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Un nuevo ensayo compara una antigua teoría económica con la realidad. En 1970, George Akerlof escribió uno de los ensayos más famosos sobre economía. “The Market for Lemons” (El mercado de las chatarras) demostraba cómo, en los mercados donde los vendedores saben más que los compradores, el comercio puede estancarse. En realidad, los ejemplos no eran frutas, sino automóviles usados: un “limón” es un auto con defectos ocultos. Los compradores quieren un auto confiable, o “durazno”. Al no saber lo que están comprando, reducen sus ofertas. Eso les molesta a los vendedores de “duraznos”, por lo que algunos salen del mercado, lo que eleva la posibilidad de que los compradores adquieran un “limón” y esto, a su vez, hace que los precios bajen aún más. Se vuelve imposible vender un “durazno” por un precio correspondiente a su valor.

Esa “selección adversa” puede encontrarse en mercados como los de los seguros o la educación. El ensayo le ayudó a Akerlof a ganar el Premio Nobel, pero, a pesar de que contenía una visión teórica revolucionaria, no puede interpretarse de forma literal, porque no todos los autos usados son chatarras. Un nuevo ensayo analiza hasta qué punto los autos defectuosos son un problema. Richard Blundell de University College de Londres y cuatro coautores analizaron los precios de los autos, la información administrativa acerca de la propiedad de los autos y los registros tributarios en Dinamarca. Calcularon el valor de los autos en su muestra depreciando los precios de venta por el paso del tiempo. Luego calcularon qué tan sustancioso tenía que ser el descuento, de acuerdo con el modelo, que tenían que aceptar los dueños de los autos en buenas condiciones para vender sus autos a compradores (temerosos de adquirir chatarras).

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REALIDAD COMPLEJA

Los resultados ofrecieron pruebas evidentes de un fracaso en el mercado. Los autores descubrieron una penalización a la chatarra del 18% en el primer año de propiedad de un auto y del 8% en el segundo año. El efecto se reduce más con el paso del tiempo. La penalización para “limones” en autos con una antigüedad de por lo menos tres años ronda entre el 2% y el 5% y desaparece por completo en el noveno año de posesión. Al parecer, si un auto es bastante viejo, los compradores no esperan que tenga defectos ocultos… quizá porque los problemas son evidentes. No obstante, un auto nuevo a la venta puede despertar sospechas. “Hay mercados distintos para los autos con diferentes edades”, comentó Hamish Low, de la Universidad de Oxford, uno de los autores.

Por lo tanto, el problema de los autos chatarra podría ayudar a explicar un fenómeno bien conocido: que los autos nuevos pierden gran parte de su valor al momento de su compra. Sin embargo, aunque la penalización a la chatarra logra desalentar transacciones, como predijo Akerlof, los autores descubrieron que aun así se venden algunos “duraznos”. Los vendedores a veces aceptan reducir el precio de venta porque necesitan el dinero con urgencia o porque tienen un deseo irresistible de comprar algo mejor. La realidad siempre es más compleja que la teoría. Consigue volver locos a los economistas.

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