En el marco del Día Internacional de la Mujer, que se recuerda el 8 de marzo, el autor aporta unas reflexiones sobre la serie española “Machos alfa” (Netflix) en el contexto nacional a fin de plantear algunos tópicos de cara a esta nueva era de igualdad de oportunidades.

La expresión “macho alfa” revela una con­cepción anacrónica que está estrechamente vin­culada a visiones obsoletas que persisten en nuestros días. Estas visiones se tra­ducen, inconscientemente, en los vítores y aplausos bajo el lema de la “garra guaraní”. Esta expresión tiene su ori­gen en la leyenda nacionalista de cuño novecentista que fue alimentada a mediados de siglo y, no sin antes signar la estructura ideológica de la sociedad paraguaya consoli­dada durante una dictadura de 35 años, camufló la ende­mia que sigue haciendo mella hoy en los ideales de libertad, diversidad e igualdad.

El heroísmo paraguayo se sigue reivindicando no en aras de preservar la memoria de los involucrados en hechos del pasado, sino de soltar una rabia alimentada por aficio­nados que tenían demasiado tiempo libre y osaron “rees­cribir” la historia. Esa rabia devino, pues, en reacciones adversas contra los “enemi­gos de la patria”, sean estos los tres aliados del 70, los legionarios, los bolivianos, los comunistas, los progresis­tas o los homosexuales, etc.

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La guerra es un fetiche que no empacha a la mayoría con sus vicios y especulaciones en torno a su rol en el pasado del Paraguay. Según Sinay (2006), todas las atrocida­des propias de cualquier gue­rra, de cualquier invasión, se deben a decisiones no de un criminal, sino de un político “que aplica una de las tantas herramientas de la política”. Esta política, a todas luces, no deja de ser “una actividad que forma parte de los feudos masculinos como la econo­mía, el deporte, la ciencia, la religión y como tantos otros espacios (…) en los cuales se despliega el poder”.

CONTEXTOS MACHISTAS Y PATRIARCALES

La reflexión sobre las sociedades patriarcales, hetero­normadas, machistas, racis­tas o xenófobas se presenta como una cuestión relevante en el contexto actual a la luz de las ideas expresadas por Sinay. Estas ideologías pare­cen negar rotundamente el progreso y el cambio que los procesos actuales fomen­tan. El estereotipo regional –arraigado en Paraguay y normalizado hasta en la tele­visión– del “macho alfa, lomo plateado, pecho de acero, caballero de la noche, vista de tigre y voz de espartano” se resiste a situaciones adver­sas en las que se manifiesta la verdadera condición humana y se demanda empatía.

Cuando no pueden superar estos desafíos, las masculini­dades frágiles se fragmentan y se achican, convirtiéndose en amebas asexuadas y aco­modaticias que se devalúan y se convierten en quistes o parásitos. Esta problemática se refleja en las conversacio­nes que suelen tener lugar en las rondas de amigos en las que se cuestiona la cuali­dad de la fuerza en un debate racional.

Para abordar esta problemá­tica, el psiquiatra y antro­pólogo paraguayo Agustín Barúa ha puesto en eviden­cia la necesidad de abordar el análisis sistemático del androcentrismo, la misogi­nia, la homofobia, la hetero­normatividad, la transfobia y la violencia romántica, entre otros. Según Barúa, estos mecanismos han implemen­tado un sistema de domina­ción conocido como patriar­cado, que tiene al machismo como una de sus primeras expresiones en la sociedad occidentalizada de la que somos herederos y herederas.

Es necesario trabajar para desmantelar estos valores tóxicos y construir nuevas formas de relacionarnos, donde la igualdad de género y el respeto mutuo sean la base de nuestras relaciones interpersonales. La mascu­linidad tóxica no solo afecta a las mujeres, sino que también puede tener graves conse­cuencias para la salud mental y emocional de los hombres, limitando su capacidad de conectarse con sus emociones y expresar su vulnerabilidad.

UNA SERIE INTERPELADORA

Tras lo expuesto, es impor­tante fomentar una mascu­linidad sana y liberadora, que permita a los hombres vivir plenamente y desarrollar todo su potencial humano. En ese sentido, la serie espa­ñola “Machos alfa”, estrenada a finales del 2022 y disponible en Netflix, se destaca como una excelente parodia que analiza el comportamiento del hombre machista y su construcción social arbitra­ria y de mal gusto, que se ve cuestionada.

Los cuatro amigos hetero­sexuales y cisnormados que protagonizan la trama expe­rimentan situaciones insóli­tas al enfrentarse a un mundo que se centra en el empodera­miento de la mujer y la igual­dad de oportunidades. Sus comportamientos y formas de desenvolverse demuestran que han crecido en una socie­dad conservadora y machista que les ha otorgado privile­gios, lo que genera disyuncio­nes cuando intentan asimilar la realidad que los rodea.

