En esta edición del programa “Expresso”, transmitido por GEN/Nación Media, Augusto dos Santos conversa con el sacerdote jesuita Alberto Luna Pastore sobre la tarea apostólica y el significado de la fe en los vertiginosos tiempos actuales poco proclives a la contemplación y la instrospección. Para Luna Pastore, además de la misión histórica de la Iglesia de difundir el mensaje de Dios, esta institución enfrenta nuevos desafíos como la protección del planeta y el problema de la inequidad social.

  • Fotos Eduardo Velázquez

–ADS: Pa’i Alberto, ¿qué es ser jesuita?

–ALP: Hay una definición que dice que ser jesuita es ser un hombre que se reconoce pecador. O sea, una persona que reconoce su limitación, su fragilidad, su insuficien­cia, pero al mismo tiempo se siente perdonado, llamado, convocado por Dios para cola­borar con él en su proyecto. Entonces, tenemos esas dos dimensiones. Sentir tu límite, pero estás llamado a colabo­rar con toda tu energía. Como que Jesús te llama y te dice “vení. Vamos a trabajar jun­tos para hacer que este pro­yecto se lleve adelante en este mundo”.

–¿Cuál es hoy el jesuitismo te parece?

–Hay una visión muy amplia de la vocación de la Compa­ñía de Jesús. Y esa vocación es como una vocación universal muy abierta. O sea, nosotros no tenemos un tipo de tarea de decir “los jesuitas hacen esto”. Los jesuitas podemos hacer de todo de acuerdo a lo que veamos que es nece­sario en un momento deter­minado para servir ese pro­yecto de Dios, hacerlo real en el mundo.

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–¿Se puede tener fe en medio de tanto alboroto?

–Yo creo que la fe es una rea­lidad muy humana. Nosotros necesitamos fe. Yo necesito confiar. Confiamos muchí­simo en las cosas que com­pramos. No podemos vivir sin confianza. Ahora, otra cosa es la fe en la trascendencia y una relación posible con Dios o creer que Dios existe. Yo creo que esa fe como relación con la trascendencia también es parte constitutiva de la vida de las personas. Entonces, a veces la crisis de fe es decir “yo no creo más en la Iglesia, no creo en Jesús”, pero me oriento hacia otro modo de darle un sentido a mi vida, de buscar algo que esté más allá de mí, que me ayuda a entender, es decir, en medio del mundanal ruido darle un orden, un sentido a mi vida. Entonces, a lo mejor no es Jesús, a lo mejor no es la Igle­sia católica. A lo mejor es otro tipo de experiencias filosófi­cas, religiosas, espirituales que me inspiran, que me ayu­dan a encontrar un sentido.

FE Y RAZÓN

–El camino que ha tenido la civilización, los avances, la educación ha generado una especie de versus entre la razón y la creencia.

–La razón también es cons­titutiva de nuestra condi­ción humana. O sea, entender las cosas. Entonces, a veces se opone fe y razón. Lo que pasa es que a veces un católico que fue al catecismo cuando tenía 7 u 8 años y ahora es un universitario, un intelec­tual, claro que le queda chico eso que aprendió ahí. Lo que no significa que los conteni­dos de la fe no sean capaces de responder a sus pregun­tas. Lo que pasa es que él se quedó con ese zapatito que ya le aprieta. Entonces no puede caminar con eso, no le sirve.

–¿Es posible pensar en un acompañamiento que sea académico o en las fór­mulas que conocemos de escuela primaria, de la uni­versidad?

–Yo creo que se intenta. Las universidades inclu­yen teología en sus progra­mas, pero a veces es una cuestión nocional. El tema de la experiencia de la fe cristiana no es solamente una cuestión intelectual y racional. También lo es. O sea, no necesariamente se opone lo racional con la fe, se complementan. De hecho, la teología es la razón bus­cando entender la fe. Eso es lo que la reflexión teoló­gica busca entender. No se puede explicar todo, pero se puede darle un sentido razo­nable. Entonces, la fe cris­tiana también incluye una relación. No es solamente una cuestión nocional de contenidos, sino una rela­ción que yo vivo, una rela­ción personal.

–¿La Iglesia tiene una fija­ción temática en términos de su misión o en el fondo es construir una comunidad?

