En esta edición del programa “Expresso”, transmitido por GEN/Nación Media, Augusto dos Santos recibe a Moncho Azuaga, Premio Nacional de Literatura 2023. Entre anécdotas y su historia personal, Azuaga reflexiona sobre el sentido de la práctica poética y artística en general, así como de la importancia del fomento de la lectura para el estímulo de la imaginación y el crecimiento integral de las personas en todos los ámbitos.

  • Fotos: Carlos Juri

ADS: Justo premio, Moncho. ¿Cuál es tu impresión sobre este momento que estás viviendo?

–MA: Un momento dema­siado emotivo, interesante para la difusión del trabajo literario, un estímulo, no sé si el momento justo, porque es en el tiempo de la juven­tud cuando de pronto se precisa ese empujón. Hoy, sin embargo, es ya práctica­mente el colofón de una larga carrera.

–Es un reconocimiento exactamente. Igual es genuino, ¿no?

–Sin duda, muy estimado. Nosotros estuvimos en la elaboración de las bases de este concurso hace muchísi­mos años con Carlos Villa­gra Marsal y otros escrito­res de fuste. Y pensábamos que debía ser un premio para los jóvenes. Pero la tradición pudo más y se hizo un pre­mio para la trayectoria del escritor. Por ahora estamos pensando en que debe esta­blecerse un premio para la juventud, para el libro joven.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

ENCUENTRO

–¿Cómo empezó tu vida en esta artesanía de las palabras?

–Y empezó con la afición y el encuentro fortuito, casual, de otros compañeros en la secundaria alrededor de las academias literarias y con profesores que estimulaban la actividad literaria. No puedo dejar de mencionar a Azucena Zelaya de Molinas con su taller Julio Correa de declamación, de teatro juve­nil. Por allí nos encontramos con gente como Nico Espi­nosa, Selmo Martínez, Lisan­dro Cardoso y otros compa­ñeros aficionados a los libros. Y con una revista estudiantil y luego con la Liga de Acade­mias Literarias, que era una reunión de jóvenes de dife­rentes escuelas, de diferen­tes colegios, con academias literarias. Lastimosamente esa costumbre, salvo algu­nos colegios que todavía las mantienen, se ha perdido ese ejercicio ciudadano, esa poesía, digamos militante, de antaño.

–Es muy importante el papel que tiene el maes­tro como estimulador para la formación de los poetas, ¿no?

–Sin duda. Beatriz Saguier Negrete nos prestaba sus libros más queridos de los poetas que no tenían mucha circulación. Hasta ahora no tienen mucha circulación en los colegios los poetas locales, los poetas nacionales. Digo locales pensando en el inte­rior, donde también hay poe­tas, pero que no circulan en la malla curricular. Y eso es muy importante, hay que res­catar esos poetas. Emiliano mismo no es estudiado en los colegios. El más grande poeta paraguayo.

–Otro detonante impres­cindible es la lectura...

–Sin duda. La afición a la lectura potencia la imagi­nación. Y la imaginación potenciada logra contribuir con el razonamiento lógico para resolver problemas e incluso para hacer la vida más festiva. La imaginación es lo que de pronto cierto poder convencional se apro­pia de ella para que no sea la loca de la casa. Porque la loca de la casa incluso llega a ser subversiva contra ele­mentos del sistema, del con­vencionalismo. Nosotros en la secundaria éramos esti­mulados justamente a tra­vés del teatro estudiantil, que luego encuentra eco en lo que eran los festivales de teatro secundarios, ele­mentos que han desapare­cido también.

–La poesía es el elemento que trabaja más en la sub­versión de lo establecido, ¿verdad?

–Es más corta, permite escribir en los muros y salir corriendo. Además, hay que entender que la poesía, en su veta amorosa, coincide con la adolescencia, con la juven­tud, con los primeros amo­res. Entonces es también un estímulo interno, por decirlo de alguna manera, de las hor­monas, que hacen su trabajo mirando de forma diferente, más bella el mundo.

ESTÍMULO

–¿En qué te parece que fallan los proyectos de estímulo de la lectura, que a veces parecen más pro­yectos editoriales que pro­yectos de aplicación peda­gógica?

–Así mismo es. El problema está muchas veces en el comercio de la poesía o de la literatura. Entonces se impo­nen temas, se imponen for­mas, porque muchas veces te dicen “tenés que escribir para la secundaria, para que ellos puedan leer”. Pero ¿qué permiten leer, por ejemplo, en esa secundaria, en ese colegio religioso? Y hay una diferencia de lenguajes entre la escuela y la calle, la vida. Entonces los poemas de la vida no están en el currículo por una serie de moralina y de cuidado propio. Y entonces yo a veces les respondo “pero escuchá cuando hablan tus alumnos en el recreo. Ese es el lenguaje”. No podemos traerle a (Luis de) Góngora a los 16 años para que lean en un castellano que la gente no domina, que tus alumnos no dominan, no entienden, por­que su imaginario muchas veces está en guaraní. Y en primer lugar es engorroso el barroco español que está en los programas. Es otra cosa Mario Benedetti o las letras de Violeta Parra. Eso sí estimula, eso sí contagia, eso sí expresa el sentimiento del joven.

