DESDE MI MUNDO

  • Por Mariano Nin
  • Columnista

Son las 19:00. Hace un calor insoportable. La calle es un hervidero. Salir del trabajo y llegar a casa se vuelve una aventura casi épica para miles de personas. Al llegar al semáforo de Médicos del Chaco y Fernando de la Mora, los nervios ya no pueden ocultarse y estallan cuando un ejército de vendedores informales ataca como si fuera su última estrategia contra un mal día.

El 80% de los que trabajan solos o en microempresas es informal. Chipa, bananas, tomates o mburucuyá. Aceite, jabón, pasta de dientes y una que otra solución mágica a la caída del cabello o el mal aliento. Es la lucha diaria por ganarse el pan, sobrevivir en la calle vendiendo cualquier cosa.

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En Paraguay, la mayor parte del empleo se genera en la economía informal. Sin privilegios ni conquistas sociales. Menos del 30% tiene acceso a plan jubilatorio… No es un secreto.

Según la última Encuesta Permanente de Hogares, más de la mitad de los trabajadores en nuestro país es informal. Hombres sacrificados en una constante lucha por el pan. Con pocos derechos y muchas obligaciones.

El repentino cambio de luces detiene a los vehículos. Un instante para que aflore la situación más detestable del tedioso camino a casa. Cuatro jóvenes de entre 25 y 30 años rodean a una mujer. La chica sabe lo que le espera y busca desesperada unas monedas. Mientras limpian su parabrisas, no dejan de mirarla. Es la forma de intimidarla.

Es el otro ejército. El de la forma más fácil de hacer dinero metiendo miedo y juntando rabia. Caminan presurosos buscando a sus víctimas. Generalmente a mujeres que conducen solas y jóvenes con caras de inocentes. Se abalanzan sobre los vehículos con caras de pocos amigos y desprecio a la vida.

Un problema que crece y se multiplica y aparentemente no tiene solución. Ninguna autoridad esbozará una ley o una ordenanza que le reste votos. Es la realidad. Insultos, monedas que caen, uno que otro golpe al aire y a seguir el viaje.

Todo volverá a repetirse en el próximo semáforo. El tránsito caótico solo es una excusa en “la ciudad del miedo”.

La historia con los mismos protagonistas volverá a repetirse al día siguiente y al otro… y al otro, como una interminable cadena de decadencia y abandono. No es una batalla que ningún político quiera ganar. La pobreza cimienta esos votos que les aseguraran la permanencia en el poder por unas monedas y el discurso del fanatismo.

Por eso el país necesita políticos preparados, gente joven que entienda que el futuro no es más que una proyección del presente. Pero esa... esa es otra historia.

Etiquetas: #día#tras#otro

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