En esta edición del programa “Expresso”, transmitido por GEN/Nación Media, Augusto dos Santos recibe al escritor e intelectual liberal Carlos Mateo Balmelli, quien, además de hablar de su producción literaria, de sus influencias y de su formación, analiza la realidad política nacional e internacional. Remitiéndose a los clásicos del pensamiento filosófico y de la ciencia moderna, Balmelli aboga por una educación y una comprensión de la realidad que apunte más allá de los hechos positivos y apele a la imaginación con el fin de generar soluciones creativas para los problemas que aquejan a la sociedad contemporánea.

  • Fotos Carlos Juri

–El político inte­lectual es una raza que ha ido desapareciendo paula­tina y sugestivamente en el curso de la transición.

–Sí, la verdad es una raza en extinción. Yo empecé muy joven en la política, a los 17, 18 años. Y entonces existía la ten­sión de si vos querés ser político o querés ser estadista, tenés que formarte para manejar los asuntos del Estado. Hoy te dicen, sin embargo, si vos que­rés ser político o querés ser estadista, lo único que tenés que manejar es la comunica­ción, cómo vender un producto, que puede ser que ese producto esté vacío de contenido. En la época que nosotros empeza­mos en esta actividad, el rigor académico, el debate ideoló­gico, formaba parte del que­hacer político. Hoy en día no se habla de ideas, hoy en día no se habla de proyectos, hoy en día no se habla de nada que tenga que ver con un poquitito de abstracción. Se tiene que ir al hecho anecdótico, al hecho grotesco, al hecho escandaloso. Se tiene que apelar a la morbo­sidad.

–Quizás también tenga que ver con el hecho de que, como estrategia, se canjeó la notoriedad, que era abso­lutamente imprescindible, por la visibilidad, que es de plástico.

–Exactamente. Hoy en día es más importante ser un hom­bre notorio, en el sentido de que llame la atención, en vez de ser un notable, un hombre que reúne cualidades éticas, forma­ción académica y capacidad de gestión. Hoy en día eso ha sido reemplazado. Vos tenés que ser notorio, de alguna manera tenés que llamar la atención, ya sea porque te quitás la camisa, ya sea porque pegás un puñe­tazo, ya sea porque decís un exabrupto.

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–Escribiste un paseo admi­rable por la filosofía, escri­biste un par de novelas potentes, transitando un camino poco frecuente en Paraguay, como es la novelística.

–En las próximas semanas o meses, lanzo un nuevo libro, “El elevado precio del honor”, que trata de la primera bata­lla naval de la Segunda Guerra Mundial, que se realizó en el Río de la Plata, un barco ale­mán contra tres ingleses. El comandante alemán hunde el barco, Hans Langsdorff, y luego se suicida en Buenos Aires. Un drama, pero también una novela histórica. Yo empecé escribiendo ensayos. El pri­mer libro que yo publiqué lo publiqué en alemán. Yo estaba en Alemania, terminé mi tesis doctoral, entonces lo publiqué en Alemania, en una editorial suiza, donde se habla el ale­mán, en Zúrich. A mí la política me interesaba no solamente como acción, sino como objeto de reflexión. Y luego tuve una gran frustración en la política después de mi paso por Itaipú y entonces me puse como meta escribir literatura. De hecho, yo en Alemania estudié Dere­cho Público Alemán, Ciencias Políticas y Filología, y después terminé mi Ph. D.

LA POLÍTICA

–¿Desertaste de la política o seguís mirándola como un escenario posible en tu vida?

–Siempre se dice que no hay político kue. La política como acción no sé si es que me apa­siona tanto. La política como análisis, como reflexión, me sigue entusiasmando. El pro­blema es que el panorama político hoy es dantesco, en el sentido que se volvió un pano­rama gris, casi monocolor, un gris oscuro, en donde no hay destellos de inquietudes inte­lectuales. No hay un proyecto de nación, por ejemplo, en nin­gún protagonista político. Yo nunca hice política por ambi­ciones personales, siempre creía que la política era una acción colectiva, de proyectos compartidos, de sueños com­partidos. Y en ese sentido, uno siempre está expectante de que algo aparezca, pero ese algo no aparece. Entonces, creo que voy a estar en la pasi­vidad todavía por un tiempo.

