“El imperio de la luz” del director de cine británico Sam Mendes, es un homenaje a las viejas salas de cine, al mismo tiempo que un grito de atención ante los problemas de la salud mental y el racismo. Gran Bretaña, a principios de los años 1980, sometida a tensiones raciales y a las huelgas: en una ciudad costera, Hilary (Olivia Colman) gestiona como puede un cine venido a menos, agobiada por un jefe acosador (Colin Firth) y sus propios demonios.

Hasta que aparece en el cine un nuevo empleado, Stephen (Micheal Ward), un joven negro y soñador que sacude la monotonía de Hilary y sus compañeros. Sam Mendes escribió y dirigió esta película a partir de sus propios recuerdos de los años 1980, y de su madre, una autora de libros infantiles que durante años padeció problemas mentales.

“Cuando estaba escribiéndolo [el guión] estaban volviendo a surgir un montón de cosas en el mundo: la salud mental, el racismo... Y la preocupación, durante el covid, de que los cines estaban muriéndose”, explicó Mendes a la AFP a su paso por París para presentar la película. “Daba la impresión de que quizás las cosas no eran tan diferentes en 1981″, añadió con una sonrisa.

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El delicado trabajo del director de fotografía, Roger Deakins, un viejo colaborador de Sam Mendes, le ha merecido una nominación a los Óscar en esa categoría. La película no es solamente un canto a la magia de las salas oscuras, sino a la belleza de la costa británica, de sus atardeceres grisáceos o bajo la lluvia batiente.

“El imperio de la luz” guarda similitudes con la italiana “Cinema Paradiso”, otro homenaje al cine que fue un éxito de taquilla internacional en 1988 (y ganó un óscar en 1990). Pero para el autor de “1917″ o “Skyfall” es algo mucho más personal. Durante toda su infancia, Sam Mendes tuvo que convivir con una madre desequilibrada.

Una historia personal

“Era una buena madre, llena de energía, de vida. Pero tenía esa enfermedad en la que se volvía maníaca, desaforadamente alegre”, explica. “No conciliaba el sueño, empezaba prácticamente a alucinar. Se la llevaban al hospital, la medicaban. Y cuando volvía había engordado, había perdido autoestima. Y el ciclo volvía a empezar”, narra.

“Empecé a entender que estaba enferma, que era un ciclo, cuando llegué a la adolescencia. Pero cuando eres un niño, todo se derrumba” con cada crisis, confiesa. “Cualquiera persona que ha amado a alguien que ha atravesado los mismos problemas tiene la responsabilidad de hacerlo con justicia, con delicadeza y honestidad”, explicó Olivia Colman a la AFP en videoentrevista.

“Sam estaba ahí, en cada etapa del proceso, agarrándonos de la mano”, explicó Colman para describir la construcción del personaje. “El imperio de la luz”, que se estrena a principios de marzo en España y en América Latina, tiene otro aspecto que discurre paralelo a la historia de Hilary: los disturbios raciales.

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El personaje de Stephen, interpretado por el joven Micheal Ward, debe afrontar el racismo de skinheads ultraderechistas. Mendes reconoce que para ese personaje “tenía más preguntas que instrucciones que darle” a Ward, que proviene del mundo de las series televisivas y el teatro.

Preguntas sobre la percepción de un joven negro de la situación en el país tras el Brexit. “La película es como poner una especie de espejo y ver como la vida ha cambiado respecto a los años 1980, y entender cuántas herramientas tenemos ahora. Tenemos mucha más información ahora” para combatir, explica Ward.

“Mi familia eran el teatro y el cine”

Criado por una madre con problemas mentales, el director de cine británico Sam Mendes asegura que el teatro y el cine fueron su verdadera familia durante su juventud. Una realidad compleja que muestra en su nueva película “El imperio de la luz”.

“No crecí en una familia funcional. Así que las familias que experimenté durante mi juventud eran el teatro y el cine, y el deporte, los equipos en los que jugué”, recuerda el director de 57 años en entrevista con la AFP. “El imperio de la luz”, que se estrena a principios de marzo, narra la historia de una mujer de mediana edad bipolar, que gestiona como puede un cine de una pequeña ciudad costera británica a finales de los años 1970.

Su jefe mantiene una sórdida relación extramatrimonial con ella. Solamente el equipo del cine la apoya, hasta que la llegada de un nuevo empleado, un joven negro, da un vuelco a su vida. “En esta película, el cine es una especie de cruce de caminos para gente, generaciones, que de otra manera no se verían nunca. Y eso me encanta. Esa es definitivamente mi experiencia”, explica.

Una decisión estratégica

Formado en el teatro, al que siempre vuelve después de rodar una película, Mendes saltó a la popularidad con “American Beauty” en 1999 (Óscar al mejor director). “Revolutionary Road” (2008) era otra cruda descripción de la clase media estadounidense.

Luego vinieron dos películas de la saga 007 (“Skyfall” y “Spectre”) y en 2019, un largometraje que le valió grandes críticas y una lluvia de premios: “1917″, un imponente fresco sobre la I Guerra Mundial. Para “El imperio de la luz” toma un ritmo mucho más pausado, un tono íntimo. “Rodar una película no es siempre una decisión estratégica. A veces te sientes obligado a contar” la historia, explica. Mendes reconoce que había llegado el momento de abordar esa parte decisiva de su pasado.

Una madre llena de vida

“Era una buena madre, llena de energía, de vida. Pero tenía esa enfermedad... se volvía maníaca, desaforadamente alegre”, explica. “No conciliaba el sueño, empezaba prácticamente a alucinar. Se la llevaban al hospital, la medicaban. Y cuando volvía había engordado, había perdido autoestima. Y el ciclo volvía a empezar”, narra.

Hijo de padres divorciados, Mendes pasó su infancia entre el hogar de su madre y el de su padre. “Empecé a entender que estaba enferma, que era un ciclo, cuando llegué a la adolescencia. Pero cuando eres un niño, todo se derrumba” con cada crisis, confiesa.

Esas vivencias “me convirtieron en un observador, alguien reservado y que cuida de los demás”, añade. Mendes empezó como estudiante a dirigir sus primeras obras, a escribir guiones. Dirigir un equipo de rodaje, o una compañía teatral, no es muy diferente de ocuparse de alguien con problemas, dice riendo.

“Se trata de observar y controlar, ¿entiende? Construyes un universo alternativo, que, a diferencia de tu vida, puedes controlar”, explica con una sonrisa. “Cuando era un director joven, hablaba mucho antes de que un actor empezara siquiera a hacer algo”, recuerda. Con los años ha aprendido que “hay distintas maneras de hablar con cada uno”.

Personalmente, dice Mendes, “me gustan los actores que no hablan mucho. Creo que prefiero a los actores intuitivos, pero al mismo tiempo que no tengan miedo al fracaso. Que no piensen demasiado en sí mismos, en su imagen”. En un actor, asegura, “eso te puede arruinar”.

Para “El imperio de la luz”, Sam Mendes recurrió a Olivia Colman, la actriz británica multipremiada (incluido un Óscar), conocida mundialmente por su papel de reina Isabel II en la serie televisiva “The Crown”. “Es como un Ferrari en la carrocería de un mini”, asegura con una sonrisa.

Fuente: AFP.

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