Los ganadores del Premio Nacional de Música 2023 en las categorías clásica y popular, José Ariel Ramírez y Lizza Bogado, respectivamente, conversaron con La Nación/Nación Media sobre sus creaciones galardonadas, sus inicios en el mundo del arte y sus perspectivas de cara al futuro.
- Por Jimmi Peralta
- Fotos: Néstor Soto / Gentileza
Su padre Octavio, según cuenta José Ariel Ramírez, marcó en él con su voz y su guitara parte de su destino. Hoy el hijo celebra el reconocimiento del Premio Nacional de la Música en la categoría clásica.
De origen humilde, en su hogar José Ariel y sus cinco hermanos recibieron el mandato de la educación, el sacrificio y la perseverancia.
Esa cuna de músicos no tuvo escasez de afecto, creatividad, intelectualidad, sentido crítico y búsqueda espiritual por sobre lo material. Sin dudas, Victorina Duarte, su madre, tuvo un rol fundamental.
“El lado oscuro de aquella noche” es su obra que fue distinguida por la Cámara de Senadores con el Premio Nacional de Música 2023. Se trata de una propuesta narrativa instrumental que tiene inspiraciones en la epopeya de la guerra contra la Triple Alianza.
José Ariel Ramírez, director artístico de la Orquesta Sinfónica Nacional, es parte de una nueva camada de músicos formados en el país y en el extranjero que aportan composiciones al acervo musical contemporáneo de la música erudita paraguaya.
–¿Cómo nace tu afinidad con la música y en qué momento se convirtió en una profesión?
–Mi afinidad por la música y por el arte nació en mi casa. Primero porque siempre sentí fascinación por la lectura, medio por el cual desarrollé una imaginación creativa y conocí las diferentes culturas, principalmente las culturas antiguas. Hasta ahora esa fascinación por los modos y medios de expresión que tenían los hombres de la Antigüedad no decae. Sigo admirando sus esculturas, su arquitectura, su arte y su pensamiento. En segundo lugar, porque mi papá es un músico aficionado que constantemente nos acercaba música, tanto folclórica como académica. Recuerdo oírlo cantar música paraguaya y latinoamericana acompañándose con su guitarra. Su voz, su timbre son los mejores recuerdos de mi niñez. Debe tomarse muy en serio los efectos cognitivos que el canto de los padres produce en sus hijos recién nacidos. El efecto de la voz humana es sorprendente. La música estuvo presente en toda mi niñez y adolescencia, vivía prácticamente en el conservatorio. Por suerte pude quemar toda esa etapa soñando como todos los niños en distintas opciones de vida sin tener que ser forzado a elegir una profesión. Mi decantación por la música fue natural y gracias a eso nunca he tenido una crisis vocacional. La música fue y será mi modo de vida, estaba escrito.
–¿Tu papá fue tu mentor?
–Mi papá fue mi primer maestro y gran influencia. Todos los demás me han ayudado, pero ninguno ha tenido tanta preponderancia en mi elección final hacia el camino de la música.
EL INSTRUMENTO MÁS COMPLEJO
–De los instrumentos que ejecutás, ¿cuál es el que decís es “el mío” y por qué?
–He transitado un largo camino de aprendizaje por distintos instrumentos desde los ocho años, primero con el órgano electrónico, la guitarra, el piano, la flauta traversa, el canto y la electrónica hasta descubrir finalmente el instrumento que más me llena, la orquesta, que es el instrumento más costoso y difícil de perfeccionar. A diferencia de los demás instrumentistas, los directores no tenemos el “instrumento” en casa. Tenemos que hacer grandes sacrificios y largos caminos de formación para tener la oportunidad de contar con una orquesta. Otra diferencia es que los directores no conducimos directamente la música como lo hacen los demás instrumentistas, lo hacemos de manera indirecta y compleja, a través de gestos coreográficos que son descifrados por otros instrumentistas y que dependiendo de su subjetividad producen determinado sonido. No dirigimos música, dirigimos a los músicos. Es asombrosa la infinita posibilidad de sonidos que se pueden producir en una orquesta solo con un gesto-estímulo y eso es lo que más me cautiva. De los instrumentos individuales, la voz y el piano son los más efectivos para la dirección y la composición, aunque ahora debo sumar a la electrónica.
–¿En qué momento elegiste la dirección como el siguiente eslabón profesional?
–Mis vivencias dentro de una orquesta fueron muy prematuras. Me incliné por la flauta traversa para tener experiencia en orquesta por influencia de mi hermano, Héctor (quien también es director y compositor) y eso me permitió conocer ese mundo mágico de timbres diferentes, de personas diferentes que coinciden y buscan lo mismo, hacer música. La decisión final se dio en mis últimos años en el conservatorio luego de asistir a un curso de introducción a la dirección orquestal para luego liderar conjuntamente con mi hermano y otros colegas la Orquesta Juvenil de Asunción. Ahí aprendí que conducir no es solo hacer música, sino que se requiere de componentes extramusicales como un buen liderazgo, coordinación, buena comunicación, excelente manejo de personas, elementos motivacionales, etc. Me di cuenta de que solo manejaba un aspecto de la dirección y que necesitaba aprender mucho más. Creo que en ese momento tomé la decisión de especializarme en dirección y de “abandonar” el camino de músico instrumentista. En Paraguay todavía acostumbramos a ver la dirección como una extensión de la carrera del instrumentista y eso no es suficiente. La figura del director-profesor de instrumento es un modelo viejo, de orquestas juveniles que las orquestas top las han dejado de lado.
