Apenas dos semanas después de la partida del gobierno de Mario Abdo Benítez, un lapidario informe de la Contraloría Gene­ral de la República sobre su gestión pone de manifiesto catastróficas irregularidades. Las cifras financieras comprometidas son tan altas y la cantidad de anormalidades son tan numerosas que pueden sorpren­der hasta a los mejores informados. Los datos sobre las falencias de diversa índole captados por el organismo especializado hacen una clara radiografía de las deficien­cias de la administración anterior. Y dan ganas de admitir la verdad que contiene el dicho acuñado por la gente cuando definió al expresidente con la expresión folklórica “desastre ko Marito”.

La Contraloría habla de faltantes por valor de millones de dólares en varios organis­mos públicos dependientes del Ejecutivo y la no ejecución en obras de muchos présta­mos obtenidos, que el país debe pagar con sus intereses y otras cargas financieras.

Para ilustrar la enormidad de las falen­cias de la administración Abdo se pueden citar algunos ejemplos muy llamativos. En el Instituto de Previsión Social (IPS) se usaron sin justificación de comproban­tes 1 billón 157 mil millones de guaraníes en la compra de combustibles. Por la falta de rendición de cuentas, en esa institu­ción se detectó el curioso hecho de que una sola persona cargó 74 mil litros de carburantes por 705 millones de guara­níes en un solo día. Algo digno de incluir en el famoso Récord Guinness, un dato que revela como pocos la inmensidad de las irregularidades.

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Citando el informe financiero del ejerci­cio de 2022 dado a conocer por el Ministe­rio de Hacienda, la Contraloría habla de un aumento del 260 % en la deuda pública y faltantes de miles de millones de guaraníes en varias secretarías de Estado y organis­mos públicos, de acuerdo con las rendicio­nes de cuenta realizadas por los mismos.

Las desprolijidades de la era Abdo, por no hablar directamente de robos, en la admi­nistración del Estado paraguayo son tan graves que merecen una seria investigación en todos los niveles. La Contraloría apunta con datos ciertos todas las irregularidades encontradas que no se las puede descono­cer. Y que hablan con mucha elocuencia de cómo se han estado manejando los inte­reses de la nación paraguaya durante la administración saliente.

El exmandatario y la gente de su adminis­tración deben aclarar numerosas acusacio­nes que se les hace. Más aún, las irregulari­dades deben ser denunciadas y canalizadas por el Ministerio Público. Los acusados deben responder por sus hechos en los tribunales. Las personas que estuvieron en los puestos públicos no tienen por qué volverse multimillonarias después de su gestión, como ocurre en muchos casos. Con los salarios que se paga en la función pública, ningún empleado estatal puede convertirse en un potentado. Y si ocurre lo contrario, como se sabe que sucede en muchos casos, son sospechosas de haber cometido irregularidades en el manejo de la cosa pública.

Por consiguiente, a partir de los datos dados a conocer por la Contraloría y las denuncias realizadas por otras entida­des contra la administración que acaba de concluir su mandato, se impone la acción de la Justicia. Aparte de la tarea que deben realizar de oficio los organis­mos especializados, el gobierno entrante debe poner especial atención en el tema e impulsar las acciones legales que corres­ponden. No se trata de actitudes hostiles hacia los que se fueron, sino simplemente dar cumplimiento a las normas que obli­gan a denunciar los hechos que causan daño al patrimonio del Estado y a las per­sonas que resultaren responsables de esos desarreglos.

La tarea que tiene el nuevo gobierno para reconstruir el país, lograr el crecimiento económico, arreglar las desprolijidades encontradas es descomunal. Ahora que se presenta el proyecto de presupuesto esta­tal para el 2024, se observan numerosos agujeros que cubrir en las finanzas del país y la pobreza de recursos genuinos para hacer frente a los gastos fijos que son inelu­dibles. Porque ha recibido un Estado que está casi en la quiebra financiera.

El Ejecutivo debe apuntar hacia los res­ponsables de la mala situación encontrada y pedir a la Justicia que se ocupe de las irre­gularidades que han realizado. Para crecer en paz, el Paraguay necesita que los culpa­bles de las anomalías sean castigados como establecen las leyes penales.

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