A dos meses y medio de la asunción del nuevo gobierno aún subsiste el problema de realizar una transición ordenada y sensata entre la administra­ción saliente y la entrante. Esto debido a la conducta del gobierno de Mario Abdo que no quiere admitir el pedido de mesura que le hace el equipo de trabajo del presidente Santiago Peña en mate­ria de nuevas contrataciones y gastos no esenciales. Es para mantener la cor­dura en los llamados a compras y nuevas adquisiciones, referentes a operaciones de gran porte que no tienen urgencia, no de los asuntos básicos habituales que no tienen por qué parar o desacelerarse. Es algo tan elemental lo que se solicita, que causa extrañeza la actitud de algunos altos funcionarios como la del primer mandatario que ha salido a despotricar contra el pedido. Justo él, el gobernante que tiene el récord histórico de endeu­dar al país en forma desmedida en un periodo presidencial.

La mesura que piden los técnicos del presidente entrante es el simple pedido de contención o freno en la contrata­ción de los gastos especiales, por lo que llama la atención la reacción despropor­cionada que han tenido algunos expo­nentes de la administración actual. Una conducta que llamaría a la risa, si no se tratara de algo tan serio como seguir endeudando al país sin contemplación.

La exministra de Hacienda, Lea Gimé­nez, que integra el equipo de Peña, señaló que no pedían al Gobierno que paren las licitaciones de los asuntos habituales de rutina, si no de las que van a impactar en los próximos dos, tres, cuatro años, o cinco años. Se trata de cosas que se pueden desacelerar teniendo en cuenta los criterios admi­nistrativos. Es un tema perfectamente lógico. Por eso llama la atención la acti­tud casi hostil de algunos exponentes del gobierno que se va.

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Incluso los representantes del sec­tor privado se sintieron sorprendidos ante la actitud de algunos funcionarios salientes y expusieron su preocupación sobre el tema. Los voceros de la indus­tria nacional y del gremio de la construc­ción pidieron que se haga una transición equilibrada, sugiriendo incluso ir más allá que las simples políticas de gobierno para perseguir las políticas de Estado en el futuro.

El presidente de la Unión Industrial Paraguaya (UIP), Enrique Duarte, apuntó que lo que se necesita es una transición pacífica, inteligente, basada en el diálogo, que no dependa de los colo­res políticos partidarios. “Eso es lo que queremos al final”, señaló, y que, por eso, están trabajando por generar empleo y por desarrollar el país.

Teniendo en cuenta que los intereses del país están por encima de cualquier acti­tud personal o sectorial, este gobierno debe actuar con equilibrio, haciendo lo que casi siempre se ha realizado en transiciones anteriores, actuar con sen­satez. Los técnicos de ambos sectores deben accionar con alta profesionalidad, poniéndose de acuerdo en los temas más importantes considerando lo que más le conviene al Paraguay.

Tampoco hay que olvidar que este tras­paso de poder no es una operación cual­quiera, pues en este caso hay una gran particularidad. Sobre todo, porque se está saliendo de la administración que, largamente, más endeudó al Estado paraguayo en toda su historia. Hecho que obliga a extremar el cuidado con los nuevos compromisos que está propo­niendo ahora que se va. Es el Gobierno que más irresponsablemente contrajo deudas con diversos sectores sabiendo que no tenía cómo pagarlas, que es lo que ha ocurrido con el sector de la construc­ción al que se sigue debiendo como nin­guna otra administración lo hizo.

Si el equipo técnico de Santiago Peña pone mucho cuidado en el traspaso administrativo y financiero no es por mero capricho, pues está compuesto por personas que conocen las normas legales y el funcionamiento del Estado. Y saben, como pocos, que la administración que se va es la que mayor déficit fiscal ha producido y no ha podido equilibrar las finanzas nacionales como estaban en el 2018 cuando se hicieron cargo del país.

No hay que perder de vista que el grupo de técnicos saliente es además el que intervino en el más grande endeuda­miento de la historia en tan solo 5 años. Cosa que conviene no olvidar a la hora de hacer las cuentas para el futuro.

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