Uno dice querer la libertad del pueblo turco y para alcanzarla hasta ahora no duda en matar. Otro quiere la libertad del pueblo turco y para alcanzarla avanza con la palabra contra el poder y los poderosos.

  • Por Ricardo Rivas
  • Periodista x: @RtrivasRivas
  • Fotos: Gentileza y AFP

“Le escribo en rela­ción con el caso del prisionero turco en Argentina Serkan Kurtulus, quien está detenido debido al pedido de extradición del Gobierno turco y también es un solicitante de asilo que fue rechazado por la Argen­tina. Esta decisión fue apelada y espera resolución de la Secre­taría de Derechos Humanos y del Ministerio del Interior”.

Hacía ya muchos años que no recibía una carta y ese comienzo no solo me atrajo, sino que me remitió a una época que cada día menos per­sonas recordamos. ¡Sorpren­dente! Fue escrita por el colega periodista Can Dündar, tam­bién turco que se encuentra exiliado en Alemania, “donde tuve que refugiarme de la per­secución que sufrí en mi país por parte del régimen del pre­sidente Erdogan, del que soy un activo opositor político”.

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Car Dündar, periodista de investigación. Estuvo 3 meses encarcelado. Liberado en 2016, fue condenado en Turquía a 27 años y 6 meses de cárcel por revelar un tráfico de armas desde su país a Siria. En Ankara sobrevivió a un intento de asesinato. Exiliado en Alemania, pide por un sicario que tal vez lo haya querido matar

Breve y escrita en inglés, dos fuentes seguras que solicita­ron reserva sobre sus identida­des porque se desempeñan en organismos multilaterales que prefiero no mencionar para no comprometerlas me la envia­ron a través de un servicio de mensajería tradicional “para no dejar rastros”.

Los dos remitentes no tie­nen contacto entre ellos. En el texto, Dündar detalla que recientemente estuvo en la Argentina. Precisa que con autorizaciones legales ingresó en la prisión federal de Ezeiza y que en ese establecimiento “entrevisté al Sr. Kurtulus ante la cámara para un documental que fue transmitido por la tele­visión pública alemana ZDF el 9 de mayo” pasado.

El mencionado Kurtulus (48), junto con su compatriota Lider Camgoz, están encar­celados desde el 10 de junio de 2020 después de que fueran detenidos por la Interpol en el barrio de Puerto Madero – zona sureste de Buenos Aires, unos 1.160 km al sur de mi que­rida Asunción– porque pesan sobre ellos sendos pedidos de captura internacionales.

CARGOS

Los capturados, dice la poli­cía, “son dos mafiosos al pare­cer involucrados en secuestros extorsivos, torturas, robos, ata­ques a centros comerciales” y por esas acciones los busca la justicia turca, que procura con­denarlos desde 2016.

Algunos diplomáticos a los que consulté puntualizan que “Kurtulus tenía su base en Esmirna, una provincia turca también conocida como La Perla del Egeo o Izmir occi­dental y que “desde allí operaba no solo en territorio turco, sino en Europa, Asia y, desde poco tiempo atrás, en Sudamérica”.

¿Pertenece a la Türk mafyası (mafia turca)? “Es muy proba­ble”, respondió uno de los con­sultados, en tanto que el otro agregó que “también tiene antecedentes como mercena­rio que combatió en Siria y con­tactos relevantes con los ser­vicios secretos turcos”. Varios lo señalan como “el arrepen­tido más importante de Tur­quía” porque “está dispuesto a denunciar” al gobierno del pre­sidente ante quien quiera oírlo.

Entre otras acciones, lo acu­san de vender armas a grupos terroristas con intervención de agentes de inteligencia de ese país. Asimismo, cuatro fuen­tes –una de ellas telefónica­mente desde una importante capital europea– sostuvieron enfáticamente que “alguna vez, entre 2015 y 2016, la inteligen­cia turca le ordenó matar a dos periodistas involucrados en un golpe de Estado y que revelaron secretos estatales”.

ENTRENAMIENTO

Kurtulus nació en 1978. Muy joven se alistó en el servicio secreto turco, donde lo entre­naron para “operaciones espe­ciales”, “sabotaje”, “infiltra­ción”, “espionaje” y apuntan que “por esas capacidades fue enviado y lideró arriesgadas misiones en territorio sirio”.

Después de un breve silencio, un confidente lo categorizó como “un tipo muy peligroso para todo terreno”. El juez federal argentino Marcelo Martínez de Giorgi tiene a su cargo la situa­ción de Kurtulus y Camgoz, que formalmente rechazaron ser extraditados a Turquía, donde serían encarcelados de por vida.