–¿Qué panorama te pinta el escenario político actual?

–Yo creo que la oposición perdió estas últimas elecciones porque se presentó dividida. Y no hubo una voluntad verdadera de bus­car un acuerdo. Yo veo una gran desilusión de la gente porque la gente siente la política porque no le alcanza el sueldo, porque se le enfermó un pariente o la madre o el padre y tuvieron que vender la casa. Entonces, el dis­curso político está hoy en día hegemonizado y centrado en el cartismo y el anticartismo. Y sin embargo, hay unas necesi­dades sociales que la clase polí­tica, la dirigencia política no le está hablando a ese que tuvo que vender su casa para curar la enfermedad de su madre o de su padre o que aquella madre que fue a un hospital y tuvo que tener un aborto forzado por­que las instalaciones sanita­rias no están en condiciones. O las madres que sienten que su hijo va a una escuela en donde se le cae el techo y sienten que sus hijos no están preparados para una educación. Y aparte de eso hay como un vagón de tren de gente que se tiene que incorporar al mercado de tra­bajo, que está ansiosa de traba­jar, de formarse y la sociedad paraguaya no está capacitada para formarlos. Entonces, hay una política divorciada de la realidad social.

–¿Qué consecuencias puede generar eso?

–Y eso puede llevarnos a situa­ciones difíciles, a situaciones de desborde, porque puede llegar un momento en que la política no pueda gestionar el conflicto social. La ingober­nabilidad en el Paraguay no se origina en el conflicto social todavía. La ingobernabilidad o el conflicto político en el Para­guay se origina en la lucha de poder, en el acomodo de dife­rentes grupos políticos alrede­dor del poder. Pero el día en que la fuerza social sea más que esa capa epidérmica que es la polí­tica, puede desbordarse el país.

–¿Es un desafío para la polí­tica del futuro saber cons­truir en otro escenario que no sea el clientelismo?

–El clientelismo ha crecido por una cuestión elemental. Es atribuible a una cultura política definitivamente. Somos una cultura cliente­lar, en donde el ciudadano cree que el caudillo político lo tiene que proteger. Eso ha sido históricamente así. ¿Por qué hoy en día algunos dicen que se democratizó la corrupción? Sencillamente porque al cre­cer el Estado y al crecer el pre­supuesto del Estado aumen­taron las posibilidades de la corrupción dentro del Estado. Esto no es una cosa única del Paraguay. Esto es un fenó­meno de los países africanos, de muchos llamados Estados fallidos, en Estados donde la burocracia es endeble. La polí­tica no se ha encargado, no ha tomado como una responsa­bilidad suya establecer una burocracia. ¿Qué hicimos en 1992? Accedimos a la liber­tad, a una Constitución liberal en términos que garanticen la división de poderes que coin­cide con la soberanía popular, pero la polí­tica no asumió como compromiso racio­nalizar el Estado. En Europa el proceso fue inverso. Pri­mero se racionalizó el Estado, se hizo el Estado adminis­trativo y después se hizo el Estado consti­tucional.

–¿Te parece una alterna­tiva fundar otro Partido Liberal?

–No. Yo creo que fundar otro Partido Liberal en las condi­ciones en las que está el par­tido, es un poco más de lo mismo. Yo creo que lo que se va a imponer va a ser una can­didatura para 2028 de la oposi­ción. Si la oposición consensúa una figura que esté por arriba de las diferencias internas de la oposición, y que sea creí­ble y votable para el colorado descontento, esa figura va a concitar un gran entu­siasmo y puede llegar a tener más votos colorados que votos opositores. O sea, puede ser el causante del cisma del Partido Colorado porque no se puede pensar en una vic­toria posible de la oposición sin pensar en el voto del colorado, te estoy hablando del ciuda­dano colorado de a pie, no de la estructura. 2008 fue así. El día que la oposición construya con una figura emblemática, con prestigio social, que sea capaz de sintetizar eso, por­que el paraguayo yo no creo que va a buscar el voto del hom­bre ofuscado. El paraguayo y el elector prefieren, más que votar al enojo, siempre votar a la esperanza.