INFLUENCIAS Y COMPOSICIÓN
–La música académica muchas veces puede ser una carrera entera de interpretaciones. ¿Por qué componer y desde cuándo?
–En el arte, y más específicamente en la música, convivimos continuamente con interrogantes e incertidumbres, es una búsqueda constante por intentar definir y comprender lo que hacemos y por qué nos dedicamos a ello. Hay momentos de lucidez en los que sabemos muy bien qué es la música. En otros momentos solo tenemos una vaga idea y, más a menudo, no tenemos la menor idea de lo que es la música. Componer nos ayuda a orientarnos y encontrarnos en esa nube de incertidumbres, a definir lo que hacemos. Por ende, componer es convertir esos pequeños momentos de certezas en expresión. La música es un subproducto natural de la evolución del lenguaje humano y expresarnos a través del sonido es tan necesario como hablar. El sonido y sus efectos son tan asombrosos que es excitante provocar nuevas sensaciones a través de la construcción de sonidos y ruidos. Mi vocación por la composición es relativamente tardía, comencé a componer pequeñas piezas (más bien ejercicios) para el conservatorio a los 18 años y el descubrimiento e identificación de los parámetros musicales hizo que rápidamente experimente con ellos. El camino que más me sirvió en mi etapa autodidacta fue de la imitar las estructuras y procesos de los grandes maestros. Aunque me sirvió para aprender, no tuvo un buen resultado, no quería componer como otros, quería mi propio lenguaje. Fue un largo camino de análisis y experimentación hasta encontrar mi lenguaje.
–¿Qué corriente estética musical contienen tus obras y cuál pensás que te influye más?
–Todas las estéticas han aportado mucho para mi música. Principalmente la complejidad del contrapunto de la música vocal de la escuela franco-flamenca (John Dunstable, Guillaume Dufay, Johannes Ockeghem). Las armonías de Claude Debussy, la mirada tímbrica de Alban Berg y Anton von Webern. John Cage, Pauline Oliveros, Michael Pisaro, Saunders, Panayiotis Kokoras, entre muchos otros.
OBRA GANADORA
–¿Podrías hablarnos sobre “El lado oscuro de aquella noche”?
–Es una obra en un solo movimiento inspirada en un hecho histórico, el final de la guerra contra la Triple Alianza, más precisamente en la noche antes del 1 de marzo de 1870. La obra está construida por un grupo de solistas (quinteto de vientos de madera) que cumple una función de narrador omnisciente que describe la situación trágica y las emociones psicológicas del último bastión del Ejército paraguayo, mientras que la orquesta describe la noche. En la obra coexisten tres tiempos distintos. El presente, la noche previa al 1 de marzo; el pasado, que es el recuerdo de las penurias, y el futuro, que es el desenlace fatal que se avecina. La obra posee un relato no lineal, es decir, va saltando en el tiempo y busca que el oyente construya su propia imagen de lo que sucede en ese instante. Mi idea original fue agrupar tres obras en un tríptico sinfónico, que la integran además “Orfeo en el Estrimón” y “El baldío”. Las tres comparten la misma búsqueda, acercar la música de nuestro tiempo con un lenguaje propio a gente común que no es habitué de la música orquestal, con temas que sirven de disparadores para que el oyente construya su propia versión de los hechos. Lo cierto es que cada una de ellas se estrenó en orquestas distintas y aún no he podido interpretarlas juntas.
–¿Qué significa para vos este reconocimiento?
–Todavía no puedo decir de manera concluyente lo que significa este reconocimiento, necesito más tiempo para procesar y digerir esta distinción. Se trata nada más y nada menos que del premio más importante que tiene el país a nivel musical. Nunca he compuesto para ganar premios, más bien responde a una necesidad de expresarme a través de la música. Todo premio trae consigo una gran carga de responsabilidad, y creo que me toca honrar a los compositores que nos han legado su música y velar, defender y difundir la música orquestal de calidad de compositores paraguayos desde mi lugar de director/compositor.
–¿Qué proyectos tenés en particular y qué dentro de la Orquesta para 2024?
–La creación del primer ensamble de música nueva de forma estable y generar una compañía interdisciplinaria. Para ello es fundamental resemantizar los espacios. Las nuevas expresiones requieren de un lugar acorde para tal experiencia. Crear un ciclo de música experimental y abrir el primer laboratorio de música electroacústica del país. Además de esta distinción, me toca liderar artísticamente la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), el organismo más complejo e importante a nivel sinfónico que tiene el Paraguay. Desde ese lugar estamos trabajando para fomentar la composición y elevar el nivel de las obras y los compositores.