Dündar está preocupado, inquieto, por la situación de quien tal vez alguna vez haya recibido la orden de asesi­narlo. Aun así y pese a esa horri­ble posibilidad intercede por él. Da cuenta en su misiva de que “Eugenia Contairini, ofi­cial jurídica de ACNUR (Alto Comisionado de las Nacio­nes Unidas para Refugiados) en Buenos Aires, Argentina, y Juan Carlos Murillo, oficial jurídico sénior de ACNUR (en) Costa Rica hablaron (el captu­rado) con él vía Zoom allá por julio de 2021″ y asegura creer que “una nueva reunión (con esos funcionarios) sería muy útil en esta etapa” del encar­celamiento.

Teme por la vida de Serkan si es enviado de regreso a Ankara. Lo dice claramente y demanda “hacer todo lo posible para pro­teger a este importante testigo que documenta los crímenes cometidos por el régimen turco en el pasado reciente”. Entiende que hacerlo “contri­buirá a la democratización de Turquía”.

La periodista Sanita Jemberga –en 2017– sostuvo en El Correo de la Unesco que “el periodismo de investigación es uno de los garantes del buen funciona­miento de la democracia. (Aun que advierte que) sin embargo, su futuro no está asegurado. (Porque) sin independencia financiera, (ese género perio­dístico) no sobrevivirá”.

Puntualiza también su moles­tia cuando se califica “al perio­dismo de investigación de ‘misión’. (Porque esa especia­lidad) responde simplemente a una elección personal nacida de una necesidad, que se asocia a un conjunto de competencias y a la tenacidad, especialmente frente a los abusos” del poder y de los poderosos.

Car Dündar entrevistó a Serkan Kurtulus en la cárcel argentina de Ezeiza para un documental que emitió la cadena pública alemana ZDF

NECESIDAD FUNDAMENTAL

Con claridad conceptual, ali­neada con el Objetivo para el Desarrollo Sostenible (ODS) 16.10 de la Agenda 2030 y para que no queden dudas, define que “el periodismo de investi­gación es una necesidad fun­damental para obligar a rendir cuentas a quienes están en el poder” y destaca que esa defini­ción “aplica también a los paí­ses gobernados por regíme­nes autoritarios, en los que las repercusiones (por investigar) para los periodistas a nivel per­sonal son mucho más graves”.

Pienso en Dündar y muchos otros. En ese contexto, Jem­berga agrega que “sin periodis­tas que investiguen, el perio­dismo se limitaría a reportar informaciones cotidianas, de contenido gubernamental de pago y chismes sobre la vida de los famosos”. Aclara a los lecto­res que si se dieran “esas condi­ciones (sobre las que advierte), el periodismo no cumpliría una función de garante (del Estado democrático de dere­cho), sino más bien la de mero lacayo de las autoridades en el poder”.

¿Qué es lo que no se entiende? Car Dündar (62) nació en Ankara, Turquía, el 16 de junio de 1961. Periodista de investi­gación y de excelencia, escri­tor de una veintena de libros, cineasta, vivía en Estambul. En noviembre de 2015 fue cap­turado por agentes del presi­dente turco Recep Tayyip Erdogan. El poder político lo acusó de ser terrorista, espía y de reve­lar documentos gubernamentales confidenciales. En el momento de ser pri­vado de su libertad, era el direc­tor del periódico Cumhuriyet. Junto con él también fue arres­tado Erdem Gül, redactor jefe del mismo medio, sobre quien recayeron idénticas acusacio­nes. Los cargos menciona­dos por el autócrata turco los fundó en que, en enero de 2014, el diario publicó una nota de investigación con numerosas imágenes de un envío –por lo menos ilegítimo y secreto– de armas a Siria. Ese cargamento –transportado en camiones de la Organización Nacional de Inteligencia Turca (MIT)– estaba escoltado por efectivos de esa dependencia guberna­mental.

VÍNCULOS

De varios altos mandos de esa organización con intensa acti­vidad secreta y muchas veces ilegal se suele afirmar que tie­nen vínculos intensos con la Türk mafyası (mafia turca) – estructura delictiva transna­cional de alta complejidad– que opera en narcotráfico, especialmente de heroína y cocaína, contrabando de armas, trata de personas, pros­titución y secuestros extorsi­vos, entre una amplia gama de delitos.

Numerosas fuentes oficiales que hacen inteligencia crimi­nal –con el compromiso de no revelar sus identidades– sostienen que “esos jerarcas están estrechamente relacio­nadas con el Estado profundo”. Trasciende también que sus redes se extienden geográfi­camente en Europa, Sudamé­rica, el Cáucaso, el Golfo Pér­sico y que están vinculadas con otras organizaciones, entre las que mencionan insisten­temente a la mafia siciliana, la Camorra napolitana, la ‘Ndrangueta calabresa, la Solntsevskaya Bratva o la bratvá de Rusia, el Cartel de los Soles de Venezuela. Si algún otro dato fuera necesario para imaginar el poder del actual presidente Erdogan y hasta dónde puede llegar con sus tentáculos, vale recordar que desde varias décadas coin­cidentes reportes de alcance global dan cuenta de que el 13 de mayo de 1981, el ciuda­dano turco Mehmet Ali Agca –al parecer cercano a la inteli­gencia turca y búlgara– quien, según su propia declaración, intentó asesinar al papa Juan Pablo II fue parte de un com­plot con ese objetivo organi­zado y liderado por el mafioso turco Bekir Çelenk.

