Vemos que las personas a las que Dios ha usado a lo largo de toda la Escritura, antes de ser lanzadas a los desafíos de su llamado, primero, fueron preparadas.

Podemos destacar muchos principios sobre la importancia de la preparación para todos los desafíos que la vida nos depara.

1) La preparación impide que las crisis nos sorprenda. Nunca desaproveches una crisis en tu vida. Crisis es cambio. Las crisis son una oportunidad para subir al siguiente nivel.

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La palabra crisis deriva del verbo krinein o el sustantivo krisis cuyo significado es “juzgar para tomar una decisión”. También significa “separar” o “distinguir”. La crisis, en el contexto bíblico, puede conducir a una catástrofe o a un futuro esperanzador, dependiendo de la decisión que se tome. Sus antónimos son: “permanencia” o “estático”.

Todo siguiente nivel en la vida está marcado por una crisis, en mayor o menor medida. Lo vemos en la vida y lo vemos en la Biblia.

La crisis de Abraham fue cuando Dios lo llamó para salir de la comodidad de vida en su amurallada ciudad a la incertidumbre del desierto. La de José, cuando sus hermanos lo vendieron como esclavo para llevarlo a Egipto; la de Pablo, cuando lo llamó camino a Damasco dejándolo ciego; o la de Pedro, cuando Jesús le dijo: “Sígueme y te haré pescador de hombres”.

José, el gran administrador de Egipto e hijo del patriarca hebreo Jacob, fue una especie de rey Midas, en el sentido de que todo lo que tocaba se convertía en oro. Él era un joven esclavo que llegó a la casa de su amo Potifar y lo hizo prosperar. Terminó injustamente en la cárcel, pero lejos de amargarse, cuando se le dio la oportunidad de administrar la cárcel, él prosperó e hizo prosperar la cárcel. Luego fue llamado por el faraón y Dios lo usó para preservar el Imperio y salvar de hambre a millones de personas en esa región del mundo. Sin dudas, la capacidad y el don de José, a más de interpretar sueños y ser un profeta, era ser un ávido administrador y planificador. De hecho, según 1 Corintios 12:28, la administración o capacidad de administrar es un don del Espíritu Santo.

2) La preparación hace que las crisis se conviertan en oportunidades.

José, en Génesis 41:34-36 le dio una planificación estratégica brillante al faraón. Pero, ¿por qué esta crisis se convirtió en una oportunidad para José? Porque estaba preparado. Dios lo había preparado durante todos esos años en la casa de Potifar y en la cárcel. Él estaba entrenado como administrador, llegó la oportunidad y la aprovechó.

David también aprovechó una oportunidad. Él fue enviado al frente de batalla por su padre para llevar alimentos a sus hermanos. Allí escuchó a Goliat y también que el rey ofrecía a su hija a quien lo enfrentara. Él aprovechó la oportunidad y se puso a disposición para pelear contra el gigante con una onda, ya que él cuando era pastor mataba osos y leones con su onda para defender sus ovejas. Él estaba entrenado, estaba preparado para cuando llegara la oportunidad.

Solo una persona que tiene una visión clara puede estar preparada para aprovechar las oportunidades. Hay un dicho que dice: “Ningún viento sopla a favor de un barco que no tiene rumbo”. Si no sabes donde vas, no sabrás aprovechar las oportunidades ni las verás venir.

Te pregunto, ¿cuál es tu visión para tu persona?, ¿dónde quieres estar de acá a unos meses o años, tanto en lo espiritual, matrimonial, familiar, ministerial y laboral? ¿cuál es tu visión para vos mismo, tu familia, tus hijos, tu trabajo? Eso es importante porque nos llevará a prepararnos para el siguiente nivel.

3) La preparación hace que las oportunidades puedan ser aprovechadas.

Las oportunidades de la vida, muchas veces, vienen disfrazadas de preparación, o sea, la preparación es la que nos da la oportunidad. Queremos oportunidades, pero a veces las oportunidades son desperdiciadas porque no nos encuentran preparados.

4) Al hacer planes nos entusiasmamos y nuestras ideas se van ordenando. Al hacer planes, al soñar, al visualizar lo que creemos que Dios nos está mostrando o nos está llamando a hacer, sin duda, las ideas se van ordenando en nuestra mente. A medida que oramos por un proyecto, vamos viendo la forma de concretarlo y vemos los avances, es natural que las ideas se vayan ordenando, surjan otras mejores y, lo más importante, que nos vayamos entusiasmando.

La crisis de Abraham fue cuando Dios lo llamó para salir de la comodidad de vida en su amurallada ciudad a la incertidumbre del desierto. La de José, cuando sus hermanos lo vendieron como esclavo para llevarlo a Egipto; la de Pablo, cuando lo llamó camino a Damasco dejándolo ciego; o la de Pedro, cuando Jesús le dijo: “Sígueme y te haré pescador de hombres”.

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