–¿Primero fuiste actor, dramaturgo, poeta, pro­sista?

–De la poesía adolescente directamente al teatro, por­que con Azucena Zelaya fui a hacer teatro en el Municipal, en su academia. Una primera intervención con danza afri­cana me costó el descuereo en el cuartel.

–¿Por qué?

–Me dijeron “usted, aspirante de bailarín, venga acá”. Pri­mero tenía que bailar y luego ser descuereado por bailar.

–Lo planteamos como tra­gicómico, pero qué trágica es la barbarie, ¿verdad?

–Sin duda. Pero hay una cierta admiración por la gente de arte que a veces pone límites a la barbarie.

MUNDO PARALELO

–En la dictadura surgie­ron escapes imaginativos que no existirían en otros tiempos.

–La poesía y su metáfora per­miten la construcción de un mundo paralelo incluso, que puede ser de compromiso simbólico o puede ser de eva­sión. Pero la poesía siempre es un instrumento de vida.

–Taller Manuel Ortiz Gue­rrero, ¿cómo marcó tu vida?

–Fue un encuentro muy rico, muy enriquecedor, porque confluimos gente de diversos barrios. Era gente que creía que estaba sola.

–¿Como quiénes, por ejem­plo?

–Mario Casartelli, Mario Rubén Álvarez, Lisandro Cardoso, Victorio Suárez, Delfina Acosta, Miguel Ángel Meza, Ramón Silva, Sabino Giménez, en guaraní y en castellano. Una pléyade de jóvenes que se iniciaban y logramos en una horizonta­lidad fraterna escucharnos, dialogar, discutir, cuestio­narnos y afirmarnos en cada posición. Y hoy viendo la pro­ducción literaria y la conti­nuidad en el trabajo cultu­ral de cada uno de ellos, pues es una generación muy enri­quecedora y aporta.

–¿Qué es lo que pasa cuando en una generación aparecen tantas figuras?

–La manada está suelta. Se necesita un momento para encontrarnos. En este caso, un hecho como el concurso de poesía joven realizado por el Instituto de Cultura Hispá­nica nos juntó. A partir de eso nos reconocimos cofrades. Y a partir de allí, la cita, el inter­cambio de textos escritos, el escucharle al otro. Por eso es muy importante el estado de escucha de la poesía. Ahora hay mucha sordera para escu­char poesía.

LIBERTAD

–Y, además, esa construc­ción en comunidad.

–Teníamos una frase de Rubén Darío: “Juntos para construir el templo, solos para orar”. En ese sentido, la comunidad trabajaba por el otro. La reflexión, el aporte de libros, el intercambio de lecturas, el conocimiento. Compartir el pan del cono­cimiento. Pero solos dige­ríamos. No una devolución, digamos, forzada, convencio­nal, por el grupo, impuesta por el grupo, sino que para alimentarnos y fortalecer­nos en las convicciones per­sonales. La libertad antes que nada. La libertad es el último refugio del hombre.

–Si la vida te obligara a ele­gir un solo género, ¿con cuál te quedarías?

–La poesía es la madre, es la piedra filosofal, la piedra fun­damental. Porque hay poesía dramática y poesía narrada. Es la palabra en su esplen­dor y en su potenciación la que invade, sea la forma que fuere.

–Y la poesía, particular­mente la tuya y la poesía universal, tiene un diá­logo muy fluido con la gente, ¿no?

–Sí. Trata de ser testimo­nial, de dialogar con su tiempo, con su gente. Situa­ciones sencillas en las que se expresa la situación más límite. Situaciones sencillas que nos pasan todos los días y que muchas veces por la coti­dianidad, la burocracia, no nos damos cuenta que esta­mos viviendo, que estamos vivos y que estamos cantando o que estamos llorando. Los dos elementos de la poesía.

–¿Hay una poesía que vive en la gente que no escribe poesía?

–Sin duda. Por eso se reco­noce en el canto, en la música, que a veces es el transporte de la poesía.

–O sea, el ciclo de la poe­sía no termina en el poeta.

–No, no termina. Vemos un paisaje, admiramos una obra de arte, una obra visualmente. Nos sigue sor­prendiendo un crepúsculo, un amanecer o una noche estrellada y eso no es roman­ticismo, sino reflexión pro­funda del ser ante el mundo.

LA LECTURA

–¿Cómo te parece que tie­nen que encararse los pro­cesos para mejorar el enro­lamiento de jóvenes en la poesía?