La serie visibiliza el papel crucial de la mujer en estos procesos igualitarios y la lucha feminista se posiciona como cuestionadora del régi­men que la historia tradicio­nal fortaleció al consolidar el protagonismo de los hom­bres en los hechos del pasado. Se evidencia en la serie que las prerrogativas de los hom­bres están empezando a des­vanecerse y la trama arti­cula momentos jocosos que, inmediata y creativamente, invitan a la reflexión del espectador.

A pesar de ello, los hombres en la serie mantienen tradicio­nalmente sus antivalores gra­cias a la impunidad del régi­men enquistado a lo largo de la historia. Uno de estos anti­valores es la hipocresía que los somete a un torbellino de contradicciones que, por su frecuencia, hacen tambalear las relaciones de pareja, espe­cialmente cuando la mujer adquiere espacios de poder y toma decisiones.

Uno de los personajes de la serie, el de Raúl (Raúl Tejón), infiel a su novia Luz (Kira Miró), reacciona nega­tivamente cuando esta le pro­pone abrir la relación para que cada uno pueda tener rela­ciones con quien o quienes desee fuera de casa. Durante las negociaciones para llevar a cabo esta empresa, cuya primera víctima es el ego del macho, este termina asegu­rando que jamás le ha sido infiel. La serie nos muestra estas y otras paradojas en los demás personajes, revelando cómo la masculinidad tóxica ha sido un pilar fundamental en la construcción de socie­dades machistas y cómo su desmantelamiento es un pro­ceso complejo y en constante evolución.

Lo interesante de todo esto es el fiel reflejo de socieda­des algo primitivas que son desnudadas en este tipo de proclamas. Ahora bien, ¿qué tipo de contradicciones más podríamos esperar de nues­tros congéneres heteronor­mados al ser confrontados ante la “amenaza” del empo­deramiento de la mujer que va tomando forma de manera arrolladora?

PARIDAD

La lucha por la igualdad de género no solo implica des­mantelar las estructuras patriarcales, sino también cuestionar y transformar otros sistemas de opresión como el racismo, la xenofo­bia y la homofobia. La inter­seccionalidad, en cuanto estrategia de cohesión de diferentes identidades y auto­determinaciones, muchas de ellas solapadas, comporta una herramienta fundamen­tal para entender cómo los diferentes tipos de opresión se entrelazan y se refuerzan mutuamente.

Es común ver cómo la mascu­linidad tóxica se manifiesta en su forma más violenta en el ámbito de la pareja, pero tam­bién se extiende a otros ámbi­tos, como el laboral, donde los hombres suelen ocupar los puestos de poder y a menudo perpetúan la discriminación y el acoso hacia las mujeres y otras personas oprimidas. En este sentido, “Machos alfa” invita a reflexionar sobre la importancia de cuestionar y transformar las estructu­ras de poder y los privilegios que han sido otorgados histó­ricamente a los hombres en detrimento de los derechos de la mujer.

La serie comenzaba con el primer indicio del desmo­ronamiento de la estruc­tura machista, no paritaria, al mostrarnos a un perso­naje que se opone a “la gue­rra contra el cromosoma X” que, según él, es perpe­trada por la mujer. Se trata de Pedro Aguilar (Fernando Gil), empresario exitoso cuya visión del mundo es cuestio­nada por sus superiores en el canal de televisión para el que trabaja. En atención a ello, ponen en su reemplazo a una mujer, quien, generosamente, le invita a formar parte de su equipo. No pudiendo sopor­tar estar “subordinado” a una mujer, renuncia. Pero a Pedro le depara un destino casi trá­gico al enfrentar el desempleo y ver cómo su mujer, Daniela (María Hervás), ante la situa­ción empieza a tomar el toro por las astas para evitar el desmoronamiento financiero de la relación.

LAS NUEVAS GENERACIONES

La presencia de una adoles­cente y niños en la serie no es casualidad, sino que ayu­dan a resaltar la importancia de educar a las nuevas gene­raciones en valores igualita­rios y no sexistas. Los niños y adolescentes en la serie son testigos de las actitudes machistas y tóxicas de los adultos, lo que les permite cuestionar y rechazar varios comportamientos desde una temprana edad.

El primer caso es el del matri­monio de Luis (Fele Martínez) y Esther (Raquel Guerrero) y sus hijos, quienes ilustran la realidad de una familia que intenta sustentarse a pesar de las insatisfacciones sexuales de la pareja. Ambos, víctimas de la rutina, no logran enten­derse en la intimidad. La dis­función y el cansancio de él ponen en tela de juicio si el rol del hombre en una relación heterosexual gira en torno al poder que le otorga el falo. En uno de los más jocosos momentos de la serie, luego de intentar, sin éxito, tener relaciones, Esther reprocha la inutilidad de Luis, a quien le termina diciendo: “Dime que me estás poniendo los cuernos porque si no, estoy casada con una ameba”.

