El sábado a la noche en el esta­cionamiento de un supermer­cado importante de Asunción asesinaron de 34 balazos a un presunto jefe narco quien ya había sido objeto de otros atentados en ocasiones anteriores, en la zona del Amambay y en San Bernardino. El hombre, que ya había estado preso en Brasil y sindicado por sus vínculos con la terrible banda criminal Primer Comando Capital (PCC) de ese país, andaba por el país sin control de las autoridades policiales. El aparatoso crimen que salpicó la noche asuncena está mostrando que ni la ciu­dad capital está libre de la actuación de los bandidos que ya no se quedan en la frontera y van tomando sitios anterior­mente considerados tranquilos y segu­ros. La violencia criminal instalada en Asunción pone en tela de juicio la capa­cidad de las fuerzas policiales, que no pueden garantizar la seguridad en luga­res públicos tan concurridos como un centro de compras.

El occiso es Ederson Salinas Benítez, conocido con el apodo de “Ryguasu”, que habría sido el principal objetivo del atentado en el festival Ja’umína Fest, realizado en San Bernardino el 30 de enero del 2022, ocasión en que mataron a uno de sus secretarios, Marcos Rojas y a la modelo Cristina “Vita” Aranda. En marzo del año pasado, en su vivienda de Pedro Juan Caballero, fue atacado con armas de fuego por varios pistole­ros, pero se había salvado repeliendo a balazos a sus atacantes. En esta ocasión fue sorprendido en el estacionamiento del súper adonde había llegado en una camioneta sin chapa y sus enemigos le cobraron la deuda que tendría con ellos en el terrible mundo del hampa.

Salinas estaba señalado como el res­ponsable de la muerte del periodista de Pedro Juan Caballero llamado Leo Veras, asesinado el 13 de enero del 2020. Tenía vínculos con ciertos grupos de la mafia fronteriza y se lo señalaba como líder de una banda de narcotrafican­tes que opera en el Amambay. Curiosa­mente, no estaba bajo la mira ni la inves­tigación de la Policía paraguaya.

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Este lamentable hecho delictivo es una señal inequívoca de que el crimen orga­nizado, tan temible, está ganando nue­vos espacios geográficos. Que, si en el pasado reciente era una amenaza aún lejana, en la actualidad ya forma parte de la realidad capitalina, como se ha visto en varios acontecimientos cri­minales de los dos últimos años y que ahora palpita aquí en Asunción con su increíble carga de horror. Acontecimien­tos policiales sucedidos en Central y en Asunción han mostrado que la zona se está contaminando con el veneno del crimen, lo que puede ir empeorando si nadie le pone freno.

Es un imperativo urgente tomar rápida conciencia de esta situación para recha­zar la violencia en todas sus expresiones y exigir de las instituciones y personas competentes la lucha sin cuartel contra el delito y los malhechores. No se puede cerrar los ojos a lo que está sucediendo y esperar pasivamente a ver qué hacen los bandoleros. Aquí lo que corresponde es ver con toda claridad lo que está suce­diendo y actuar con mucha fuerza para encarar esta peligrosa agresión a la vida pacífica de nuestra sociedad.

La ciudadanía paraguaya no puede acep­tar como normal ninguna expresión de violencia y mucho menos los atenta­dos contra la vida de las personas. Si un hecho delictivo hoy afecta a la tranqui­lidad de los supermercados, como en su momento afectó a una fiesta musical creando zozobra, mañana puede acon­tecer lo mismo en las calles y en otros lugares públicos o privados poniendo en peligro la vida de mucha gente. Por eso no solo los gremios afectados direc­tamente, como los supermercados, si no todas las entidades de la sociedad, deben reclamar la defensa de la tranqui­lidad pública y la protección de la vida humana.

El Gobierno nacional, el Ministerio del Interior y las instituciones que tienen competencia en la seguridad no pueden seguir mirando qué ocurre sin obtener buenos resultados ante la creciente vio­lencia. Tienen que hacer cambios de los responsables que no supieron actuar, realizar ajustes serios en el trabajo de seguridad y ponerse a tono con las nece­sidades del momento. Si no actúan con la propiedad requerida, de hecho se con­vertirán en lamentables cómplices de los criminales.

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