–¿Definitivamente el PLRA no va a concitar otros votos que no sean del PLRA?

–El PLRA tiene un problema, es un partido muy endogá­mico. Yo creo en una can­didatura independiente, pero el Partido Liberal ha presentado tres veces a Domingo Laíno, tres veces a Efraín Alegre, una a Yoyito Franco. El Par­tido Colorado en cada elec­ción te presenta en su interna dos figuras que compiten y son dos figuras nuevas. (Juan Car­los) Wasmosy era nuevo. Nica­nor (Duarte) era un político de escasa militancia dentro del Partido Colorado cuando vino. Era periodista. Raúl Cubas era un ingeniero. (Lino) Oviedo venía de las Fuerzas Armadas.

Marito (Abdo) viene de una tradición política, pero era una figura joven. Santi Peña es una figura joven dentro del Par­tido Colorado. Blanca Ovelar cuando pierde también era una figura joven y una mujer. Luis Castiglioni. Los liberales que tenemos que ser la vanguar­dia de ese espacio de la socie­dad estamos tan ensimisma­dos que no somos capaces de mirar más allá de los muros del partido.

INFLUENCIA ALEMANA

–¿Qué aportó a tu mirada del mundo, de la política, tu amor y tu adhesión por la mirada germánica, de la literatura, de la política y de la historia?

–Mucho. El otro día estuve tra­bajando con mi editora, una señora argentina, de una gran capacidad intelectual, y ella leyó mi próximo libro, y me dijo “vos sos un escritor raro porque cada frase tuya hay que mirarla bien, porque acá me decía esto y tiene que ver con esto, y yo te tengo que preguntar a vos para entender”. Y sí le decía, porque tengo una formación germana. Entonces, yo estoy buscando siempre la palabra adecuada para que pueda envolver o contener un pensamiento o un sentimiento. Entonces, yo siempre camuflayo de una manera o hago contrabando de muchos pensadores alemanes en mi obra.

–Es el contrabando his­tórico de la literatura digamos la recreación. La construcción de, como decía alguien, la mentira más consagra­toria del universo.

–Yo tengo una doble influen­cia. Por un lado, la kafkiana, pero (Franz) Kafka hacía fic­ción desde la ficción, siempre teniendo en cuenta la realidad. Un escritor nunca se olvida de la realidad y de sus experien­cias personales. Pero yo no soy un escritor fantástico, como lo fue (Jorge Luis) Borges, por ejemplo. Yo soy un escritor de la realidad. En ese sentido, me enmarco más en lo que fue Tho­mas Mann, que escribía más largo, por eso vendió mucho menos que Kafka y tuvo mucho menos repercusiones, aunque es un escritor de una gran soli­dez intelectual.

–¿Qué lecturas te marca­ron?

–Un escritor escribe lo que ha vivido, lo que ha leído y lo que piensa, lo que se ima­gina. Yo tengo una formación jurídica, una formación en lo económico. Me doctoré en Ciencias Políticas, todo el pen­samiento clásico de los griegos, Roma, Cicerón, la politología moderna, (Samuel) Huntin­gton, el debate ideológico en América Latina en la década del 70, escribí mucho sobre ins­tituciones, Constitución, soy un abogado, gobernabilidad. Y en el mundo de la literatura, un escritor que me parece fas­cinante es Borges, porque es un escritor que lo leo y siempre exploro algo nuevo y descubro algo nuevo en él. Soy amigo de Mario Vargas Llosa también, la forma de escribir de Mario Vargas Llosa ha influenciado en mí. Leí mucho Kafka, Tho­mas Mann. Kafka me parece un escritor fantástico, de una gran genialidad y una ducti­lidad para escribir únicas. También yo creo que uno no se puede apartar nunca de la lectura juvenil, el Quijote de la Mancha. Y también a quien lo conocí mucho y lo traté a Augusto Roa Bastos.