–Su misión es anunciar el mensaje de Jesús, lo que lla­mamos el Evangelio. Pero ese anuncio tiene muchas dimensiones, es como una propuesta. O sea, no puede ser una propuesta que se impone, aunque en algunos tiempos la iglesia entendió yo no encuentro oposición entre lo mundanal y lo reli­gioso.

–¿Cuál es tu pasaje favo­rito del Evangelio y de la vida de Jesús?

–Hay un pasaje que a mí me dice mucho. Dicen que había un hombre que tenía la mano endurecida y estaba en la Iglesia, en el fondo. Entonces, entró Jesús, era un sábado. Él estaba incli­nado porque su mano no estaba bien. Entonces Jesús le dijo “ven, levántate. Ponte en el medio y extiende tu mano”. Entonces, esa expre­sión que le dice Jesús a una persona que está allá en el fondo, tirado, marginado, frente a toda la gente le dice “vení, ponete aquí en el medio”. Desafiando a la gente le dice “extiende tu mano”. Y era su mano dere­cha. La mano del poder de Dios. Hacé lo que tenés que hacer aquí delante de todos. No te vayas a esconder.

–Todo el discurso de Jesús estaba muy signado por la instalación de otro relato con relación al relato vigente.

–Yo creo que Jesús, en rea­lidad, era un judío muy con­vencido de su fe. Y él esperaba que su pueblo le aceptara. Y sufre mucho y llora cuando llega a Jerusalén y siente que le rechazan. Llora. Está en el texto del Evangelio. Y usa una expresión muy linda. “Yo quise reunirte como la gallina junta sus pollitos bajo su ala, pero no quisiste eso”. Y llora. Entonces, él quería mucho a su pueblo. Y yo creo que hasta el final de su vida él pensó en Jerusalén que la gente iba a aceptar el mensaje que él traía. O sea, en un sentido, él fracasó por eso en la cruz dice “¿por qué me has aban­donado?”.

DESAFÍO

–La vida terrenal es dema­siado breve para ver las cosechas también.

–Hoy tenemos un tema muy fuerte, que es el tema del cui­dado del planeta. O sea, noso­tros tenemos que cuidar esto que le vamos a dejar a los otros. Ese es un desafío muy grande para nosotros hoy. Hay que tener esperanza. La esperanza puede ser pequeña porque si vos tenés evidencia o signos de que va a pasar, ya no tenés esperanza. Enton­ces, la esperanza su natu­raleza es ser pequeña, es el último pedacito allá, pero que te hace levantarte, que te hace luchar hasta el final.

–¿Te acerca hablar en gua­raní en tu tarea pastoral?

–Mucho. Yo siento que cuando hablo en guaraní en las capillas, en muchos lugares, hay gente sencilla, la mayoría. Entonces, vos hablás en guaraní y ves que los ojos se encienden de otra manera. Esto está tocando ahí un pocomás a un nivel que dice otras cosas. Entonces, yo mezclo. No soy purista. Yo creo que tenemos que tener un guaraní para comunicar­nos, no un guaraní acadé­mico, distante.

–Algo que le golpeó mucho al guaraní es esta cosa muy académica.

–No sé cuál le golpeó más, si el guaraní académico o que en las casas se hable menos. Porque si se habla en las casas, como hasta ahora, va a vivir. Pero si no se habla en las casas, en la escuela no va a pegar.

–¿Cómo está la cosecha de vocaciones hoy en día en la Iglesia?

–No llueve, pero gotea. Hay jóvenes que están entrando, menos que antes, pero hay jóvenes. Yo en los jesuitas soy encargado de acompañar a los estudiantes. Ahora mismo hay unos 15, 16 jóvenes en distintas etapas de formación que yo estoy acompañando. Me toca visitarles, hablar con ellos, ayudarles. Ahora estoy organizando las vacaciones que vamos a tener con ellos porque vienen de distintos lugares, no están todos aquí en Paraguay. Entonces, sí hay jóvenes, pero somos menos, hay menos vocaciones. Es una cosa menos masiva. O sea, digamos que la valoración cultural, social del pa’i, de la religiosa, es menor. Hay más diversidad de ofertas tam­bién. La gente tiene más posi­bilidades de formarse acadé­micamente. Antes de repente el seminario era una opción.