Claramente, los periodistas de investigación Dündar y Gül pusieron al descubierto una operación en Siria reali­zada por criminales de altí­simo nivel y, en consecuencia, pusieron sus vidas en grave peligro. En el momento mismo de sus detenciones desde los más altos niveles guberna­mentales se dejó trascender que exigirían a la justicia que los condenara a perpetuidad. Con rapidez a los dos trabaja­dores de prensa les impusieron prisión preventiva. En esa con­dición permanecieron 92 días.

SENTENCIA

El Tribunal Supremo turco el 26 de febrero de 2016 sentenció que los encarcelados eran víc­timas de “privación indebida de libertad” y ordenó que fue­ran puestos en “libertad provi­sional”. El alto tribunal dicta­minó que sus derechos fueron violados. “No puedo aprobar esta decisión. Lo digo muy claramente: no la res­p e t o " , expresó el presi­dente Recep Tayyip Erdogan. Enfatizó después que los perio­distas tendrían que “pagar un alto precio” por revelar lo que el autócrata quería mantener en secreto para que el mundo no supiera.

“Creo firmemente en la defensa de la libertad de expre­sión (…), pero no creo que pueda ser utilizada para ata­car al país de forma encubierta (porque lo que hicieron es) un asunto de espionaje”, dijo el jefe de Estado y destacó que “no puede haber libertad de prensa sin límites (porque) eso no existe en ninguna parte en el mundo”. El juicio penal con­tinuó a partir del 25 de marzo.

Casi cuatro meses más tarde, el 6 de mayo, frente al Pala­cio de Justicia de Estambul, un sicario intentó asesinar a Can. El atentado fracasó. Dilek Dündar, su esposa, y Muha­rrem Erkek, un parlamenta­rio, impidieron que el agresor consumara el crimen. Horas más tarde, al periodista lo condenaron a cinco años y 10 meses de cárcel por “fil­trar información secreta del Estado” y “tentativa de golpe de Estado”.

Organizaciones que defienden la libertad de expresión denuncian que bajo el gobierno de Recep Tayyip Erdogan el autoritarismo gana terreno en Turquía

AUTORITARISMO

En la más reciente cla­sificación de libertad de prensa de la organización Reporteros Sin Fronte­ras (RSF), sobre 180 paí­ses, Turquía se ubica en el puesto 165. Reporteros considera que en ese país “el autoritarismo gana terreno” y advierte que allí se “cuestiona más que nunca la pluralidad de los medios”. Destaca tam­bién que “desde las elecciones locales de 2019, la espiral de violencia contra los perio­distas críticos con la alianza gubernamental (AKP-MHP) no ha cesado de recrudecer”.

Desalentador. Aquella senten­cia fue apelada por el gobierno. Por esa razón, desde 2016 Dün­dar vive exiliado en Alema­nia. Denuncia que no puede reunirse con su esposa por­que las autoridades turcas le retiraron el pasaporte. En diciembre de 2021 fue final­mente condenado a 27 años y seis meses de prisión por los delitos de “espionaje y terro­rismo” y por publicar informa­ción que los jueces consideran que es “secreto de Estado”. En diciembre del año pasado, el Ministerio del Interior turco incorporó al periodista en la “lista gris” de las personas señaladas como terroristas en Turquía. Ofrecen 25.000 euros de recompensa a quienes aporten datos para su captura.

PARALELISMO

Dos historias. Dos compatrio­tas turcos. Can Dündar – Ser­kan Kurtulus. Vidas paralelas. Sin embargo, se tocan. Se cru­zan. ¿Coincidencias? No quie­ren regresar a Turquía. Ambos están condenados en ese país que es el de ellos. Temen por sus vidas. Dündar, además, pide por Kurtulus para que la justicia argentina no lo extra­dite. Cree que en Ankara el autócrata querrá silenciarlo. Exhorta en su carta: “Espero que escuchen la voz de este periodista que se esfuerza por exponer los asesinatos y la corrupción en su país y recon­sideren el expediente de extra­dición de Kurtulus”.

¿Diferencias? Kurtulus dice querer la libertad del pueblo turco y para alcan­zarla hasta ahora no duda en matar. Dündar quiere la libertad del pueblo turco y para alcanzarla avanza con la palabra contra el poder y los poderosos. Informa al pue­blo. “Para ejercer el perio­dismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pue­den ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificulta­des, sus tragedias”, sostiene Ryszard Kapuscinski (1932- 2007), maestro de periodis­tas. Aplica a Car Dündar que, porque quiere la democrati­zación de Turquía, pide por Serkn Kurtulus, que tal vez haya intentado asesinarlo.

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