DESDE MI MUNDO

  • Por Carlos Mariano Nin
  • Columnista

Voy a contarles un día en la vida de Eladio, aunque Eladio es un nombre ficticio, podríamos llamarlo Juan, Pedro, Carlitos o como quieras.

Es invisible. Está en todas las esquinas, pero nadie lo ve. Solo abulta las estadísticas y es motivo de foros y conversatorios dentro y fuera del país, casi casi desde que nació.

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No tiene más de 12 años y la ropa rasgada y sucia. Aprendió en la calle que la ley del más fuerte ayuda a sobrellevar el día. Los códigos los dicta la barriga, aunque a veces retumbe de vacía.

No se indigna, no se enoja, no se preocupa, al menos no lo hace visible. Su rostro inexpresivo no deja espacio a las dudas.

Eladio aprendió a ganarse la vida a fuerza de golpes. No tiene expectativas. Tuvo que dejar la escuela para ganarse el pan, aunque a veces tiene hambre y aspira cola de zapatero para engañar al estómago.

No es su culpa, no es tu culpa… no es culpa de nadie y sin embargo todos tenemos un poco de responsabilidad.

Es un problema que trae de familia. Una familia castigada por la pobreza y destrozada por los vicios y el abandono.

Sin tener edad para ganar la calle tuvo que salir a luchar el día. Dicen que a veces la necesidad tiene cara de hereje.

Con una familia disgregada y en estado de vulnerabilidad, fue presa fácil de la calle y sus vicios. De ese mundo que se codea con la criminalidad y siempre está caminando en la línea de la ilegalidad.

Tampoco hubo una institución que lo rescate ni fue beneficiado con esas políticas de Estado que cada tanto se anuncian con bombos y platillos.

Así, quedó envuelto en esa miserable lucha por la supervivencia.

Suena feo, desagradable, triste, pero Eladio está destinado a ser un paria. No tendrá lugar en la sociedad. La vida en ocasiones es así de cruel.

Sin estudios no tendrá trabajo, y sin trabajo ya conocemos cómo va a terminar su historia.

Eladio camina entre los vehículos evitando insultos, dejando su infancia en cada vidrio y reduciendo su suerte a unas monedas. Comiendo a veces sí y a veces no.

Hoy, cuando lo veas por la calle (no va a ser difícil reconocerlo porque está en todos lados) abrí los ojos al problema. No te pido que hagas nada, solo que pienses en qué podés ayudar desde donde estés.

414 mil paraguayos viven en la pobreza extrema. En pocas palabras no tienen qué comer.

Hoy podés ser parte de la solución, solo se necesita comenzar. Dejá al descubierto al manto de la invisibilidad para que todos veamos y que en vez de vergüenza asumamos compromisos. Puede que suene a palabras vacías, pero eso dependerá exclusivamente de vos.

Y hoy, hoy es un buen día para comenzar.

Etiquetas: #niños#silencio

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