EL PODER DE LA IMAGINACIÓN

–La abstracción está en cri­sis. Toda la construcción del presente actualmente tiene que ver con que escri­bas algo que se pueda leer en dos minutos y qué posi­bilidad hay de profundizar.

–Te voy a citar el ejemplo de una persona que es emblemá­tica para la ciencia natural y para la física. (Albert) Eins­tein no era un hombre que trabajaba en laboratorio y era muy malo en matemática. Entonces, él era considerado un teórico de la física. O sea, él no trabajaba en laborato­rio, en experimentos. Era un hombre que se imaginaba las cosas. Y si vos ves todo el ini­cio de las ciencias naturales, tiene como primer estadio el pensamiento. O sea, el hom­bre no miraba el universo, se imaginaba cómo era el uni­verso. Yo creo que la realidad, el científico positivista lo va a mirar siempre con los ojos de la cara. El verdadero pensador y el verdadero científico y qui­zás la vida misma o el poeta o el hombre que tiene sentimien­tos o un sentido de lo estético y del futuro, yo creo que hay que mirar la realidad con los ojos de la imaginación. Los maes­tros, los profesores, tienen que inducir a los alumnos a la lec­tura, al ejercicio de la lectura. Porque el ejercicio de la lectura te permite pensar, te permite imaginar, te permite mejorar tu vocabulario.

–Quiero consultarte tu opi­nión con relación a esa erup­ción que se está dando entre Rusia y Europa.

–(Henry) Kissinger dijo en su libro “Diplomacia”, su tesis doctoral ampliada y reac­tualizada, que ya se ha aca­bado el liderazgo monopólico de los Estados Unidos, que va a estar Estados Unidos y va a estar India, van a haber lide­razgos regionales como Rusia, China y Europa. Y Europa casi en un lugar de segundo orden. Se estaba dando un acerca­miento entre Alemania y Rusia. Lo que voy a decir puede causar mucha polémica. El modelo de (Adolf) Hitler es Estados Uni­dos. ¿Cómo hicieron los Esta­dos Unidos? Se expandieron. ¿Cómo se expandieron? Exter­minando a las poblaciones ori­ginales. Alemania, un país de 350.000 kilómetros cuadrados, con 70 millones de habitantes y una capacidad de conocimiento tecnológico, científico, se tenía que expandir. Había que irse al espacio vital. Él no buscaba la guerra con Inglaterra y Francia. Era Rusia. Hoy en día, de otra manera y democráticamente, los alemanes estaban buscando el acercamiento a Rusia para un entendimiento superior. De hecho, estaba el gasoducto y una alianza ruso-alemana en un futuro hubiese cambiado el escenario geopolítico del mundo. ¿Cuál es el problema real? Que Estados Unidos no quiso nunca que Rusia sea una aliada de la OTAN (Organiza­ción del Tratado de Atlántico Norte). Porque Rusia solicitó formar parte de la OTAN y no se la aceptó. Y cuando cayó el muro de Berlín, se decía que los países que eran un colchón para la defensa rusa, Polonia, Ruma­nia, Hungría, Ucrania, etc., iban a ser países neutrales, no iban a entrar a la OTAN.

–Es una hipótesis muy potente realmente.

–¿Cuál es el efecto principal que se logra ahora? Que la alianza germano-rusa no se va a dar. Y con esa alianza germano-rusa, Alemania liderando la comu­nidad europea y Rusia propor­cionándole recursos naturales, la geopolítica mundial del siglo XXI hubiera cambiado. Eso no se va a dar con esta guerra de Ucrania. Entonces, el poder va a residir en Estados Unidos, en China, que van a ser los grandes competidores. Está definitiva­mente en el siglo XXI la com­petencia entre quién ejerce el liderazgo. ¿Estados Unidos o China? Con una diferencia, que los chinos nunca fueron invasi­vos ni quisieron proyectar nin­gún modelo. No así los nortea­mericanos, que proyectan un modelo que es diferente.

