No es una casualidad que en el mismo mes ocurran dos hechos significativos: Xi Jinping asegura su tercer quinquenio o su segunda década quizás, y Biden presenta su nueva política de seguridad.

Este último documento deja claro que China supone la principal tensión competidora en este nuevo tiempo, pero que en el contexto mundial Putin es un pistolero cuya imagen se vende como quien bebió todo el whisky en la cantina y nadie sabe exactamente para dónde apuntará sus próximos disparos. Por lo tanto, no importa si la globalización de la furia Putin es de un potencial real o se trata de una escenificación funcional, lo que importa es que este hecho descarga sobre EEUU y China Continental un rol de reguladores de este ecosistema de seguridad mundial, al mismísimo tiempo en que libran una feroz guerra comercial.

Un estudio del programa Asia - Pacífico de la Universidad Pontificia de Valparaíso en Chile, cita que en lo atinente a la ruta de la seda, el movimiento de recursos de China Continental en la última década “alcanzaría 50 billones de dólares. Con empresas chinas establecidas en más de 50 zonas de cooperación económico-comercial en más de 20 países”.

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Las cifras que giran sobre la inversión china en América (que son variadas y a veces contrapuestas) no hacen sino confirmar una cuestión factual: China Continental aterrizó en el continente con diversos latidos, desde sus inversiones que están en curso hace más de una década, algunas muy publicitadas como las infraestructurales y otras que se dieron en nuestro propio país sin tanta estridencia como la incorporación de su tecnología de telecomunicaciones en el entramado de contratos con el gobierno de Abdo Benítez. Puede sumarse en estos mismos tiempos el golpe “diplomático-billeteril”, con el que desarrolla su eficiente campaña de desplazamiento de Taiwán de varios países, esencialmente de Centroamérica, en canje por su promesa de aterrizar inversiones infraestructurales.

ES LA CHINA, ESTÚPIDO

Podría parafrasearse, ante ello, a la expresión: “Es la economía, estúpido” de la campaña de Clinton, tan trillada en los manuales de política, para aproximarnos al verdadero pensamiento del nuevo manual de seguridad de la administración Biden.

En lo atinente a la región, mucho de lo que s e ha trabajado, planteado y codiciado en los últimos tiempos tiene relación con el diseño logístico e infraestructural de un camino que empieza en los puertos del Atlántico y acaba en los puertos del Pacífico. Brasil, Uruguay, Argentina de un lado del enchufe y Perú, pero esencialmente Chile, del otro lado. La siguiente operación, para la que no se requiere ser un experto en asuntos de economía es googlear el concepto: inversiones de China en... y agregamos cualquiera de los países citados. Al realizar la operación señalada, el continente se puebla de banderitas rojas. Por ello y en coincidencia con los planes globales de la administración Biden se opera la alarma en la región y se mira con nuevos ojos proyectos como la hidrovía. (Tanto aquí como en el Corredor Bioceánico, Paraguay es el nudo de las dos puntas marítimas).

En este contexto se da un dato muy curioso: El presidente Mario Abdo, quien siendo senador, se oponía al planteo de la administración Cartes de abrir las puertas a l Comando de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos para tareas en el litoral paraguayo de la hidrovía, despierta años después con una opinión ya favorable y todo esto sucede –de nuevo– por dos motivos: primero porque los ríos acostumbran a tener dos orillas y segundo p o r q u e los chinos rondan sobre los procesos licitatorios del lado argentino de la hidrovía y EEUU lo sabe.

LA GUERRA DE DOS MARES

Definitivamente, América Latina vive nuevas configuraciones que son vitales de reconocer para mirar la nueva película en pleno rodaje cuyos escenarios naturales son fascinantes vías que unen a dos mares cuyo desenlace será el control de esta prodigiosa fábrica de recursos.

La tensión hegemónica que en la guerra fría se libraba entre soldados que representaban a la URRSS y EEUU (Castro, el Che vs Stroessner, Pinoc h e t , etc.) ya no existe y el propio “capitao Bolsonaro” juega a disparar contra la gente para representar la doctrina de seguridad interna más como policía que quiere ser que como el militar que fue.

En la nueva película, Estados Unidos de Biden precisa de lugartenientes que le defiendan no desde los fundamentalismos ideológicos ni desde la gobernanza autoritaria, sino desde el sentido estratégico que tienen los juegos competitivos 2.0. Cualquier otra forma ya no es útil. No están buscando aliados en el geriátrico de la guerra fría. Y en la otra orilla, la vieja China sabe – por su propia experiencia– que supo crecer como nunca en su historia en un mundo que vivía el clímax de la democracia. En rigor, a China la democracia no le molesta en absoluto, mientras suceda afuera.

Por ello y en coincidencia con los planes globales de la administración Biden se opera la alarma en la región y se mira con nuevos ojos proyectos como la hidrovía.

China Continental aterrizó en el continente con diversos latidos, desde sus inversiones que están en curso hace más de una década, algunas muy publicitadas como las infraestructurales.

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