La extraordinaria cantante de las piernas de ébano vivirá en la memoria de una generación.

Nacida como Anna Mae Bullock en la zona rural de Ten­nessee, fue en St. Louis, donde se enamoró de Ike Turner. Ya cantaba como los dioses cuando su novio la bautizó como Tina y le pegó su apellido a la potencia irre­frenable de su voz. Se casaron en 1962 y grabaron un disco tras otro hasta 1976 en que ella consiguió divorciarse de él, por golpeador, drogadicto, mujeriego y celoso incurable.

La independencia le costó muchísimo a Tina, al punto que se convirtió en budista, una fe que alimentó hasta el final de sus días. “Explosión de amor” se llamó su debut solista de 1979 que no tuvo gran impacto, aunque siguió actuando regularmente. Las cosas comenzaron a cambiar cuando nombró como mána­ger a Roger Davies que fue el ideólogo de su gran álbum “Bailarina privada” de 1984. El disco llevó el nombre de la balada que le encargaron a Mark Knopfler, el líder de los Dire Straits.

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Tras una larga enfermedad, se fue el jueves pasado, a los 83 años, en su casa en Küsnacht, cerca de Zúrich (Suiza)

Sin embargo, fue “Qué tiene que ver el amor con eso” (What’s Love Got to Do with It), el motor de su triunfo mundial con un videoclip en el que sus maravillo­sas piernas devora­ban Nueva York. Ella no estaba muy convencida de cantar canciones de amor, pero esta, que Davies con­fiaba en que sería un éxito, sirvió de vehículo para expre­sar cómo se repara un cora­zón roto. Con ese coro cínico y desgarrador repitiendo el nombre de la canción.

“Si no hubiera estado dis­puesta a salir de mi zona de confort, abrir mi mente un poco más y hacer el trabajo extra para hacerla mía, quién sabe si habría triunfado en mi carrera”, escribió en su autobiografía “Mi historia de amor” de 2018.

Pronto, su voz fue central en la canción “We are the World”, una colaboración de los artistas estadouni­denses cuya recaudación se donó para ayudar a paliar una terrible hambruna que padecía Etiopía en ese 1985. A partir de allí su éxito se con­solidó actuando y haciendo el tema central de la pelí­cula Mad Max III, la disto­pía futurista que consagró a Mel Gibson. “No necesitamos otro héroe”, cantaba visce­ral Tina con la potencia de la “Tía Ama” (Aunty Entity), el personaje que interpretaba en la película “Más allá de la cúpula del trueno”. En el 95 haría también el tema de la película “GoldenEye” de James Bond.

La extraordinaria vida de esta leyenda de la música puede verse en documentales y películas

Amiga de los Rollings Sto­nes, “ella me ayudó tanto cuando era joven y nunca la olvidaré”, dijo Mick Jagger, de David Bowie, “¡Qué mujer!”, exclamó Rod Stewart ayer, Bryan Adams lloró la muerte de “una mujer increíble­mente poderosa”, admirada por todos los grandes de la escena, se había despedido hace unos años de los esce­narios que la vieron triunfar por el mundo. Dejó también grabados unos mantras reli­giosos que cobran extraor­dinaria resonancia en su voz educada cantando “spi­rituals” de la cultura negra estadounidense.

Se fue el jueves pasado a los 83 años en su casa en Küsna­cht, cerca de Zúrich (Suiza).

Su vida extraordinaria puede verse en documentales y pelí­culas, sus temas hacen parte de una generación que bailó, cantó y aprendió con ella a expresar la sensualidad y la fuerza del ser con brillo y des­parpajo. Hasta siempre.

Sus fans depositan flores, velas y mensajes fuera de la finca de la difunta cantante

La canción “Qué tiene que ver el amor con eso” (What’s Love Got to Do with It) fue el motor de su triunfo mundial con un videoclip en el que sus maravillosas piernas devoraban Nueva York.

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