–Primero hay que potenciar la lectura. Hay que poten­ciar la difusión del arte en la educación, en la vida coti­diana. Estamos nosotros en un tiempo de restriccio­nes. El teatro tiene pocos espectadores. Las ediciones se están acortando. El libro parece una cuestión de élite o un objeto al cual no tengo acceso, que no me pertenece. Y si a veces tengo una biblio­tequita en casa, los libros no tocan los niños. No pueden tocar. Las bibliotecas antes eran lugares de castigo en la escuela. Te portabas mal y te mandaban a la biblioteca de castigo. Yo creo que eso está cambiando, pero todavía siguen los libros encerrados en sus anaqueles.

–Esa idea de que el libro digital venía a salvar la lectura porque iba a ser mucho más amplio, no da visos de que haya cam­biado dramáticamente nada para bien.

–No, porque en primer lugar si el libro tiene un problema de acceso, lo digital también y a veces es más caro que el libro impreso. Entonces, ¿quiénes acceden y a qué acceden? Es decir, ¿cómo uti­lizamos estos instrumentos que pueden ser muy útiles y son útiles? Yo creo que tene­mos la Biblioteca de Alejan­dría a veces en este aparato, pero no accedemos porque estamos en un laberinto del consumo que nos lleva a otros paraísos artificiales.

–¿Te parece que estos tiempos son hostiles con la poesía?

–No sé si hostiles porque hubo un tiempo en que era hostil y los poetas estaban en el exilio. Pero hay cierta indi­ferencia y cierta urgencia en la presentación de los objetos a consumir donde la poesía no está. No está la poesía en nuestra vida cotidiana como están los otros objetos que el mercado nos coloca enfrente. Tienen que tentarnos con la propaganda de lo bueno del libro para que podamos sen­tirnos atraídos.

UTILIDAD

–Puede sonar muy utilita­ria la pregunta, pero ¿para qué sirve la poesía?

–Para todo. Para guardar la memoria, para bosquejar el futuro, para cuestionar el presente, para transformar el mundo. Fijate que hay poe­sía siempre. Hay un sueño, hay una prefiguración de la sociedad a la que aspiras. Y eso está en la poesía y tam­bién para celebrar los cam­bios. Y también para volver a cuestionarlos. Es decir, es un instrumento fundamental la poesía, así como la filosofía.

–Construyeron un proceso maravilloso de teatro que hoy se llamaría teatro en condición de calle. Conta­nos de esa etapa.

–Al teatro, así como a la poe­sía en el Taller Ortiz Gerardo, lo hicimos itinerante. Reco­rrimos colegios, barrios, el interior, ciudades, plazas. También el teatro para nosotros, como toda la cultura en general, tiene que estar al alcance del vian­dante. Entonces al teatro lo quitamos tam­bién a la calle, a la plaza, a las playas, a un lugar no convencional. Porque ade­más hay que entender que los teatros convencionales son caros. Todavía sigue el concepto de que el teatro no es para todos.

–¿Qué anécdotas te trae esa etapa hermosa del tea­tro cultivado por ustedes?

–Hay diferentes anécdotas. Desde el teatro itinerante en que el espectador no sabe dónde sigue hasta el actor que está parado sobre un hormi­guero o algún perro calle­jero que de repente se mete como parte del elenco. O el público, de repente, total­mente desorientado, que toma en serio la disputa de los actores y se mete en el esce­nario y empieza a desafiar a los actores.

–Sos abogado. ¿La justicia tiene poesía?

–En todo abogado hay un poeta dormido. Y en todo poeta hay una sed de justicia enorme. Entonces, a veces el abogado le presta el sustento al poeta que no alcanza. Y el poeta le da la alegría y el pla­cer al abogado que tiene la dureza del tribunal.

DENUNCIA

–Los niños en situación de pobreza y de calle han sido una constante en tu obra.

–Sin duda. “Los niños de la calle” ha sido una obra emble­mática en la que se denuncia la situación terrible que sufre nuestra niñez en las calles. Y también “El tigre azul”, otra obra de teatro y narrativa sobre el ecocidio y la situa­ción de nuestros compatrio­tas indígenas. Es devasta­dor. Me parece que nuestra sociedad sigue insensible a esos problemas sociales.

–Es tan triste la situación de las comunidades indí­genas que no solo han sido olvidadas por las autori­dades, sino también por la sociedad en sí.

–Cuando el poder establece un sistema imaginario, un sistema convencional de pen­samiento, es allí donde eso se naturaliza. Se naturaliza que a un campesino sin tierra le podamos quemar el rancho. Miramos en televisión mien­tras almorzamos y hacemos un chiste. O despreciamos al indígena, al niño de la calle. Tenemos miedo de nuestra misma sociedad. Escucha­mos el ruido de una moto, vemos a un joven y lo estig­matizamos. Aquí hay un pro­blema muy grave en el pen­samiento social paraguayo actual. Porque el miedo y la censura se han transferido al otro, al otro que es mi igual. Y no es ya la institución polí­tica, policial o militar la que impone, sino somos nosotros mismos con relación a noso­tros mismos. Y eso es grave.

