• Por Eduardo “Pipó” Dios
  • Columnista

“Fulana de tal niko es maestra nomás...”, “tiene un sueldito de maestra...”, odiosas frases que tienen décadas y décadas en nuestro país y que simplemente reflejan el desprecio o la poca importancia que le damos como sociedad y, en consecuencia, como Estado a los docentes.

Una profesión considerada socialmente como “premio consuelo” para la que no pudo estudiar algo “más prestigioso” para la sociedad mediocre a la que pertenecemos.

No valoramos a esa persona, que muchas veces por vocación, otras por necesidad, se dedica a educar y formar a nuestros hijos, aparte de hacerse cargo de ellos y cuidarlos, por entre 4 y 8 horas al día por 9 meses al año. En muchos casos, pasan más tiempo con ellos y para ellos, que nosotros, sus padres. Suplen carencias que van mucho más allá de las obligaciones por la que les pagan ese, miserable y ofensivo, salario.

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Esa persona, que estudió para eso, se formó, se dedicó y se ocupa de 20, 30 o 40 chicos por aula, niños o adolescentes (no sé qué es peor) gana lo mismo que un joven de 18 años que sirve café o lleva sobres en una oficina, con apenas el secundario terminado y sin más responsabilidad que llegar a hora y hacer un trabajo tan básico.

Lo mismo, en otra proporción, sucede con los profesionales de la salud, médicos, enfermeros, odontólogos, que ganan alrededor de dos salarios mínimos cuando se han pasado entre 5 y 15 años estudiando y deben hacerse responsable de la salud y la vida de otros seres humanos, muchas veces sin las condiciones de infraestructura ni de insumos básicos para ello, en turnos dobles o en guardias interminables.

Una sociedad que no valora a sus maestros y a sus médicos lo suficiente, para pagarles de manera justa por el trabajo que hacen, con la excusa de que “no tiene suficientes recursos”, pero que, sin drama ni vergüenza, tiene ese dinero para despilfarros, planilleros de oro, superfuncionarios con salarios de ejecutivos de multinacionales, que no solo se rascan las pelotas, sino que nos roban y nos encajan más parientes, amantes y chongos en cargos similares, obras de infraestructuras y adquisiciones de dudosa calidad y de valores absurdos, muchas veces innecesarias o al menos no prioritarias, con licitaciones vergonzosamente amañadas, magos de las licitaciones, que contratan con el Estado en promedio dos veces por semana por millones de dólares por servicios que nadie sabe ni qué son o para qué sirven.

Primero lo importante y urgente, salarios dignos para los que nos enseñan y nos salvan, que después, lo otro, vendrá solo.

Etiquetas: #Maestra

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