el general Mohamed Hamdan Daglo, ha dejado un millar de muertos en este país, uno de los más empobrecidos del mundo, y más de un millón de desplazados y refugiados.

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Ambos bandos se habían mostrado dispuestos a respetar el alto el fuego, pero el lunes la ONU denunció “combates y movimientos de tropas, pese a que los dos bandos se comprometieron a no intentar sacar ventaja militar antes de que la tregua entrase en vigor”. “Más allá de los anuncios oficiales, Sudán sigue estando bombardeado y millones de civiles están en peligro”, advirtió en Twitter Karl Schembri, del Consejo Noruego para los Refugiados (NRC), denunciando “más de un mes de promesas rotas”.

“Tenemos hambre”

Por sexta semana consecutiva, los cinco millones de capitalinos iniciaron su jornada en medio de un calor asfixiante y sin agua, electricidad ni telecomunicaciones. “La guerra ha hecho que esta ciudad sea inhabitable: todo ha sido destruido”, denunció Thouraya Mohammed, que esperaba poder aprovechar la tregua para llevar a su padre al médico.

La tregua debía servir para reactivar los servicios en los hospitales y reabastecer al país de una ayuda humanitaria que, según la ONU, necesitan 25 de sus 45 millones de habitantes. “Todos tenemos hambre, los niños, los viejos, todo el mundo sufre por la guerra. Ya no nos queda agua”, explicó Suad al Fateh, una residente de Jartum.

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El sindicato de médicos anunció este martes que había tenido que cerrar otro hospital de las afueras de Jartum a causa de los combates. “Varias veces, combatientes de las FAR atacaron a pacientes al personal sanitario disparando en los pasillos del hospital”, explicó el sindicato, quien también criticó a los oficiales de alto rango del ejército, los cuales, según el sindicato, llevan a cabo “una campaña de mentiras y rumores” contra los médicos, que son objeto de “amenazas”.

Antes de entrar en conflicto, por sus puntos de vista opuestos sobre si se debe integrar a las FAR en el ejército regular, los generales Al Burhan y Daglo llevaron a cabo juntos un golpe de Estado para expulsar a los civiles del poder en octubre de 2021.

De momento, el ejército controla el aire, pero tiene a pocos efectivos en el centro de la capital, mientras que las FAR ocupan terreno en Jartum. Muchos habitantes acusan a sus combatientes de haber saqueado sus casas o de haberlas ocupado para establecer sus cuarteles. Si la guerra continúa, advirtió la ONU, otro millón de sudaneses podrían huir a países vecinos.

Sin agua ni electricidad

Las infraestructuras pagaron un alto precio. Casi todos los hospitales de Jartum y Darfur ya no pueden operar, y los médicos denuncian los bombardeos aéreos o de artillería a centros de salud. La mayoría de los cinco millones de habitantes de la capital, encerrados en sus casas, no tienen agua ni electricidad, y los grupos humanitarios piden corredores para llevar víveres, medicamentos y combustible.

El domingo, el jefe de asuntos humanitarios de la ONU, Martin Griffiths, volvió a exigir que se garantice “el suministro seguro de ayuda humanitaria”, pues más de 25 de los 45 millones de sudaneses la necesitan. Si la guerra continúa, advirtió la ONU, otro millón de sudaneses podrían huir a países vecinos.

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Antes de entrar en conflicto abierto, los generales Al Burhan y Daglo llevaron a cabo juntos un golpe de Estado para expulsar a los civiles del poder en octubre de 2021. El viernes, el general Burhan destituyó al general Daglo de su puesto de adjunto en el Consejo de soberanía, a quien reemplazó por Malik Agar, un antiguo rebelde, y también nombró a tres de sus apoyos más leales en el alto mando del ejército.

El sábado, Agar afirmó que desea “parar la guerra y sentarse a la mesa de negociaciones”, pero puso como condición que las FAR sean integradas en el ejército regular, que es el motivo de disputa entre los dos generales que provocó el conflicto.

Fuente: AFP.

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