Después de las caldeadas elec­ciones se siente una enten­dible calma, propia del acto seguido de un aconteci­miento de envergadura electoral del domingo pasado. Este momento es pro­picio para acuñar la frase proveniente de las trincheras futboleras de “pisar la pelota” y reflexionar en el rumbo que requerimos tomar todos los paraguayos y las paraguayas.

Las festividades de fin de año, en un período que tuvo como broche de oro la definición de los candidatos nada menos que a la Presidencia de la Repú­blica y principales autoridades del Estado deben ser definitivamente de paz y un proceso sostenible de unificar miradas hacia las prioridades que tiene este país.

La ciudadanía necesita recuperar esa tranquilidad y estabilidad. Necesita la atención por parte de la clase política y replantear horizontes con mejores posi­bilidades, con mejores opciones para vivir mejor.

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Las promesas electorales, en para­lelo, necesariamente deben ir tomando forma y pasar del discurso a la realidad.

Generar fuentes de trabajo es una de las urgencias impostergables para el candi­dato que gane las elecciones. No existe margen de perdón para deshonrar esta promesa electoral, la gente busca tra­bajo, recuperar su dignidad, ser útil al Paraguay y elevar la calidad de vida.

El próximo presidente de la República que no se ocupe en generar fuentes de trabajo, será otro aplazado más al frente del Ejecutivo y esta falencia puede tener un elevadísimo costo para el país.

Los partidos políticos que son las bases de la democracia deben entender más que nunca que el norte debe ser el bien­estar de la sociedad, potenciar las fuer­zas mediante el consenso en el acerca­miento por el bien colectivo hará mucho bien. No hay cabida para ambiciones particulares, el interés colectivo tiene que, necesariamente, ser prioridad.

Respetar y honrar la esperanza como la confianza del electorado es el punto de partida. Tanto colorados, liberales y de otros partidos ya se manifestaron, por ello hay que asumir la mayoría y los per­dedores como los ganadores no tienen más chances que validar la decisión del soberano pueblo.

El 2023 será un año económicamente duro, principalmente por desempleo. Desde el sector de la construcción esti­man que la baja laboral se duplicará con relación al 2022, esta coyuntura reque­rirá de esfuerzos solidarios, que dividi­dos por derrotas electorales que ya no se pueden cambiar, además de contra­producente, sería una traición estúpida y altamente perjudicial.

Es indiscutible las urgencias, empleo, mejor salud, educación, etc. que tiene la ciudadanía. Estos problemas deben llamar a la reflexión sobre los caminos a tomar, terminar con la guerra y llamar a la paz.

Las fiestas navideñas y el año nuevo son propicias para pensar en familia, reflexionar sobre las últimas alternati­vas electorales. Las ofertas, la experien­cia, la preparación de quienes quieren asumir el mando de nuestra República y los requerimientos que tenemos como país son los aspectos para poner en la balanza y ver hacia donde volcar las pre­ferencias.

Apuntar hacia un país más fortalecido, con mayores oportunidades requieren de autoridades preparadas para la bata­lla de personas conocedoras del trabajo y las claves del desarrollo. El perfil de los candidatos ya nos estima de alguna manera el Gobierno que nos espera, esta consigna llama a nuestra concien­cia, esa responsabilidad es nuestra a través del voto inteligente.

Los desafíos son enormes, queda mucho por hacer y este es el momento en que nos toca analizar las últimas circuns­tancias en la definición del nuevo Gobierno que se instalará en agosto del 2023.

Prudencia, lucidez, temperamento, esfuerzo, responsabilidad, patriotismo como siempre ha de caracterizar a los que habitan en este país en estos tiem­pos que volvemos a marchar hacia nue­vos rumbos, cambiar con la expectativa de mejorar.

Una Nochebuena en puerta y una Navi­dad más esperanzadora que nunca nos ha de reflexionar y nutrir de la sabiduría suficiente en pos de un Paraguay donde la gente viva cada vez mejor.

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