–¿Cuánto tiene que mejo­rar la Iglesia en materia de comunicación?

–Yo creo que hay experien­cias de la Iglesia a distin­tos niveles. Se está usando mucho en las redes socia­les. A lo mejor así hay mucho amateurismo, pero la gente hace lo que puede con la herramienta que tiene. Yo creo que hay intentos. Hasta el papa tiene un video men­sual cortito, que tuvo bas­tante receptividad. Noso­tros tradujimos ese video que todos los meses sale subtitulado en guaraní. Hay mucho aprendizaje que tenemos que hacer.

LA RELIGIÓN DEL PUEBLO

–Hubo una especie de separación de lo muy popular de la puridad de lo que es la religión.

–Antes había una religio­sidad popular versus una religión culta. O sea, el alto clero y el bajo clero. El papa valora mucho la religión del pueblo. O sea, cómo la gente vive su relación con Dios. Y yo creo que eso es muy elás­tico. O sea, depende de cada persona. O sea, una persona puede encender una vela, hacer una peregrinación, que puede ser algo muy profundo para él, pero otro necesita otro tipo de experiencia que le ayude a explicar un poco su vida desde otra perspectiva, que le explique un poco las claves donde él está trancado.

–Además la historia está muy marcada por el sin­cretismo, de cómo se mez­claron las culturas religio­sas para potenciar lo que existe.

–Hay una expresión de un padre antiguo de la Iglesia que es Ireneo de Lyon de que las semillas del verbo están en todas las culturas. O sea, lo que él dice es que cuando vos te vas a un lugar a hablarle de Dios, Dios llegó antes que vos. Entonces vos tenés que res­petar las semillas que ya hay ahí. Podés hablar de Jesús, pero vos tenés que interpre­tar eso que llevas en la expe­riencia de la gente, ya ahí hay algo que hay que respetar, valorar, integrar.

–La soledad como elemento de reflexión me parece que falta dentro de esta inten­sidad de nuestros días, ¿verdad?

–Y yo creo que uno necesita tomar distancia de las cosas porque si no, pues te llevan los acontecimien­tos. O sea, si vos no te hacés un tiempo para organizar tu vida, otros te van a marcar la pauta. Otros van a decidir dónde te vas a ir, qué tenés que hacer, qué tenés que com­prar. Porque así está organizada la cosa. Entonces, uno nece­sita parar la pelota y ahí seguís. Yo creo que los momentos de com­plexión y expansión son muy necesarios para que vos seas coherente con­tigo mismo. O sea, para que vos vivas desde lo que vos realmente querés. Te pares a pensar si realmente hiciste todo lo que querías o porque querían otros. ¿Qué es lo que vos querés? Eso implica escucharte a vos mismo. Entonces, como reco­nocer tus sueños, tus valores, tus convicciones, hacia dónde vos te querés y desde ahí arti­cular tus decisiones y asumir también los compromisos o las dificultades porque a fin de cuentas hay problemas en la vida.

–¿Cómo ves el proceso de forma­ción de las per­sonas que quieren militar en una religión como la católica?

–Yo creo que pasa por la moti­vación y después acompañar esos procesos. A lo mejor por el camino se va a bajar porque no era lo que quería, no llena sus expectativas, no le satis­face. A lo mejor esa persona no se engancha con esta pro­puesta, a lo mejor se engan­cha con otra. A lo mejor esta espiritualidad no le calza, le ayuda más otra. A lo mejor es más festivo, quiere ser pentecos­tal, carismático, y otro no, es más racional, necesita reflexión, nece­sita otro tipo de enfoque para comprender sus cosas, su vida.

–Me pregunto si en el fondo no quere­mos dejar de creer en un Dios porque de alguna manera es una especie de seguro de vida.

–Puede ser también que la religión se convierta en una especie de formulismo, de tradición, lo hago así por­que siempre se hizo así. Voy a seguir siendo porque mis padres y mis abuelos eran, pero yo creo que tiene que ir basándose más no digo en la convicción racional, sino que en la propia experien­cia. Osea, a mí me hace sen­tido, a mí me ayuda, a mí me orienta, a mí me sirve, y yo encuentro un lugar en este modo de vida, en esta pro­puesta. Entonces me engan­cho y una vez que yo creo que las personas tienen esa expe­riencia, son capaces también de compartirla con otros, porque en realidad lo que compartimos es lo que nos gusta, lo que nos hace bien, lo que nos entusiasma, eso es lo que compartimos.