A partir de ahí, pensando en los niños, se colige que si se los va a educar en valores iguali­tarios, no podemos permitir que la sociedad siga reprodu­ciendo modelos obsoletos. A esta situación no se escapa un problema no menor, que es el rol de los niños con sus problemas en la escuela, uno de los cuales fue diagnosti­cado con TDAH y debe recibir medicación. Este trastorno, poco más de veinte años atrás, era un tabú y la serie lo trae a colación, sin pasar por alto la ignorancia de los padres que, en cuanto genera­ciones viejas, no logran con­trolar esas situaciones.

El segundo caso que se pre­senta en la serie se enfoca en la importancia de la partici­pación activa de los adoles­centes en la lucha contra el machismo y la masculini­dad tóxica. Estos jóvenes son fundamentales para demos­trar una apertura de mente y una menor inclinación a perpetuar los estereotipos de género tradicionales. Un ejemplo de ello es Álex (Paula Gallego), hija de Santi (Gorka Otchoa) y Blanca (Cayetana Cabezas), quienes se encuen­tran separados. Con una madurez arrolladora, Álex muestra a su padre un hori­zonte de posibilidades que le depara la vida de soltero, lo que sugiere que hay distintas maneras de vivir y de ser feliz, sin necesidad de atarse a los roles de género tradicionales.

Asimismo, la serie utiliza el personaje de Santi para ilus­trar las diferentes realidades que deben ser cambiadas. En este caso, Santi comienza a tener citas por medio de Tin­der que las marca su propia hija, las cuales son aprove­chadas por la serie para mos­trar situaciones diversas que denotan la necesidad de una transformación social. Estas situaciones incluyen los pre­juicios de género, la gordofo­bia, el estereotipo y la cosifi­cación femenina, la falta de empatía masculina, entre otros temas que deben ser abordados de forma crítica y reflexiva.

MÁRGENES COLECTIVOS DE DECONSTRUCCIÓN

“Machos alfa” se apoya en un conjunto de herramien­tas narrativas y argumenta­tivas que buscan promover la deconstrucción de los este­reotipos de género y la pro­moción de una masculini­dad no tóxica. En esa línea, la serie propone una aproxima­ción crítica y profunda a tra­vés de unos cursos de decons­trucción de la masculinidad que abordan de manera rigu­rosa y compleja las múltiples dimensiones y problemáticas que se relacionan con la cons­trucción social de la mascu­linidad. De esta manera, la serie busca incentivar la par­ticipación activa y crítica del espectador en la reflexión sobre los temas tratados en la trama y promover la toma de conciencia sobre la necesi­dad de transformar los mode­los culturales y sociales que perpetúan la violencia y la desigualdad de género.

Ante el empoderamiento no solo de las mujeres, sino tam­bién de aquellos colectivos marginados e invisibilizados por una cultura hegemónica, la pregunta que nos hacemos es ¿qué hacemos los que per­tenecemos al sector históri­camente opresor? “¿Puede el hombre ser feminista?”, plan­teó Agustín Barúa (2015) en las Jornadas Feministas 2014 de la Universidad de la Repú­blica, Montevideo, Uruguay. Una antropóloga le respondió que “no, simplemente porque no lo viven”.

Algunas corrientes feminis­tas sostienen que los hombres pueden ser aliados y apoyar la lucha por la igualdad de género, en tanto que otras argumentan que el femi­nismo es un movimiento político liderado por muje­res y que los hombres no pueden ser parte de él de la misma manera. No obstante, más allá del debate semán­tico, lo importante es que los hombres se involucren en la lucha contra la discrimina­ción de género y trabajen para construir sociedades más igualitarias. “Machos alfa” enseña, en ese sentido, a reco­nocer la posición privilegiada que ocupan los hombres en la sociedad y cuestionar sus propias actitudes y compor­tamientos.

En lugar de centrarse en la identidad “feminista” o no, los hombres pueden enfo­carse en desmantelar, desde sus lugares, las estructuras patriarcales y los estereoti­pos de género dañinos que afectan a todas las perso­nas, independientemente de su género. Esto no es solo una cuestión de justicia y equidad, sino también una forma de construir socieda­des más saludables y felices para todos.

REFERENCIAS

Barúa Caffarena, A. (2015). Anindekuña’i: apuntes para pensar lo normativo patriarcal en varones de Asunción, en López, M., Taboada, V. (coord). Violen­cia(s). Reflexiones sobre sus diversas formas en Para­guay. Asunción: Arandurá, pp. 205-215.

Sinay, S. (2006). La mas­culinidad tóxica. Un para­digma que enferma a la sociedad y amenaza a las personas. Buenos Aires: Grupo Zeta.

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