Durante todo el proceso electoral –que, en realidad, permanece todo el año en la agenda política– no hemos recogido una sola crítica descarnada, vehemente y sistemática en contra del gobierno de Mario Abdo Benítez de parte del titular del opositor Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), Efraín Alegre. Para el ahora pretendiente al sillón de López por la Concertación Nacional es como si las groseras manifestaciones de corrupción fueran invisibles para sus ojos. Nunca se dio por enterado.

Con labios apretados no dejó que se le escaparan las merecidas condenas a esta administración por el escandaloso despilfarro y desvío de recursos que tendrían que haberse destinado para enfrentar la pandemia provocada por el covid-19. Ni que su antiguo socio proveedor de asfalto en su época de ministro de Obras Públicas y Comunicaciones haya engordado su empresa con la venta casi exclusiva de su producto a las contratistas constructoras de rutas del sector privado. Es como si un subterráneo cordón umbilical los uniera, así como ya ocurrió en el pasado.

Es más, por las reiteradas declaraciones del mandatario respecto al candidato del Partido Colorado, Santiago Peña, para los comicios generales del 30 de abril, es fácil deducir que es el mejor aliado que tiene Alegre dentro de la Asociación Nacional Republicana (ANR).Marito no disimula su animadversión a Peña y, por sus afirmaciones a los medios de comunicación, no ve con desagrado que Alegre sea el próximo presidente de la República. Al contrario, diríamos que le agrada. El jefe de Estado, durante el ejercicio del Poder Ejecutivo que está feneciendo irremediablemente, se tomó el gusto de gobernar con enemigos declarados del coloradismo que, como ya dijimos en innumerables oportunidades, no solo quieren derrotar al partido, sino destruirlo. Un Partido Colorado en cuyo nombre Abdo Benítez y toda su familia acumularon la espuria fortuna de la que hoy están disfrutando.

El más grande beneficiado con este maridaje en el poder con la oposición fue el Partido Democrático Progresista (PDP), propiedad privada del matrimonio constituido por la senadora (ya no se presenta a reelección) Desirée Masi y Rafael Filizzola, quien aspira a una banca en la Cámara Alta mediante un espacio cedido arbitrariamente por los líderes del PLRA dentro de la Concertación Nacional opositora. No les hemos escuchado criticar ni la corrupción, ni el aumento de la pobreza extrema, ni la caótica situación de la salud pública, ni el calamitoso estado del sistema educativo nacional, ni el desempleo, ni la inseguridad (en ese punto echaron la culpa a las administraciones anteriores). Tampoco lo hizo el senador Pedro Arthuro Santa Cruz Insaurralde, quien, para ganarse espacio en los medios también aliados de este gobierno corrupto, anda blandiendo lanzas como adalid de la honestidad, cuando que todo este tiempo optó por el silencio ante los desmanes administrativos del círculo áulico.

Tanto el propio Mario Abdo Benítez, así como Efraín Alegre, Desirée Masi, Rafael Filizzola y Pedro Santa Cruz buscaron desviar la atención de los grandes actos de latrocinio, desplegando toda su artillería, con el silencio de las cadenas mediáticas, en contra del entonces líder del movimiento Honor Colorado y hoy presidente de la Junta de Gobierno de la Asociación Nacional Republicana (ANR). Una despiadada y desleal campaña, que lo único que hace es evidenciar el poder de quien han declarado como su enemigo a muerte. Por eso el afán de debilitarlo y desterrarlo de la política, convencidos de que, de ese modo, será más fácil derrotar al postulante presidencial del Partido Colorado. Lo que, insistimos, solo certifica la notoriedad del peso político de Horacio Cartes.

Arnaldo Giuzzio, del riñón del PDP del matrimonio Masi-Filizzola, fue destituido mediante una publicación de nuestro diario que demostró, fotografías mediante, su íntima ligazón con un alto jefe del crimen organizado buscado internacionalmente. Antes de la contundencia de nuestras pruebas, pero ya con otros datos igualmente comprometedores (como la demostrada ineficiencia al frente del Ministerio del Interior), el presidente Abdo Benítez se empecinaba en asegurar que solo se trataba de una “persecución política”.

Los electores saben muy bien quiénes traicionaron las esperanzas, las expectativas y las urgencias de nuestro pueblo, especialmente de los sectores populares y vulnerables. Conocen a los que se confabularon con uno de los gobiernos más corruptos de nuestra historia, oficialistas y seudoopositores, sin más propósitos que lucrar con el poder. La senadora Desirée Masi fue una de las personas más influyentes sobre las decisiones de Abdo Benítez. Ubicó a sus leales en puestos clave, desde donde podían fraguar una feroz campaña en contra de sus enemigos políticos. Y actuaron en consecuencia. Después del 30 de abril sabremos en qué medida la sociedad castigó estas inescrupulosas inconductas. Estamos convencidos de que la democracia empezará a sacudirse de sus oportunistas sanguijuelas.

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