Toni Roberto, tonirobertogodoy@gmail.com

Hoy Toni Roberto recuerda a aquellas vecinas que con el tiempo se convertían en tías sin serlo, a las que llama simplemente tías de barrio.

A veces, o siempre, hay que remontarse a la infancia para atrapar recuerdos. En este caso, los que nos hablan de aquellas señoras que hacían de nuestras parientes sin serlo, a las que yo llamo tías de barrio. Me suele decir Pepa K: “Si Menchi es la novia de Asunción, vos sos el sobrino, hetaiterei la nde tía kuéra (demasiadas tías tenés)”. Y es así, son las tías que llegan sin querer a nuestras vidas.

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Corrían principios de los años 80 y llegaba a la vieja Escolinha de Arte de la calle Irrazábal y Eligio Ayala. Ahí le conocí a maestras que hacían una gran familia y ellas también tenían las suyas. Ese era el caso de María Adela Solano López, quien me acercó a su legión de hermanas, entre ellas Norma “Petota” Solano López (estas con un apellido que suena a glorioso pasado), y que con el tiempo se convirtieron en mis tías, entre ellas Peto.

Así, con su cariño fui almacenando historias que fui compartiendo con los amables lectores en varios domingos, entre ellas las del castillo encantado asunceno (“Los inquilinos del castillo encantado asunceno”, La Nación, 28 de junio de 2020), hasta los mágicos recuerdos del Charming Club, una entidad, sin local, del viejo barrio Vista Alegre, hoy Pettirossi (“El Charming Club del viejo barrio Vista Alegre”, La Nación, domingo 2 de agosto de 2020). Tía Chona de Brugada, la nuera de Ricardo Brugada, el abogado de los pobres. (“La mujer de la sombrilla, el parque y Ricardito Brugada”, La Nación, 26 de enero de 2020).

LA PARTIDA DE TÍA PETOTA

Hoy, la partida de tía Petota me lleva a recordar a esas otras a las que muchos llamamos de esa manera aunque no lo sean. Así, yo puedo recordar también a Yolanda de Giménez, que en un mes cumple 102 años y se encuentra muy lúcida, siempre ofrendando historias que luego se convierten en estos “Cuadernos de barrio”. O tía Chilí, la legendaria decoradora de la calle Eligio Ayala que hace unos días cumplió 100 años y sigue trabajando, contando infinitas historias de la Guerra Grande y de sus 15 revoluciones (“Las 15 revoluciones de Chilí”, La Nación, domingo 30 de octubre de 2022).

Las tías suman y siguen, “Portones, pórticos y portoncitos de Asunción”, As., 22/05/07 inspirado en el elegante portón de tía Porota de Saguier de la calle Caballero o los recuerdos de tía Tita Peña, que me llevó a escribir “Las combis paraguayas” (La Nación, 30/06/19) contándome sobre los viajes de la vieja empresa Rápido Yguazú allá por principios de los años 60.

No puedo dejar de mencionar a tía Chiquita de Clari, una de las alegres hermanas Nicora, siempre preparadas para recibir en su moderno chalet de la calle Lillo, hoy devenido en una casa gastronómica. Tía Dora de Bernal, la abuela de las mellizas Servín, que me hizo acordar de la calle Tercera Proyectada (“Recuerdos de la calle Tercera”, La Nación, 27 de octubre de 2019).

Con la partida de tía Petota, cierro toda una época, la de las tías de barrio con línea baja de Antelco. Se fue ella, pero quedará para siempre a la entrada de su sala el mueble/silla/ teléfono, donde me contara semanalmente las “noticias de antes” y que ahora quedará mudo para siempre.

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