Mario Franco Nunes lleva una vida fotografiando y enseñando el arte de pintar con la luz. Desde esa actividad pensó los paseos como una actividad de extensión para los alumnos y, con el tiempo, se convirtieron en una actividad abierta a todo público que resultan en aprendizajes más intensos de la historia de la ciudad.

“El Instituto de la Imagen es el centro de enseñanza de fotografía más importante del país. Es el único reconocido por el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) y es un gran formador de profesores de fotografía y de profesiona­les, además de formarlos en el conocimiento de nues­tra historia y protección al medioambiente”, apunta Mario Franco Nunes, fotó­grafo e instructor en los safa­ris fotográficos por la capital.

“En nuestro próximo encuen­tro estaremos conociendo las 7 colinas de Asunción”, revela comentando que “en la opor­tunidad cerraremos en la casa embrujada de Varadero, más conocida como Casa Mayor. Los encuentros son libres y gratuitos y publicamos en nuestras redes del instituto la hora y el lugar del encuentro”, comentó. Los interesados solo tienen que comunicarse con el (0986) 100-734 y agendarse. Aquí su charla con La Nación del Finde de Nación Media.

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“La imagen y la historia son un combo muy atractivo, es una actividad que lleva a un viaje en el tiempo”, expresa Mario Franco Nunes

-¿Cuándo comenzaron con los safaris fotográficos y qué lugares ya recorrieron y cuáles piensan recorrer?

-Hace 38 años que enseño y siempre las clases prácticas fueron las actividades más interesantes del curso. El Instituto de la Imagen tiene 16 años y, desde que empeza­mos, las clases prácticas se consolidaron por la buena receptividad que tuvimos con los alumnos.

-¿Qué devoluciones tiene de los participantes? ¿Qué descubren en esos paseos?

-El retorno es increíble ya que los alumnos terminan el curso y luego de muchos años, uno se encuentra con ellos por la calle y lo que recuerdan son las cla­ses prácticas y el aprendizaje de historia, conservación del patrimonio y protección de la naturaleza que reciben como un plus aparte de los conoci­mientos fotográficos.

La imagen y la historia son un combo muy atractivo, es una actividad que lleva a un viaje en el tiempo. ¿Podría­mos decir que la foto ayuda a educar? Definitivamente vivimos en un mundo de imágenes. Es imposible con­cebir este mundo sin ellas. La unión de las imágenes con la historia es fundamental.

Pasar por una casa como la de José Asunción Flores en la Chacarita no tiene ninguna importancia sin una carga histórica ya que el edificio es muy humilde, pero cuando decimos que ahí nació el crea­dor de la guarania, de tras­cendencia universal, el lugar cobra vida. La imagen sirve de apoyo al relato. Cuesta mucho relatar sin imágenes.

El mundo es eternamente cambiante y solo la fotografía lo puede detener

-Dada su experiencia con la fotografía y la imagen, ¿qué piensa de las posibi­lidades que hoy brindan los teléfonos celulares?

-En un comienzo los celula­res trajeron imágenes de muy baja calidad, pero el furor de las redes sociales exigieron a los fabricantes mejorar esas imágenes. Ya no pode­mos menospreciar al celular. Hoy llevamos en el bolsillo una muy sofisticada máquina de fotografiar que sirve muy bien para publicar en redes, ahora, si uno necesita hacer una campaña publicitaria, publicar en offset o reali­zar una fotografía, el celu­lar aún no nos brinda una buena calidad. Necesitamos de una cámara profesional y de conocimientos avanzados.

“En nuestro próximo encuentro estaremos conociendo las 7 colinas de Asunción”, revela el reconocido profesional de la fotografía

-¿Por qué nos apasiona tanto la fotografía?

-Porque la fotografía es la máquina de detener el tiempo. Cada segundo que pasa es un segundo más cerca de la muerte que no podemos detener. La fotografía, sin embargo, congela el tiempo y nos muestra lo que fue y nunca podrá repetirse. Es imposible realizar dos foto­grafías iguales una vez que pasó el tiempo. El mundo es eternamente cambiante y solo la fotografía lo puede detener.

¿Qué sería de nosotros sin nuestros recuerdos fami­liares? ¡Cómo podríamos ver a nuestra madre o nues­tros abuelos que ya no están si no fuera por la fotografía? Los recuerdos de un viaje o de nuestros momentos más importantes solo la fotogra­fía nos puede traer... y hay algo más. Antes de la fotografía, si yo quería conocer la Capi­lla Sixtina del Vaticano solo podía hacerlo yendo hasta Roma. Hoy, con mirar una foto ya tengo acceso al arte y a la noticia importante que está ocurriendo en otro lugar del mundo. No olvidemos que la caída de las Torres Geme­las lo pudimos asistir en vivo y en directo y todo gracias a la fotografía.

“¿Podríamos decir que la foto ayuda a educar? Definitivamente, vivimos en un mundo de imágenes. Es imposible concebir este mundo sin ellas. La unión de las imágenes con la historia es fundamental” .

“La fotografía congela el tiempo y nos muestra lo que fue y nunca podrá repetirse. Es imposible realizar dos fotografías iguales una vez que pasó el tiempo”.

Una vuelta por el Jardín Botánico

En el Rosedal el grupo recordó una historia de amor muy interesante visitando los corazones construidos en la propiedad de Karl Fiebrich, el creador del Jardín Botánico

En este mayo el safari visitó el Jardín Botánico de Asun­ción. “Alumnos y exas del Ins­tituto de la Imagen, directivos de la Sociedad de Comunica­dores del Paraguay y muchos seguidores de estas dos ins­tituciones asistieron al singu­lar paseo como el arquitecto Ramón González Coronel, uno de los 7 samuráis de la Facultad de Arquitectura. Lla­mado así por ser uno de los 7 primeros egresados. También tuvimos la presencia de la afa­mada bailarina y profesora de danzas Marisol Pecci. No fue menos importante la pre­sencia del doctor en medicina Juan Carlos Cruzans, quien se interesó en los temas histó­ricos mencionados por noso­tros”, contó Mario Franco Nunes.

“La primera escala se dio en la popularmente conocida Casa Baja, por ser de una sola planta, donde mostramos un ángulo muy diferente de la construcción, enmarcado entre la vegetación del lugar. Luego el safari se dirigió hacia un lugar muy desconocido: El Parque Romano, donde abra­zamos entre todos el árbol centenario, que aún guarda partes de la antigua majestuo­sidad del lugar. La siguiente escala fue frente a la Fuente Kamba-i, que fuera restaurada, pero, sobre la cual, cayó un árbol y la partió dejando solo sus restos”, relató.

“Al llegar al Rosedal recor­damos una historia de amor muy interesante que habla de los corazones construidos en varios lugares de la propie­dad donde Karl Fiebrich, el creador del Jardín Botánico a comienzos del siglo XX, solía dejar un regalo para su amada esposa Ana que pidió ser enterrada en el lugar”.

El recorrido siguió pasando a La Casa Alta (de dos pisos), “construida para vivienda del Mariscal Francisco Solano López y allí precisamos dos cosas: 1) Que el camino que viene de la parada del ferro­carril y entra al Botánico, fue construido para que los López, luego de bajar del tren, puedan acceder a sus casas y, 2) Que el Paraguay no permitió que Inglaterra le “regale” la concesión del tren por 100 años, sino que nues­tro país adquirió el ferrocarril de Inglaterra, con ingenie­ros incluidos. Cosa única en la época. Por último, y para cerrar el paseo, visitamos el Tacuaral: un maravilloso túnel de tacuaras que nos evoca a un cuento de hadas”, concluyó relatando.

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