IDEOLOGÍAS

–¿Qué pasa con las ideolo­gías en estos tiempos en que surgen personajes que están fuera del encuadre tradi­cional como (Javier) Milei, (Nayib) Bukele y Payo acá?

–Vos recordarás un libro que fue polémico, pero para mí no fue un libro muy profundo. “El fin de la historia”, de Francis Fukuyama, que partía de una tesis hegeliana de un rumano que interpretó a Hegel en París. O sea, tampoco era la lectura originaria de Hegel. Él decía que el triunfo del mercado, del capitalismo, iba a condu­cirnos al mundo de la liber­tad, al mundo de la democra­cia. Se equivocó. No siguió lo que decía su profesor Huntin­gton, que decía que la política no derivaba de los hechos econó­micos. Vos podés tener capita­lismo, pero no tenés democra­cia liberal. ¿Y qué tenemos hoy en día? En Rusia hay un capita­lismo, China es capitalismo de Estado, pero no hay libertad, no hay democracia. En el mundo musulmán hay capitalismo, pero no hay democracia, no hay libertad. No es el triunfo de la razón en términos hegelianos. O sea, la historia no es lineal, es zigzagueante. Creo que el gran debate no es ideológico, sino que tiene que ver con un debate de cultura y el establecimiento de un derecho que reconozca que la dignidad del hombre es ante­rior a la constitución del Estado. Ese es el gran desafío del siglo XXI. Cómo hacer compatible el capitalismo con una noción que reconozca que los derechos del hombre y la mujer son anterio­res a la Constitución de la socie­dad política.

–¿Se puede hacer política por fuera de los partidos políti­cos en las fórmulas tradicio­nales de la democracia?

–Sí se puede. Lo demostró Milei, lo demostró el mismo Putin, Donald Trump, Payo Cubas, Fernando Lugo en su momento. Pero hay una cuestión que sí es real. Los partidos políticos, decía Karl Loewenstein, son la maquinaria que le da el combus­tible al Estado para funcionar. El Gobierno no es de los tecnó­cratas, el Gobierno es político. La gestión del Estado, en primer término, es una acción política y después una cuestión técnica. Si no se entiende eso, el que se para, escinde, cree que hay una suerte de asepsis entre lo técnico y lo político, está pro­fundamente equivocado en su enfoque. El tecnócrata cree que para un problema hay una sola solución. No tiene en cuenta las variables políticas. Enton­ces, el Gobierno, la gestión del Estado es política en esencia. Eso no quiere decir que el polí­tico desconozca o sea sordo al reclamo de las soluciones téc­nicas que demanda la conviven­cia social.

–¿Cómo te parece que se va a dirimir este debate electoral tan fuerte que se viene en los Estados Unidos y que segura­mente va a marcar el futuro inmediato?

–Yo no estoy siguiendo mucho la política norteamericana, pero lo escuché un poco más moderado a Trump. O sea, en el sentido de un Trump que quiere ganar no solamente su voto de fanático, sino un Trump que quiere ganar los votos del medio. Si Trump llega a ganar los votos del medio, ese voto que siempre existe y que es definidor, Trump puede ser el próximo presidente de los Estados Unidos. Si Trump es el próximo presidente de los Estados Unidos, creo que él va a jugar al aislamiento. O sea, en Estados Unidos siempre hubo una tendencia al aislamiento.

–De hecho ya anunció que cortará el financiamiento a Ucrania.

–Aunque parezca contradicto­rio, los republicanos son menos intervencionistas en conflic­tos militares que los demó­cratas. Eso está demostrado. (John F.) Kennedy estuvo en Vietnam. Bill Clinton bom­bardeó Yugoslavia. (Barack) Obama, la misma historia. O sea, los republicanos son más aislacionistas. Entonces, yo creo que Trump entiende que First America supone que Esta­dos Unidos tenga que fortale­cerse en sus propias bases y dentro de su propio país.

