• Por Augusto dos Santos
  • Analista

El Paraguay que estará heredando el presi­dente que asuma el 15 de agosto será el de un país devastado por la guerra elec­toral. Solo tendrá un inven­tario de la Contraloría que pintará con mayor o menor precisión los agujeros que deja la administración saliente, razón por la cual hoy precisa desesperadamente un fiscal general que los proteja con un manto de impunidad.

Pero existe un elemento que el Presidente del 2023 debe tener presente: las ruinas que heredará no será un pretexto para no generar esa brecha de esperanza que los ciudadanos de este país no toleran, se siga demorando tras las frustra­ciones tan poderosas de un quinquenio en el que salió a la calle con acusaciones tan con­movedoras como traición a la patria o robo en pandemia. Y esa brecha de esperanza, frase que suena irremediablemente emotiva, debe plantearse desde el terreno firme de los planes tangibles en los emble­máticos cien días de gobierno.

Decíamos en nuestra entrega anterior que existe un presu­puesto básico para la gestión del próximo Presidente, que no figura en el radar de nin­guna expresión de deseo de los ciudadanos encuestados con relación a los comicios inter­nos y generales: se trata de la gobernabilidad. De hecho, tal aspiración normalmente no figura en las encuestas por­que tal como sucede en otras formas de chequeos ( radio­grafías, tomografías etc.) las encuestas electorales se enfo­can en un asunto en particular a resolver: la preferencia de los votantes por determinada persona con base en la capa­cidad de que ella pueda tener para solucionar tres o cuatro asuntos que un poco antes, el mismo encuestado, determinó como los más problemáticos y acuciantes en su sociedad.

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Por ello, los presidentes llegan a tal cargo es porque fueron los mejor perfilados por los votantes para ofrecer empleo, mejorar las condiciones de su vida económica cotidiana, ser el mejor policía que evite que los motochorros sigan aso­lando en su cuadra, porque sabrá combatir la corrupción y porque tiene un plan que mejora el sistema de salud. Tales son, con pocas excep­ciones, las aspiraciones más frecuentes en todas las elec­ciones de las que se tengan memoria.

TRABAJO EN PRIMER LUGAR

Tan así es esto que una de las elecciones más pintorescas en la historia del Paraguay de la transición fue aquella que definía los integrantes para la Convención Nacional Cons­tituyente (que como todos saben solo debe ocuparse de diseñar una Constitución) en la que se da la victoria de la ANR con el eslogan " Tra­bajo en primer lugar”. Aunque en rigor, la Constitución nueva con sus novedosas institucio­nes, terminó dando muchí­simo trabajo.

VOLVIENDO AL GRANO

Es claro entonces, que el elemento primordial que sirve de piedra o arena movediza a la construcción de un proceso de goberna­bilidad o ( in) gobernabi­lidad, normalmente no se observa en las aspiraciones previas y, también es obvio que, por ello no figura en los discursos de los candi­datos con la seriedad como tendría que estar presente. Peor aún, siquiera figura en la mesa de entrevistas de los medios de comunicación, porque los paneles electo­rales deben tener sangre y hablar de estructuras de poder, pactos, acuerdos y consensos que deban gene­rar gobernabilidad puede ser tremendamente abu­rrido para los televiden­tes que están esperando que, más bien, Santi Peña y Efraín Alegre, o Payo Cubas o quien fuera, se peleen a trompadas.

ITINERARIO DE FRACTURAS

Es imperioso, a la hora de hablar de consensos o pac­tos políticos, poner sobre la mesa un itinerario de fracturas que han provocado la situación de “grieta” que vuelve razonable pensar en una fórmula consensual. En este itinerario se verá cómo ha sido el Partido Colorado el recipiente lógico de ruptura interna desde el mismísimo inicio de la transición, con la configuración Argaña vs Rodríguez, pasando por su consecuente Argaña vs Was­mosy, Oviedo vs todos. El proceso posterior al apresa­miento de Oviedo y la muerte de Argaña declina las pola­ridades que se centran pun­tualmente en los procesos electorales hasta que revive con el enfrentamiento entre HC y el ala contestataria de lo que fue la unidad del 2013 que lo lleva al poder. Esta fractura se alivió políticamente al registrarse, en el último año, la migración de los principales exponentes del actual oficialismo y solo persiste – como polaridad- porque Abdo es Presidente y candidato al mismo tiempo y solo mientras siga siendo candidato.

En los sectores de oposición, la fractura interna más signi­ficativa que marca toda una etapa del principal partido de oposición, el PLRA, es el enfrentamiento Llano vs Ale­gre, etapa que seguramente entrará en su etapa de extin­ción en el 2023 no importa cuál sea el resultado.

En los demás sectores de opo­sición se dieron pequeñas detonaciones, mucho menos incidentes que los que se viven en la ANR y el PLRA.

A lo que queremos llegar con esta reseña es al estado del arte de las configuraciones políticas de cara a las elec­ciones generales del año próximo y de cómo este cua­dro denuncia que los facto­res que favorecen la necesi­dad de un consenso amplio sobre políticas públicas no obedecen solamente a los lindes tradicionales inter­partidarios sino al volumen de las disputas internas, que en algunos casos, tratándose de la ANR, son mucho más desgastantes que las propias disputas interpartidarias. La pregunta que sigue es, ¿cómo se construye consenso sobre múltiples fracturas?

PRÓXIMO:

Itinerario de fracasos y fórmulas para pensar en una gobernabilidad con­sensuada.

  • La gobernabilidad no figura en ninguna encuesta como aspiración ciudadana, por lo cual este importante elemento no se debate en las campañas.
  • A los propios medios de comunicación les reditúa mejor un debate sangriento que uno medular sobre políticas públicas.
  • En gran medida las rupturas que han marcado la historia de una década en los dos grandes partidos, Colorado y PLRA, irán declinando a partir de las generales.

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