–Me da la impre­sión de que algunos géneros, como el canto testimonial, el canto de protesta, si bien siguen existiendo sus cantantes, la creación está un poco deprimida.

–Porque lo han hecho un objeto y lo han presentado y la presentan como una cuestión de moda pasajera. Ya pasó ese tiempo y se desnatura­liza la protesta y se natura­liza la situación defectuosa. Ya no se canta para ello. Can­temos otra cosa. ¿Qué cosa? ¿La indiferencia?

ALEGRÍA Y DOLOR

–¿Quién va a relatar la sociedad si el canto o la poesía o la literatura no lo hacen?

–La poesía prefigura la sociedad a la que aspiras. Guarda la memoria de los dolores que tiene. Es decir, la poesía encierra toda la maravillosa conjunción de dolores, alegría y sue­ños, porque proyecta las expectativas de la sociedad y es por ello también que es menos difundida.

–¿Sobre qué cuestiones insistirías al respecto de hacer que las letras sean más amigables para los jóvenes?

–Fiestas de poesía. Hay que descompaginar toda la cues­tión. Hay que darle la vitali­dad del joven. No es ajustán­dole un cinturón de lecturas obligadas, sino dándole la fiesta, la festividad, hacién­dole recorrer ese camino. Y también en los momentos tristes la poesía nos apoya. Entender que es celebra­ción, es alegría y también es dolor y es tristeza y es com­pañera de la vida la poesía. Eso es lo que nos va a huma­nizar. Y en vez de llevar un puñal o un arma en la cin­tura, llevamos un libro bajo el brazo. Y eso evitará más cárceles. Entonces, com­batamos esa delincuen­cia con mayor énfasis en lo cultural y en los valores culturales.

–¿Qué cosas te dan opti­mismo cuando miras alre­dedor y ves a escritores jóvenes?

–Yo tengo fe en la juven­tud, en los jóvenes, aunque sean pocos por ahora, pero es sencillamente la difu­sión y un tanto el apoyo del Estado en cuanto a sostener o a empujar a esa gente que por sí misma va a hacer esa tarea. Además, los medios masivos de comunicación han cerrado, por ejemplo, sus suplementos cultura­les, con excepción de algu­nos medios que veo que están volviendo a la pro­moción cultural. La radio también necesitamos que esté con más promoción y la televisión. Hay algunos escasos programas sobre libros y hay más sobre crí­menes. Es decir, cambiemos un poquito.

PROMOCIÓN CULTURAL

–En cuanto a políticas públicas, ¿qué se tiene que cambiar para que funcione mejor la promoción?

–Necesitamos promocio­nar a agentes culturales, así como los extensionistas en el campo agrícola. Entonces, una institución de promoto­res culturales que vayan, que lleven lo que existe. Acá tene­mos una institución como el Servicio Militar Obligato­rio, que se optó por el servi­cio opcional, pero no desapa­rece la obligación del servicio social. Entonces, la cultura sería un espacio para un ser­vicio ciudadano voluntario, que podría sustituir para la paz y la convivencia pacífica y para el desarrollo huma­nista. Entonces, a los jóve­nes podríamos invitarles a sumarse a una legión de agentes culturales que van a animar la lectura. La ora­lidad, la narrativa corta, la poesía breve. Hay que empe­zar jugando. Hay que seguir jugando.

–¿Cómo está el guaraní en términos de salud en nues­tra sociedad?

–Y todavía tenemos el pre­juicio. Uno puede entrar en un salón y saludar en guaraní y es una sorpresa todavía. Uno no puede enta­blar una comunicación en guaraní de inicio. Hay que entrar en confianza y allí se despierta, lo cual signi­fica que está estampado, pero sigue siendo un idioma secreto, un idioma íntimo. Pues bien, si podemos publi­citar eso y dar rienda suelta, soltarnos. Los paraguayos tenemos una mentalidad y pensamiento constreñidos.

–¿Ves futuro en la poesía?

–Sin duda. La poesía siempre, siempre poesía.

“La afición a la lectura potencia la imaginación. Y la imaginación potenciada logra contribuir con el razonamiento lógico para resolver problemas e incluso para hacer la vida más festiva”.


“La poesía prefigura la sociedad a la que aspiras. Guarda la memoria de los dolores que tiene. Es decir, la poesía encierra toda la maravillosa conjunción de dolores, alegría y sueños, porque proyecta las expectativas de la sociedad y es por ello también que es menos difundida”.

Dejanos tu comentario