LA DEMOCRACIA Y EL PODER

–¿Cómo ves estas turbulen­cias que se han dado última­mente en democracias que tuvieron sus buenos momen­tos como Ecuador, Perú, Colombia?

–Cuando nosotros hacíamos la Constitución en 1990 recuerdo que el temor era cómo evitar el retrotraernos al estadio autori­tario. Hoy en día hay que hacer instituciones y pensar la polí­tica, no en cómo no retrotraer­nos a lo autoritario, sino cómo hacer que el poder político no se pulverice y no se anarquice. ¿Cuál es el problema que hoy tenemos en la democracia? Que aquel que tiene el poder no tiene tanto poder. Y si no hay un poder constituido en el marco de la racionalidad, que sea legítimo y limitado, no fun­ciona el Estado. O sea, no podés dar el mandato para gobernar con tantas ataduras que no se puede hacer nada al final. A quien gobierna hay que con­trolarle, pero hay que darle las herramientas para que pueda gobernar. O si no, no puede ejercer el poder. Y hoy en día quien gobierna y es electo está honestamente muy carenciado de herramientas para gobernar.

–¿Qué esperás de las nego­ciaciones por Itaipú?

–Yo creo que hay que aprove­char que está Lula (da Silva). Yo creo que hay que ser muy prag­máticos. Creo que es un error mirar solamente la tarifa. Yo creo que al final se va a impo­ner la tarifa brasileña, enton­ces Paraguay para no quedar como un derrotado diplomáti­camente tenemos que resolver el tratado, que es el Anexo C, que tiene un tópico que es la tarifa, pero todo el anexo tiene que ser revisado. Eso tiene que ser el pretexto para decirle a Bra­sil “sentémonos en una mesa para negociar el tratado y una integración energética que dure 100 años y que incluya también la perspectiva de una integra­ción energética a nivel regio­nal”. Paraguay tiene que lide­rar eso. No vamos a poder torcer la voluntad brasileña en estas circunstancias.

–¿Cuál sería la fórmula?

–Vamos diplomáticamente a establecer una mesa que mire 100, 150 años. Las dictaduras lo hicieron. Y la negociación del 73 fue mucho más compleja que la de ahora porque tenía que construirse la represa, tenía que saberse dónde se iba a ubi­car la represa, la capacidad téc­nica, la potencia, el diseño de la ingeniería que iba a trans­formar ese caudal de agua en energía eléctrica. Yo nunca he sido estronista, pero creo que hay que aprender del pasado. Stroessner hizo una dupla para negociar Itaipú de hombres muy capaces. (Raúl) Sapena Pastor, Enzo de Bernardi eran personas sólidas intelectual­mente. De Bernardi desarro­lla el sector eléctrico y energé­tico paraguayo. Sapena Pastor era un maestro de la diploma­cia, de una solidez intelectual y muy respetado en el Brasil. No vayas a llevar figuras que no son interlocutores o no sean respe­tados, porque de lo contrario no te toman en serio.

“Si vos ves todo el inicio de las ciencias naturales, tiene como primer estadio el pensamiento. O sea, el hombre no miraba el universo, se imaginaba cómo era el universo. Yo creo que la realidad, el científico positivista lo va a mirar siempre con los ojos de la cara. El verdadero pensador y el verdadero científico y quizás la vida misma o el poeta o el hombre que tiene sentimientos o un sentido de lo estético y del futuro, yo creo que hay que mirar la realidad con los ojos de la imaginación”.


“Creo que el gran debate no es ideológico, sino que tiene que ver con un debate de cultura y el establecimiento de un derecho que reconozca que la dignidad del hombre es anterior a la constitución del Estado. Ese es el gran desafío del siglo XXI. Cómo hacer compatible el capitalismo con una noción que reconozca que los derechos del hombre y la mujer son anteriores a la Constitución de la sociedad política”.

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