POLARIZACIÓN

–¿Qué temores tenés respecto del pre­sente y del futuro?

–Los temores tie­nen que ver un poco con el futuro así de nuestra reali­dad, a veces muy pola­rizada, social, política, econó­mica­mente, en grupos cada vez más distantes, más segmentados, a veces más enfrenta­dos y la polarización en el sentido de que no se establezcan canales de encuentro y de diálogo, la exclusión. Eso de “yo soy de tal grupo y estos no tienen nada que decirme a mí”.

Pero estamos en el mismo país, vamos a seguir acá, estamos en el mismo planeta y vamos a seguir acá. Enton­ces, ¿cómo establecemos niveles de encuentro, de diá­logo? O sea, hay que entender que la diversidad no es una amenaza, sino una riqueza, y tenemos que acostumbrar­nos a eso, a convivir en diver­sidad, diversidad ideológica, política, social, cultural, y no marcar terreno y decir “aquí solo nosotros”.

–Y ahí es donde están los dos sectores que son claves, los pobres y el mundo indí­gena. ¿Los estamos viendo o están invisibles?

–El papa Francisco habla de los que sobran. A mí me da pena ver ciertas realidades y yo creo que no hay aten­ción suficiente. Hay algunas cosas que se hacen, pero no alcanza para el conjunto. Y hay un problema de inequi­dad en nuestro país. Hay sectores que están muy bien, demasiado, y otros que están pasando muy mal. Entonces, el tema de las políticas socia­les, el tema también del medio ambiente. A mí no me gusta tanto la expresión cambio climático, porque es ambi­gua la expresión cambio cli­mático, porque el clima siem­pre cambió y siempre cambia, es cierto. Pasa que ahora los cambios son más acelerados y más intensos. Se están vol­viendo imprevisibles, es evi­dente, creo, por lo que nos está pasando. A mí me gusta más usar la expresión altera­ción climática. O sea, noso­tros estamos en la activi­dad humana en esta era de la evolución, del antropoceno. Nosotros estamos alterando el sistema de vida y no me parece que haya signos con­tundentes de que vayamos a tomar medidas.

–Finalmente, alguien llega al portón de tu casa y te dice “quiero ser pa’i”. ¿Qué le responderías en ese momento?

–Si vos conoces a alguien o alguien que nos ve conoce a alguien que quiere ser pa’i, yo quiero hablar con él. Aun­que después al final no sea, pero sí me interesa. Primero hay que escucharle. Qué es lo que realmente desea, es decir, de dónde viene, qué está haciendo y eso es para calibrar su deseo, su motiva­ción. Si alguien viene a hablar conmigo, yo lo escucho. Y des­pués sí se ve que esa persona realmente tiene un deseo que puede ser auténtico, acom­pañarle. Nosotros tenemos un programa de acompa­ñamiento, unos encuentros mensuales, tenemos unos retiros. Hay que ver un poco también, calibrar un poco la madera. San Ignacio usa una expresión que dice “hay que ver si el espíritu que le mueve le promete tanta fuerza como para terminar la construc­ción de esta torre que pre­tende iniciar”.

“Hoy tenemos un tema muy fuerte, que es el tema del cuidado del planeta. O sea, nosotros tenemos que cuidar esto que le vamos a dejar a los otros. Ese es un desafío muy grande para nosotros hoy. Hay que tener esperanza. La esperanza puede ser pequeña porque si vos tenés evidencia o signos de que va a pasar, ya no tenés esperanza. Entonces, la esperanza su naturaleza es ser pequeña, es el último pedacito allá, pero que te hace levantarte, que te hace luchar hasta el final”.


“El papa Francisco habla de los que sobran. A mí me da pena ver ciertas realidades y yo creo que no hay atención suficiente. Hay algunas cosas que se hacen, pero no alcanza para el conjunto. Y hay un problema de inequidad en nuestro país. Hay sectores que están muy bien, demasiado, y otros que están pasando muy mal”.

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